Como estos Conciertos no se mueven en el marco de los modelos rusos llenos de exuberancia y de gran aparato sinfónico, resultan acertadas estas lecturas llenas de transparencia, en las que un impresionantemente preciso Giltburg, acompañado por las texturas transparentes de la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool, bajo la dirección de un implicado Petrenko y secundado por excelentes intervenciones del trompetista Owen en el Primero, muestran una conexión natural con esta música, apostando por mostrar con brillantez y claridad los elementos más extrovertidos y lúdicos de los movimientos extremos, para convertir el Moderato del Op. 35 en un intenso canto a dúo con la cuerda y el Largo del Op. 102 en un apasionado juego de equilibrio y ternura, quizá excesivamente contemplativo, pero con una bellísima exhibición de control en las dinámicas más bajas. El disco tiene también el atractivo de completarse con transcripciones elaboradas por Giltburg del Vals del Segundo Cuarteto, lleno de misterio y tensión, y del Octavo completo, casi más conocido en la versión para orquesta de cámara de Barshai, en la que la oscuridad y la intensa carga emocional se traslada al teclado de manera musicalmente convincente, en una interpretación profundamente conmovedora que por sí sola justificaría la compra de esta grabación.

José Luis Arévalo