Música clásica desde 1929

Editorial

¿Recortar o echar el cierre?
Abril 2012 - Núm. 851

¿Recortar o echar el cierre?

Nos hemos asustado. Como ahora los blogs han sustituido a las famosas cartas al Director, nos ha extrañado especialmente que en un par de semanas hayamos recibido unas cuantas, y, a mayor dosis de acontecimiento, todas referidas a la misma cuestión. En particular, protesta tras protesta acerca de la muerte de, entre otros, los ciclos Liceo de Cámara y de Lied (noticia de última hora: el CNDM lo va a incorporar a su programación). Y en general, al radical cambio de estrategia cultural con respecto a la música de la Fundación Caja Madrid. La cosa es que, sencillamente, se ha cambiado de opinión, modificando la idea de que “el objetivo prioritario del Programa de Música es el de impulsar la cultura y el aprendizaje musical, así como el de recuperar y difundir buena parte de nuestro, a veces, olvidado legado”, como hasta ahora rezaba la introducción a dicho programa. En cristiano de a pie: además del mencionado ciclo, parece que también se va a suprimir el Ciclo Sinfónico y los Siglos de Oro. Y de las famosas obras de remodelación realizadas ya en el edificio del Palacio de la Música (adquirido por la institución hace años para convertirlo en sede de sus actividades musicales) no se tiene noticias.

Estamos asustados. Pero no; no por nosotros mismos, por nuestras posibilidades para poder seguir bregando por la Música (ese es nuestro problema, y ya nos apañaremos), sino por la continuación de una presencia significativa de la misma en el tejido cultural del país. Porque, miremos hacia donde miremos, solo vemos espesos nubarrones, que no precisamente llenos de lluvia reparadora, sino cargados de amenazantes y destructivas tormentas. Fíjense: se nos está diciendo que la producción de contenidos culturales minoritarios debe de renunciar a las ayudas públicas y, a través de una ley de mecenazgo, buscar esas ayudas. Y claro, surgen, al menos, dos preguntas al respecto.

Una. Si una institución como Bankia decide prescindir de su obra cultural-musical, renunciando a los efectos que tal patrocinio le reportaba, ¿qué nuevos estímulos puede recibir por el hecho de que una ley contemple condiciones nuevas para el mecenazgo? Se nos escapa cualquier cálculo al respecto, pero nos tememos que decisiones como las que ha tomado la institución bancaria no tienen visos de cambiar con las nuevas posibles leyes de mecenazgo. De cualquier forma, en caso contrario, lo que sucedería es que la ayuda económica de Bankia, de producirse, lo haría sobre una iniciativa musical privada, a la que, a pesar de la ayuda, le costaría lo suyo cuadrar las cifras en un marco competencial hoy por hoy muy desfavorable. Conclusión: adiós al concepto de Obra Social; bienvenida sea, cuanto más mejor, la iniciativa cultural privada, vía ahorro de impuestos. Muy bien; pero dígase así, sin eufemismos. No es un recorte; es un cambio de filosofía total. Que nadie se extrañe, pues, de que aquellos que abarrotaban la sala de cámara del Auditorio Nacional para disfrutar de la mejor programación de música de cámara del país se sientan decepcionados, molestos y, como nosotros, preocupados por el futuro presencial de la música en las salas.

Dos. La música clásica mueve una cantidad estimable de dinero. Pero su consumo no deja de ser minoritario y, en un porcentaje muy alto, ligado a un tipo de entretenimiento que tiene que ver con el conocimiento, la reflexión y una formación educativa como valor añadido nada desdeñable. Es decir, es impensable que una mayoría de quienes decidan adentrares en ese mundo no necesiten ayuda y lo hagan sin ningún estímulo, léase inversión en programación, gestión y comunicación. Bien; pero, ¿alguien cree que al explicarle esto a las grandes empresas que presumiblemente van a tener que encargarse de las ayudas a través de su mecenazgo estas lo van a entender enseguida y van a poner los billetes sobre la mesa para instrumentar esas ayudas y estímulos? Creemos que, en general, serán otras las razones por las que se interesen en invertir, con toda probabilidad buscando una presencia e imagen mucho más inmediatas y burbujeantes. Y como el estímulo fiscal seguramente no distinguirá entre unas y otras razones –o no lo suficiente, aventuramos– para realizar la inversión, sino que atenderá más a determinantes cuantitativos, el resultado será (por otro lado, muy conocido ya en las sociedades occidentales) que habrá dos tipos de patrocinio, uno para educar y otro para burbujear , que, por consiguiente, conducirán a dos clases de cultura musical: una para ricos con mucho “glamur”, y otra para pobres, los que consumen la cultura en sus barrios. Es del todo probable que la mayor parte del monto se la lleven los primeros.

 

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