Música clásica desde 1929

Editorial

Opera Champions League
Abril 2016 - Núm. 895

Opera Champions League

La ópera es, de entre todos los géneros musicales clásicos, el que más pasiones desata, suscitando ardorosos debates entre sus incondicionales, que no obedecen a las habituales reglas del juego entre aficionados, como así sucede en el caso de la música de cámara o la sinfónica, comportándose como auténticos “tifosi”. Es decir, la ópera tiene seguidores exclusivos que no atienden a las mismas razones e impulsos que los de los otros géneros musicales. Raro sería que un enamorado de la música sinfónica no lo fuese de también de la música de cámara, y viceversa, pero la ópera va a su aire, “sempre libera”, como Violetta, sin atarse a normas, criterios y comportamientos. De hecho, es bastante habitual que un aficionado a la ópera del Romanticismo no conozca con la misma soltura y pasión la música sinfónica de ese mismo período.

Es ópera, y con eso basta. ¿Y por qué? Porque la ópera muestra en escena, con toda su fuerza, las grandes pasiones humanas y en un entorno cerrado y concreto (escenario y foso), en la que el espectador siente que asiste y se asoma, de manera simultánea, a la literatura, al teatro, a la plástica artística, a la danza y a la música, es decir, un compendio de artes que bajo el nombre genérico de “Ópera” emociona sin más explicaciones, todo ello dentro de un preciso engranaje en el que se unen  las más bellas artes.

Y como hoy en día está de moda (programas en la televisión pública, en cadenas de radio nacionales, en primera línea de noticias en los medios generalistas, con amplio interés popular, plácet político, etc.), la ópera en España parece ir en una magnífica progresión ascendente, como así se ha comprobado en la reciente entrega de los Premios Líricos del Teatro Campoamor de Oviedo, que  anualmente premian la excelencia de lo ocurrido en el mundo de la ópera en nuestro país. Una gala que ha estado rodeada de un ambiente festivo, lúdico, popular y ampliamente mediático que nos extrañaría encontrar, precisamente, en premios dedicados a la música sinfónica o de cámara.

En este ambiente de fervor operístico que vivimos en España, los dos principales teatros del género, el Teatro Real de Madrid y el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, acaban de presentar los detalles de sus próximas temporadas, en las que ambos quieren brillar en el marco de una nueva e imaginaria “Opera Champions League”, que se disputa junto con los principales coliseos europeos. El balón de la ópera se ha puesto en juego, las más grandes estrellas se darán cita en estos dos teatros de referencia y, creemos, que ambos coliseos tienen grandes posibilidades de escalar a los primeros puestos en la próxima liga de la ópera en Europa, como así ya viene sucediendo en las últimas temporadas.

En Madrid, el Teatro Real, que continúa con los fastos de su Bicentenario, ha presentado una temporada muy agresiva, al ataque, dando espectáculo. Sus entrenadores saben que los partidos se ganan con goles y, por ello, cuentan con figuras de primera fila. Presentan un juego con títulos históricos dignos de balones de oro, junto a apuestas diversas, quizá arriesgadas, que enriquecen y refrescan el espectáculo. Es una temporada de repertorios consolidados y de obras maestras no habituales que, nosotros entendemos, también merecen la atención de la afición. Con una prórroga añadida: estrenos y recuperaciones que amplían el minutaje de juego operístico en la historia del género.

En Barcelona, su Gran Teatre del Liceu, también se muestra con una presencia muy activa en la “Ópera Champions League”, pero por encontrarse en una posición de recuperación, tras ciertos problemas económicos, su prioridad ha sido la de llenar el campo. Apuesta por la continuidad, expresada en las gestiones que han aliviado su economía y que han llevado al Liceu a una situación más cómoda, pero no menos arriesgada. Y lo más importante, se ha confirmado la apertura de su juego hacia todo el país, en un giro de comunicación que les permitirá posicionarse, de nuevo, como una oferta cultural válida y poderosa, enfocada también a todo el territorio nacional.

Si a estos dos equipos, líderes operísticos, les sumamos las actuales alternativas que nos ofrecen algunas grandes capitales de este país, en donde también cuentan con teatros y temporadas de ópera de nivel europeo, varias de ellas pujando con fuerza por alcanzar puestos de nivel en la liga, la próxima temporada nos deparará fantásticas jugadas en noches inolvidables.

La producción operística siempre es difícil, arriesgada, competitiva y con un público fiel y muy exigente que no perdona errores y lo dice. Si conseguimos que nuestros dos equipos líderes, junto con el resto de los grandes teatros de ópera del país, ofrezcan el espectáculo que sus presentaciones de temporadas nos acaban de anunciar y con los niveles de calidad a que nos tienen acostumbrados, la afición disfrutará, se sentirá orgullosa de sus colores y seguiremos, un año más, en los primeros puestos de la “Ópera Champions League”. 

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