Música clásica desde 1929

Editorial

Ibermúsica, 50 años
Noviembre 2019 - Núm. 934

Ibermúsica, 50 años

Ibermúsica cumple 50 años. En sus múltiples formatos, pero cuya marca más solicitada siempre ha sido la de “Grandes Orquestas del Mundo”. Justo o no (pues gracias a esta empresa en España se conocieron en su momento también a solistas y conjuntos de cámara importantes), lo cierto es que la marca ha brillado sobre todo durante medio siglo por haber traído a España a las agrupaciones sinfónicas más importantes y mejores del mundo. Nos parece que para homenajearla lo mejor es situar en primer plano ese hecho indiscutible. Pero, ¿cómo ha llegado esto a ser posible?    

España ha sido, y por desgracia en buena medida lo sigue siendo, un país que no ha hecho ascos a combinar creatividad con subvención; en las diferentes políticas practicadas en la dictadura y luego en la democracia. Pareciera que la cultura es un lujo, un entretenimiento, una manera de pasar el rato, sin visos de convertirse en una industria productiva y rentable. Hasta finales de los años sesenta del siglo pasado y durante la década de los setenta, verdadero arranque de la España moderna, en las grandes ciudades, sobre todo Madrid y Barcelona, se tuvo la oportunidad de escuchar a grandes directores, que se subían a los podios de nuestras (pocas) orquestas, y magníficos solistas, que actuaban junto a ellos. Pero, y sin menospreciar a las agrupaciones sinfónicas españolas de entonces, la gran asignatura pendiente del país en esta materia era poder escuchar a los filarmónicos berlineses o vieneses, a las agrupaciones londinenses, a las orquestas americanas, etc. Y esa anomalía fue la que se empeñó en resolver Ibermúsica, una empresa privada. No es ningún misterio cómo lo consiguió, pero es bueno recordarlo de vez en cuando. Ahora procede. Estamos de fiesta.

En realidad, todo el mundo sabe que eso fue posible gracias a las buenas artes de ese sabio de la cosa musical en su conjunto que es su inventor, Alfonso Aijón. Y si de lo que se trata ahora es de rendir un homenaje por la celebración de los 50 de Ibermúsica, se hace absolutamente necesario recodar los equilibrios que este hombre ha tenido que ir sorteando a lo largo de la andadura de su querida Ibermúsica. A nosotros nos parece que son varios. En primer lugar, conocer muy bien los repertorios, para lo cual hay que amar la música con pasión. A Aijón siempre le sobró. En segundo término, saber ser amigo de los músicos; saber decirles aquello que esperan que se les diga en cada momento; a ellos, que en el fondo son tan frágiles a pesar de su muy poderoso ego. A continuación, practicar la generosidad sin disimulo y a conciencia: es difícil encontrar en nuestro país a un empresario musical que haga uso de ella con tanto fundamento y sinceridad. Después es indispensable rodearse de un buen equipo: el suyo, ampliado ahora por su socio, Llorenç Caballero, es inmejorable. Y, por último, conocer el mundo de las empresas musicales desde dentro, algo que, aunque pudiera no parecerlo, lo lleva en su ADN.

¿A qué realidad nos ha llevado todo esto hoy? El mundo no pasa por un buen momento. Y la cultura, el consumo musical, necesariamente, se resiente. Seguimos viendo grandes cosas en las programaciones actuales de Ibermúsica, pero las dificultades se agolpan. Por ejemplo, es muy difícil que con la política proteccionista de la administración norteamericana una orquesta de aquella parte del mundo pueda girar, con lo que hace tiempo que no escuchamos orquestas americanas por estas latitudes. Y, por otro lado, es cierto que los tiempos de crisis también golpean el consumo cultural. No obstante, es necesario combatir el tópico de que Ibermúsica  “vende” producto caro. Lo vende, sencillamente, a lo que vale. Y, comparando precios con otros en otras áreas de la música (y no digamos de otras manifestaciones culturales, como por ejemplo el deporte de alta competición), no nos parece alto. Solo justo. Y desde luego, lógico. Otra cosa es el acceso, que depende del poder adquisitivo del comprador, algo que no tiene que ver con la oferta sino con el nivel económico del país y del consumidor. Y de la priorización en los consumos en la práctica del ocio de cada uno. 

Es bonito repasar nuestros números para ver lo que ha quedado escrito en algunas de sus páginas. En otros tiempos, en los que Aijón afirmaba estar en la ruina (en varias ocasiones) y mostraba su pasión sin límites para sacar adelante un proyecto que hoy sería bautizado con el término tan a la moda de “insostenible”. Pues no; no lo ha sido. La fe, se dice, mueve montañas. Pero la pasión por la música, más. Muchas felicidades. 

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