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Crítica / La intimidad de Schubert - por Gonzalo Pérez Chamorro

Madrid - 15/12/2021

Cuando Redmon Barry posa sus ojos sobre Lady Lyndon, Stanley Kubrick ha introducido desde el comienzo de esta escena el Andante con moto del Trío en mi bemol mayor de Schubert. Puede ser uno de los momentos más conmovedores de la historia del cine, mientras la música de Schubert marca el devenir del destino de ambos personajes. El piano traza un motivo habitual en Schubert, un wanderer-motiv que sugiere un ritmo de caminante, incierto, sin destino, como el del Viaje de invierno, en una tonalidad, Do menor, que no presagia nada bueno.

Para llegar a este clímax del concierto ofrecido por el Trío Leonskaja, es decir, la mítica pianista que le da nombre, Elisabeth Leonskaja; la violinista Liza Ferschtman y el cellista István Várdai, los espectadores del ciclo del Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes - Fundación Montemadrid tuvimos que esperar aproximadamente lo mismo que en Barry Lyndon hasta que aparece esta escena; una película que respira música desde su primer fotograma al último.

Y comprobar como las espaldas de los espectadores se enderezaban en sus asientos, justo antes de comenzar este Andante con moto, delataban que Barry Lyndon estaba presente en su imaginación, ya que cuesta desligarse de un momento tan glorioso y aparentemente sencillo de la historia del cine (coincidencia o no, precisamente el 21 de diciembre se inaugura en el Círculo de Bellas Artes una exposición dedicada a Stanley Kubrick).

Este concierto fue una “repetición” del ofrecido hace pocos años en el Liceo de Cámara del CNDM, y parecía difícil que se repitiera el milagro de entonces, pero así ha ocurrido, y quizá de manera aún más milagrosa, ya que los partenaires de Leonskaja han profundizado más en la música de Schubert, seguramente gracias al contacto con esta dama que todo lo sabe sobre el piano del austriaco, que cada vez que lo toca o lo graba, engrandece su leyenda (por suerte, es una habitual del Círculo de Cámara).

Si en el Primer Trío (en mi opinión menos elaborado que el Segundo, uno de los grandes del género), nos encontramos con instantes mágicos, como el Andante un poco mosso, el Scherzo o la cantabilidad del Rondo, con unos extraordinarios Liza Ferschtman e István Várdai, fue en el Segundo Op. 929 y en el regalo final del Nocturno Op. 148 donde se tocó techo, desde la maestría de Leonskaja, guiando con su proverbial facilidad para explicar la música y darle todo el sentido al discurso trágico/gozoso de Schubert.

Con un enfoque sinfónico y menos camerístico, el Allegro del Trío n. 2 vibró en su equilibrada forma sonata, que nos hace recordar una y otra vez la belleza de sus melodías; o el prodigio constructivo del Allegro moderato final, que con su comienzo casi infantil alcanza un desarrollo muy complejo quasi en forma de variaciones, interpretadas de manera prodigiosa, seguramente sin parangón interpretativo a día de hoy.

Y en toda esta efusividad y con ejemplos constantes de belleza interpretativa, no se renunció a momentos de ensimismamiento íntimo, quizá la mayor cualidad que tiene la música de cámara de Franz Schubert, que es la más íntima, en la que el alma de su creador nos desvela su verdadera naturaleza.

Gonzalo Pérez Chamorro

 

Trío Leonskaja (Elisabeth Leonskaja, Liza Ferschtman, István Várdai)

Obras de Schubert: Tríos con piano

Círculo de Cámara del Círculo de Bellas Artes - Fundación Montemadrid

Teatro Fernando de Rojas, Círculo de Bellas Artes

Foto © Fundación Montemadrid

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