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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Queen Elisabeth (Círculo de Cámara, Círculo de Bellas Artes)

12/11/2019

Quien conoce el piano de Franz Schubert como muy pocos pianistas a lo largo de la historia, debe de conocer también y muy bien muchos rincones de Madrid, pues Elisabeth Leonskaja es una visita constante (y afortunada) a esta ciudad. En esta ocasión hizo su debut, como todo aquel que toca en este ciclo, en el “Circulo de Cámara”, que celebra una primera edición primorosa bajo la dirección artística de Antonio Moral, ofreciendo un nuevo espacio escénico (con opción a vinito en el hall de la sala) en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, esta vez en el acogedor Teatro Fernando de Rojas.

La pianista de Georgia no es habitual de Mozart, aunque a menudo lo toque en la intimidad de su vida privada, sonriendo, como ha confesado alguna vez, del mismo modo que lo hace con Bach. Por eso era una relativa novedad escucharla en una Sonata tan poco frecuente del salzburgués, la KV 284, obra en el brillante Re mayor que se apoda, a veces, como “Dürnitz”, mención por el ricachón barón homónimo que la motivó. Lo curioso de esta música sin un verdadero tiempo lento, es su finale con variaciones. El genio ya dejaba claro que no le gustaba acabar las obras con livianos, rápidos y electrizantes movimientos conclusivos: otorga a este final el peso de la obra. Fue en su momento de lo más vanguardista.

Con algún que otro lapsus de memoria, Leonskaja otorgó su particular peso a las notas, cada una tenía tanta importancia como otra, fuera en forte o en piano; nada hay en esta reina del instrumento que no tenga altura artística. El precioso colorido de cada variación (cuando ocurrió un nuevo lapsus de memoria, muy leve, en su rostro se apreció una mueca de sorpresa y de incomodidad; como el que no está acostumbrado a “errar”), llevadas con bastante calma (Mitsuko Uchida, por ejemplo, otra gran dama del piano, las acomete a mayor velocidad), que alcanzó su plenitud en la mágica variación n. 12, un momento mozartiano donde los grandes pianistas “desobedecen” lo escrito para descubrir lo que en realidad Mozart quería decir. Y así hizo la reina.

Para enlazar las variaciones mozartianas, Leonskaja escogió los Estudios Sinfónicos de Schumann, obra cumbre se mire por donde se mire, y una piedra de toque en la construcción interpretativa de una obra. Solo el tema inicial, tocado como con una seriedad a lo Cesar Franck (esos acordes arpegiados tan propios del Preludio, Coral y Fuga -apúntese maestra tocar esta obra, le va como anillo al dedo, y de paso homenajea su querido Sviatoslav Richter, que tanto amaba el Preludio…-) nos llevó por un camino de elevada crispación y poesía, aunque esta última la entiende la maestra desde la mayor naturalidad, sin dejarse llevar por lo evidente (Schumann es tanta poesía que debe “recitarse” sin excesos). Un sonido de una redondez plena, colorista y diáfano, mostró la elaboración compleja de las voces schumannianas, de las melodías que se cruzan y se transforman, de la evolución formal de un simple y serio trema inicial.

Una nueva interpretación de la Sonata D 960 de Schubert es como volver la vista atrás y verse a ella misma durante toda una vida, pues lleva tocándola décadas. La interpreta con colosal madurez, la desarrolla con maestría y la interioriza con la facilidad y familiaridad de quien tiene esta música en su cabeza día y noche. Pero ha habido, para esto, un proceso de estudio y comprensión que abarca una vida. Interpretar y descifrar así esta música está al alcance de pocos, muy pocos, incluso en el Andante, interpretado desde una cierta distancia, sin “implicarse” al cien por cien, dejando que el impulso rítmico de su colosal mano izquierda fuera guiándola por este poema repleto de melancolía y dolor. O la inexplicable hondura con que atacó la conclusión de la exposición del movimiento inicial Molto moderato, donde los trinos se abrían como heridas pero sin que la sangre manara a borbotones.

El uso sutil del rubato en el Scherzo nos regaló arte, mientras el Allegro final, endiablado, fue explicado con claridad, hasta para que el más duro de oído comprendiera porqué culmina así esta música, la que había comenzado por otro sendero bien distinto.

Ella no es amiga de recibir ovaciones, solo a la vuelta de la segunda retirada del escenario, segundos después de acabar el programa oficial, ya estaba tocando dos Schubert más: el Impromptu en sol bemol mayor D 899 y el Klavierstücke D 946 n. 1. Para qué hacer de este protocolario acto final un egocéntrico instante si ella sabía que iba a tocar más música. Se agradece esta sencillez, solo propia de quien es tan grande.

Gonzalo Pérez Chamorro

Elisabeth Leonskaja, piano.
Obras de Mozart (Sonata KV  284), Schumann (Estudios Sinfónicos) y Schubert (Sonata D 960).
Ciclo Círculo de Cámara.
Círculo de Bellas Artes, Madrid.

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