Música clásica desde 1929

Rafael Serrallet
Enero 2021 - Núm. 946

Rafael Serrallet

Tiempo para la guitarra

La carrera de un intérprete es como la vida misma, evoluciona con el paso de los años y las circunstancias. Así ha sido para Rafael Serrallet, guitarrista desde que tiene recuerdo. Con su instrumento ha recorrido el mundo y ha tocado en los principales escenarios llevando su música como carta de presentación. Proyectos solidarios relacionados con la música, labor docente, investigación, el amplio abanico de actividades que conforman el perfil de este músico valenciano es extraordinario. Quizás todo hubiera seguido así si la pandemia no hubiera cambiado la estructura de la sociedad en la que vivimos, pero en el caso de la música y la cultura, sí se han sentido diferencias entre el antes y el ahora. Por eso Serrallet reflexiona sobre el espacio que los artistas españoles deben ocupar en los escenarios y la proyección nacional de cada carrera, sobre el esmero con el que se debe tratar a los músicos patrios y muchas cosas más. Todo ello con la mirada de unos años transcurridos, con la claridad de la experiencia y con la visión de un guitarrista que se mueve con la misma soltura en aguas nacionales e internacionales.

La guitarra es un instrumento que delata sin pudor el mínimo despiste del intérprete. ¿Cómo ha sido su relación con ella a lo largo de su trayectoria profesional?

Efectivamente, es un instrumento muy expuesto, pero al mismo tiempo creo que es uno de los más intimistas y cercanos. Como en toda relación hemos tenido nuestros altibajos, pero ahora creo que nos entendemos bastante bien. El gran Paco de Lucía, en una entrevista en 2008, decía que detestaba la guitarra y que tenía una relación de amor-odio con ella. La guitarra es un instrumento muy exigente y, como bien dice, sin pudor te deja en evidencia en muchas ocasiones. Pero yo creo que tiene muchas otras cosas buenas: es cálida, es dulce, es cercana…

Como instrumento solístico y de cámara, ¿qué lo hace tan especial?

En la línea de lo que comentaba antes, el hecho de que sean nuestras manos las que pulsen las cuerdas para crear el sonido, sin ningún tipo de arco o intermediario, permite una unión muy especial con el instrumento. Esa complicidad se nota en el resultado sonoro y a nivel emocional. Un amigo pianista me decía la suerte que teníamos de poder viajar siempre con nuestro instrumento y que le parecía muy bello que para tocar nos abracemos a él.

¿Por qué “nuestro instrumento”?

Parafraseando a Falla, la guitarra ha resonado siempre en el “Hogar hispánico” y recoge la herencia del carácter y la tradición del pueblo. Su historia está ceñida a la de nuestra tierra y es patrimonio no solo de los guitarristas, sino de todos.

¿Qué recomendaría del repertorio para alguien que quiera acercarse a la guitarra clásica?

La guitarra es un instrumento muy versátil en el que caben todo tipo de repertorios, desde el Renacimiento hasta la música de vanguardia. Sin duda, una de las características más peculiares es su relación indisoluble con la música popular. Creo que ahí reside el gran secreto de nuestro instrumento. Lo mismo sirve para acompañar a cantar que para acompañar a bailar. Y por supuesto para hacer música como solista. A mí particularmente me gusta mucho el repertorio de raíces populares, incluso cuando no estuvo ideado originalmente para guitarra, como Granados y Albéniz, suena estupendo en ella y es una excelente carta de presentación de las posibilidades del instrumento.

En su elección de obras musicales parece que hay una predilección por la música española y latinoamericana, ¿es esto así? ¿Por qué?

La primera razón es obvia, por una cercanía cultural. Al ser español me siento muy identificado con el repertorio de nuestro país y, por extensión, con el repertorio latinoamericano. Aunque se tiende a pensar solo en Andalucía, la guitarra popular está presente en prácticamente todo el territorio y esa música está de manera consciente o inconsciente en mi ADN musical. Pero hay también una cuestión de demanda: como español es el repertorio que más se me solicita en el extranjero.

Tras una dilatada experiencia de concertista, ¿cómo cambia su interpretación con el paso del tiempo?

Uno nunca piensa que se va a hacer mayor, pero los años van pasando y empiezo a ser consciente que experimento eso que llaman “madurez”. Me doy cuenta que ahora soy menos explosivo que en mi juventud; soy mucho más contenido. No me gusta escuchar mis propias grabaciones, pero cuando alguna vez lo hago, sin estar en desacuerdo con mi discurso musical de entonces, reconozco que hay cosas que ahora abordaría de una manera diferente. Sin duda, las experiencias vitales que se acumulan a lo largo de la vida se reflejan también en los matices expresivos a la hora de interpretar. Quizás lo de madurez sea un eufemismo y es sencillamente que me hago “viejo”.

¿Su agenda de conciertos nacional es tan intensa como la internacional?

No, no lo es. Por diversos motivos centré mi carrera en el mercado internacional. He dado conciertos en más de ochenta países y durante años he tocado más fuera que en casa. No obstante, recientemente he tenido la suerte de llevar a cabo una gira nacional (Soria, Segovia, Murcia, Sevilla, Burgos…) y ha sido un inmenso placer redescubrir al público español.

¿Cree que aquí se dedica la misma atención que tiene la guitarra en otros países europeos?

Pues sinceramente, creo que no. Sin desmerecer para nada lo que otros países han aportado al mundo de la guitarra, creo que España debe de sentirse muy orgullosa por el legado musical que ha dejado al mundo y reivindicar con más ahínco el calificativo de española para la guitarra. La lista de compositores e intérpretes es interminable: desde los vihuelistas, pasando por Sanz y Guerau, Aguado, Sor, Tárrega, Segovia… Y sin olvidar claro, al gran constructor Antonio de Torres. Son tantos los nombres y tantas las músicas que casi merecería que se creara un Ministerio de la Guitarra para que se ocupara de su promoción y difusión. Debería existir un Museo Nacional de la Guitarra y sobre todo es necesario que forme parte habitual de las programaciones de las salas de concierto y de nuestras orquestas, al margen de los festivales específicos.

Complementa su labor de intérprete con la docencia de manera ocasional, ¿qué descubre con las clases?

Me apasiona la enseñanza. Suelo aprovechar mis conciertos internacionales para poder dar clases y lo mismo puedo estar dando una master class en un conservatorio en México, una universidad en Filipinas o un taller en un barrio de chabolas de Nairobi. Una de las satisfacciones más grandes que se puede tener como profesor es ver que eres capaz de transmitir ciertas ideas musicales a los estudiantes. Los alumnos también te ponen a prueba y en ocasiones hacen que te replantees la manera de abordar algunas piezas. En estos momentos trabajo en el Conservatorio de Llíria (Ciudad UNESCO de la música) y es un privilegio y un honor formar parte de ese equipo docente.

¿Cómo se percibe la educación y nivel de los intérpretes que se forman aquí?

Hoy en día hay excelentísimos guitarristas en todo el mundo: China, Corea, Alemania, Estados Unidos, Brasil, Perú… No obstante, sin caer en localismos excluyentes, pero tampoco sin ningún tipo de complejos, debemos reivindicar a nuestros intérpretes. España tiene guitarristas (y muchos otros instrumentistas) excelentes que merecen estar en las programaciones de nuestros auditorios. Reivindicar el papel que tuvieron los guitarristas españoles es también fundamental; que hoy la guitarra clásica ocupe el lugar que ocupa es en gran medida responsabilidad de muchos concertistas y profesores españoles.

En su carrera musical se observan diversos proyectos, ¿podría comentarnos en qué consiste “Música, cámara, acción”?

En febrero de este año 2020 me invitaron a dar un concierto en la Muestra Internacional de Cine Educativa de La Habana y consideré la posibilidad de ilustrar musicalmente algunas películas mudas. Una de las primeras productoras de cine en Europa estuvo en Valencia, así que junto a la Filmoteca Valenciana hicimos una selección de títulos y los acompañé con música de principios del siglo XX: Penella, Serrano, Padilla, Fortea, Ferrer… El resultado creo que fue muy efectivo, pero desde entonces apenas he tenido oportunidad de volverlo a realizar.

¿Y el de Cooperación Musical?

Daniel Barenboim afirma que la música es una herramienta para ayudar a que los pueblos alcancen las más altas cotas de desarrollo y que nos corresponde a los profesionales de la música defender esa premisa. Yo he tenido la suerte de trabajar en proyectos muy gratificantes en diversas partes del mundo y en cuanto tengo ocasión sigo intentando aportar mi granito de arena en ese campo. Recientemente he colaborado con proyectos en Kenia y en Camboya y el resultado siempre recompensa.

¿Comprueba así que la música es un idioma universal?

Hay muchas y muy diversas maneras de entender la música, pero el ser humano y su capacidad de comunicación sí que son universales. Trabajar con otras culturas y con otras músicas es complicado y siempre es un reto, pero puede ser muy gratificante y, si se aborda con humildad y respeto, se puede incluso aprender mucho. En 2017 estuve dando un taller en Costa de Marfil y, lo que comenzó como una discreta versión de Juan del Enzina, terminó en un éxtasis de baile y música. Para los africanos la música es mucho más cercana, no existe esa relación jerárquica intérprete-público. Se trata de una experiencia viva muy espontánea. Personalmente creo que valdría la pena que nos pudiéramos liberar de ciertas etiquetas y corsés academicistas que constriñen y limitan.

En 2018 consiguió el récord Guinness… ¿Fue un sueño cumplido?

No, no se trataba de una meta, fue una cuestión de azar. Cuando programé los conciertos para 2018 no pensaba en que fuera a establecer ningún récord, fue absolutamente casual. A raíz de un concierto en Nueva Zelanda, unos amigos, en tono humorístico, me retaron a dar un concierto en la Antártida, que es el único continente que me faltaba; lo que empezó siendo una broma se convirtió en una realidad. La aventura antártica fue maravillosa y además de para establecer el récord, sirvió para visibilizar el problema del cambio climático y para recaudar fondos para WWF Malaysia. Fue una oportunidad y una experiencia irrepetible y tuvo una gran repercusión mediática, que siempre es de agradecer.

Es de suponer que cada continente, con su propia idiosincrasia, recibiera la guitarra de una manera diferente, ¿cuál le sorprendió más?

Es sorprendente el interés que la guitarra española despierta fuera de nuestras fronteras. Cuando me programan con orquesta en Europa, por ejemplo, las salas siempre están llenas y la recepción del público es extraordinaria. De cualquier modo, me encanta especialmente ir a tocar a Latinoamérica. Por cercanía cultural y por la recepción del público, siempre es muy gratificante dar conciertos allí. Además, mis inicios como concertista en el extranjero fueron en aquel lado del Atlántico; guardo un excelente recuerdo y una inmensa gratitud.

¿Cómo ha afectado el Covid-19 a su agenda?

El confinamiento y las restricciones de movilidad han sido y están siendo muy duras para el sector cultural. Afortunadamente, hay todavía gente que apuesta por la cultura y por la música y debo de reconocer que he tenido unos meses muy intensos de trabajo en los lugares en donde todavía se pueden (o se podían) hacer conciertos. Portugal, Serbia y México han sido mis últimos destinos internacionales. Debo agradecer el apoyo de INAEM y del IVC (Institut Valencià de Cultura) en estos momentos tan difíciles. En ocasiones, viajar ha sido una odisea y muchas veces he estado tentado a cancelar o posponer, pero también es una declaración de intenciones: la pandemia no puede ni debe parar la música.

¿Qué recomendaría a los organizadores, como intérprete, qué mejorara la situación de los conciertos?

Imagino que la labor de un programador debe de ser compleja, pero creo que más que nunca deben de mirar al producto local a la hora de programar. Reivindico a los músicos de aquí. Hay muchos profesionales de una altísima calidad que presentan propuestas artísticas que pueden y deben tener cabida en los auditorios y festivales nacionales.

Si la pandemia no debe parar la música, ¿qué le han parecido las alternativas online, ante la imposibilidad del directo, que se han sucedido por diversos lugares?

No solo es que la música sea necesaria como alimento del espíritu o que en estos momentos tan complicados sea esencial. Es que creo que los intérpretes debemos ser conscientes de nuestro papel para vertebrar la industria musical y hemos de seguir trabajando para convertirnos en indispensables. He dado varios conciertos online y la verdad es que se pierde el calor imprescindible del público, pero es algo circunstancial; los conciertos volverán, quizás en formatos más reducidos, pero volverán y los intérpretes hemos de seguir estando ahí en estos momentos tan complicados.

En cuanto a grabaciones, ha sido prolífico. ¿Habrá próximamente un nuevo disco en el mercado?

En estos momentos tengo un par de proyectos musicales que me parecen muy interesantes y que creo que además van convertirse en disco. Poseo un par de guitarras del siglo XIX y, buscando repertorio para hacer una grabación con ellas, di con unos manuscritos de unas músicas de alrededor de 1800 que consideré sonarían mejor con una guitarra de cuerdas dobles. Así que he encargado una réplica de una guitarra José Benedid para interpretarla.

¿Qué caracteriza a una guitarra con dobles cuerdas?

Las guitarras de la época todavía tenían doble cuerda y afinación octavada, además, se da la circunstancia de que, probablemente, quien transcribiera la música no fuera guitarrista y escribía la nota que escuchaba. Teniendo en cuenta esta coyuntura, me pareció una idea muy enriquecedora hacerme con un instrumento de la época para interpretar aquel repertorio. La réplica que he encargado se inspira en una guitarra José Benedid de 1796 que el Museo del Marqués de Dos Aguas tiene en su colección. Puesto que mi conocimiento en instrumentos antiguos es limitado, me acerco a esta interpretación de manera humilde y con enorme interés.

Además, ¿hay otros proyectos en camino?

Estoy trabajando en un interesantísimo proyecto para recuperar y poner en relieve la figura de Josefina Robledo. Esta guitarrista valenciana fue discípula de Tárrega, convivió con él en su casa y después realizó una importante tarea de enseñanza de la guitarra en Sudamérica. A pesar de todos estos méritos, su nombre apenas es recordado entre los guitarristas de hoy en día.

La historia de Josefina Robledo parece la punta del iceberg… ¿Hay muchos nombres por descubrir en la historia de la guitarra?

En la Historia de la guitarra española hay muchas lagunas. Las escuelas guitarrísticas anteriores a Tárrega, por ejemplo. Casi nadie conoce a Trinidad Huerta, a Jiménez Manjón, a Ferrer, Carnicer o Brocà y muchas de sus músicas son muy interesantes, cuando no directamente atribuidas a otros compositores que las incluían en su repertorio. Sin duda que fueron figuras claves para darle continuidad a la guitarra que merecen ser recuperadas y reconocidas. Entre esos nombre olvidados seguro que habrá muchas mujeres, pero tan solo tenemos acceso a unas pocas: Pepita Roca, Josefina Robledo, Maria Rita Brondi (italiana discípula de Tárrega), Matilde Cuervas, Trini Ramos… Ahora están surgiendo iniciativas para reivindicar estos nombres y devolverlos al lugar en la historia que por derecho merecen, pero todavía queda mucho por hacer.

¿Y algún proyecto a la vista con orquesta?

En este primer trimestre de 2021 voy a tocar un Aranjuez con la Filarmónica de Plovdiv (Bulgaria) y estoy a la espera de cerrar fechas con la Czech Sinfonietta. Además, me encantaría poder programar el Concierto Levantino de Manuel Palau, fue el tema de mi tesis doctoral y tuve el placer de grabarlo junto a la Joven Orquesta de la Generalitat Valenciana, bajo la dirección de Manuel Galduf. Es una excelente obra para guitarra y orquesta que merece ser incluida en el repertorio de este instrumento; es mi intención darlo a conocer y que entre a formar parte del repertorio habitual de las orquestas de nuestro país.

Para terminar, el Ayuntamiento de su localidad natal, Xirivella, acaba de proponerle para la condecoración de la Orden de Isabel la Católica…

Sí, la verdad es que me siento abrumado por el reconocimiento que mi pueblo me está dando. El año 2019 fui pregonero de las fiestas, me concedieron la medalla de oro del Círculo Instructivo Musical y ahora esta propuesta. Estoy profundamente agradecido y sinceramente emocionado.

Felicidades por esta distinción y le deseamos lo mejor para 2021.

por Esther Martín

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