Hay músicos que no solo ejecutan un instrumento, se funden con él para contar historias a través de las ondas sonoras que emiten. Es el caso de Gregorio Nieto, violonchelista venezolano con alma inquieta y profunda sensibilidad que ha trazado su propio camino a partir de la vocación, determinación y disciplina. Nacido en Barquisimeto y formado dentro del Sistema de Orquestas de Venezuela y el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú, Gregorio ha sabido conjugar los dos mundos para ofrecer al público un impecable nivel interpretativo que responde a la profunda necesidad de huir de lo convencional.
Hoy, radicado en Nueva York, el joven cellista está sembrando la semilla de la que empezará a recoger frutos en pocos meses, cuando inicie su agenda de conciertos con importantes orquestas de Europa y Estados Unidos. El motor que impulsa a Gregorio en su carrera son las ganas de elevar la interpretación solista a niveles que no solo sean técnicamente excepcionales, sino que también profundicen en transmitir la esencia de quien se ha entregado a la música sin ninguna reserva.
Precisamente, hace pocos meses el violonchelista Gregorio Nieto, junto con la pianista japonesa Riko Higuma, publicaba con Aria classics Esencia, Latin American Masterpieces for Cello and Piano, un álbum en el que rinde homenaje a la música latinoamericana. Damos la bienvenida al chelista venezolano, al que pudimos entrevistar de manera más breve en los encuentros de RITMO el pasado mes de diciembre.
Gregorio, en su biografía se puede leer que se fue muy temprano de Venezuela...
Siempre me estoy yendo temprano de todos los lugares, es parte de mi naturaleza... De hecho, creo que hay que irse todas las veces que sea necesario para crecer, sin mirar atrás y esperando siempre lo mejor.
Estoy de acuerdo. También tengo entendido que su primer acercamiento a la música fue a través del contrabajo y no del violonchelo. ¿Cómo fue eso?
Siempre he sido irreverente. Estaba en el Conservatorio de Barquisimeto, mi ciudad natal y terminábamos la fase de aprendizaje de lenguaje musical para elegir un instrumento. Todos mis compañeros elegían el violín. Yo los veía uno tras otro agrupándose y decía: “bueno, pero esto ¿qué es?, todo el mundo va a tocar violín. No, no. Yo quiero tocar el violín grande”. Los profesores me decían que era muy grande, que mejor escogiera otro y yo dije que no, que yo quería tocar ese. Lo empecé a estudiar y me gustó mucho, pero era verdad que ese instrumento era inmenso para un niño de 8 años y realmente se me complicaba ese tema.
Entonces, ¿la razón por la que se cambió, fue el tamaño del instrumento?
Sí. Yo lo único que tenía claro era que no quería ser violinista, como todo el mundo. Quería un instrumento de cuerda y la viola me parecía igual que un violín en ese momento, entonces, cuando tuve que decidirme por otro instrumento, escuché el cello e inmediatamente me sentí cautivado por su hermoso sonido.
Fue muy poco tiempo con el contrabajo…
Sí. Pero en mi vida todas las cosas pasan por una buena razón. El contrabajo hizo que el violonchelo se me facilitara mucho, me resultaba un instrumento muy cómodo y muy accesible.
¿Avanzó rápido?
Avancé muy rápido y eso me permitió que, a pesar de ser tan nuevo con el instrumento, pudiera hacer la audición para la Orquesta Infantil Nacional de Venezuela y les gustó mi actitud y lo que podía hacer. Y allí empezó toda la historia.
¿La Orquesta Infantil Nacional hizo que se enfocara en estudiar el violonchelo profesionalmente?
No. Yo estaba en esa orquesta porque me parecía muy divertido. Soy hijo único, no tengo hermanos ni hermanas y allí tenía un montón de amigos de la música y yo lo veía como una diversión más que como un estudio o trabajo.
Sin embargo, sucedió.... Se fue a la capital a estudiar profesionalmente su instrumento…
Exactamente. Antes de terminar el colegio empecé a viajar para ver clases con William Molina, el profesor de la Escuela latinoamericana de Violonchelo y ni mi familia ni yo pensábamos que me iba a dedicar de lleno a la música, pero en algún punto de mi vida se volvió una pasión, lo que le dio un propósito a mi vida. Y a los 16 años ya había ganado un puesto en la Orquesta Simón Bolívar, en la que llegué a tocar con mi maestro William Molina, lo que representó para mí un gran logro.
¿En qué momento decidió ser instrumentista solista?
Me di cuenta muy pronto. Estuve poco tiempo tocando con la Simón Bolívar y decidí cambiarme a la Sinfónica de Venezuela, porque era una orquesta igualmente profesional, pero ensayaba menos que la Simón Bolívar y eso me venía bien para mi estudio individual. Estuve un año y medio así y me fui a Moscú a estudiar con Natalia Gutman.
Además, obtuvo el diploma de la Royal School of Music…
Sí. Este es un programa que tiene esa institución. Van a diferentes países y hacen una evaluación completa que no es solo tocar el instrumento. Eliges un programa con mucho detalle y explicas por qué lo escogiste, luego expones sobre cada una de las obras, su historia, la interpretación que ofreces y allí determinan si te entregan el diploma o no.
También ganó el Concurso Internacional de Violonchelo de Rio de Janeiro…
Sí. Normalmente no me gustan los concursos. Para mí son algo un poco ajeno a la música clásica. Todos tocan afinados, todas las notas, todos en un nivel muy alto, entonces, ¿qué es lo que estás buscando?, porque la música tiene muchos gustos y colores. Hay un gran número de artistas que seguramente nunca habrían ganado un premio y sin embargo han dejado cosas maravillosas al mundo. Y, al mismo tiempo, hay gente que ha ganado muchos concursos sin tener mayor trascendencia en el mundo artístico. Pero entiendo que es necesario, que es parte de la carrera y, básicamente, por mi edad, era seguramente el último concurso al que me podía presentar.
Ya que menciona la edad, ¿cómo gestiona emocionalmente la idea de que algunas veces la edad es un obstáculo?
Creo que depende totalmente de la perspectiva, del enfoque. En mi caso, lo que yo estoy buscando no tiene nada que ver con la edad, ni tiene un límite de edad, ni mucho menos. Le pongo un ejemplo: hay personas muy jóvenes como la gran violinista española María Dueñas que tiene una madurez increíble al tocar, a pesar de tener apenas 21 años. Pero no siempre es el caso. Hay otros artistas, que, como el vino, mejoran con los años, le pueden dar un mejor enfoque a sus interpretaciones y los resultados son excepcionales. En ese sentido, creo que deberían existir categorías en los concursos que acojan a este grupo, porque el verdadero artista nunca para de crecer y evolucionar, con el tiempo se va volviendo más sabio, más creativo y va tomando mejores decisiones.
De alguna manera es priorizar la salud mental y ser consciente de que la edad es un número y la experiencia aporta muchísimo al producto artístico que ofrece…
Sí. Todo empieza en la mente. De hecho, a mí me encanta una frase de Henry Ford que dice algo como “Si crees que puedes, tienes razón. Si piensas que no puedes, también tienes razón”. Y todo parte de lo que quieres, por ejemplo, entre mis intereses no está la fama. A mí me interesa más que el círculo de personas que aprecia la música clásica conozca mi trabajo, pero ser famoso ya es otra cosa, pierdes la privacidad, la libertad, no puedes ir a un sitio sin que la gente se te vaya encima y quiera una foto contigo, a veces incluso se entra en un mundo de vanidad y de muchas cosas que son ajenas a lo que haces realmente. En ese sentido yo separo la fama del reconocimiento y, lo que yo busco es reconocimiento, sobre todo de especialistas.
Gregorio, viniendo del Sistema de Orquestas de Venezuela, ¿fue posible integrar esos conocimientos en la escuela rusa? ¿Tuvo que “desaprender” para volver a aprender en la cátedra de Natalia Gutman?
Un poco de todo. Para empezar, el Sistema de Orquestas es algo sumamente inclusivo. Busca incorporar a todos y busca que los músicos aprendan a hacer no solamente música, también a convivir con otros músicos. En la escuela rusa es quizás un poco más selectivo, partiendo desde el sistema que se utiliza para elegir a los alumnos. Cuando yo estudié con Natalia Gutman, ella tenía nada más que cinco alumnos. Entonces digamos que es un trabajo que está más enfocado a los detalles, a la formación individual. De hecho, las orquestas en Rusia no suenan como en Venezuela.
¿Cuál es la diferencia?
En Venezuela cualquier orquesta suena increíble, como orquesta. Luego, cuando revisas el nivel individual, hay cosas que se pueden corregir, pero el resultado colectivo es fantástico. En Rusia tuve la oportunidad de tocar con la Orquesta del Conservatorio Tchaikovsky y le puedo asegurar que todos mis compañeros tenían un nivel individual demasiado alto. Sin embargo, el resultado colectivo se percibía un poco menos libre, creo que por esa sensación de un “yo” individual dentro de una agrupación.
Claro, es como reunir a muchos solistas en una orquesta…
Sí. Entonces fue muy difícil, tengo que aceptarlo. Sobre todo, cuando terminé era difícil encontrar un balance entre lo que había recibido del Sistema en Venezuela y lo que había recibido de Rusia. Me tomó varios años conjugar ambas cosas. Estaba desprogramado, sentía que no pertenecía ni aquí ni allá. Si ve en mi biografía, hay un período en el que prácticamente no pasa nada. Fue ese momento en el que necesitaba encontrarme. Creo que fue hasta 2023 que siento que encontré mi camino y la manera de conjugar las herramientas que obtuve de ambos lugares; artísticamente retomé un norte. Le puedo asegurar que este camino no es recto.
Estoy de acuerdo, de hecho, pienso que ningún camino lo es. En estos momentos ¿está viviendo en Nueva York?
Sí. Desde inicios del año 2024 vivo en Nueva York.
¿Y está impartiendo clases?
No. De vez en cuando me contacta alguien y me gusta compartir lo que sé. Pero tanto como ser profesor no. En estos momentos estoy enfocado en la interpretación, en grabaciones y estoy empezando a construir mi agenda de conciertos a partir de finales de este año.
En cuanto a trabajos discográficos, ha publicado Esencia, Latin American Masterpieces for Cello and Piano, para Aria classics, que reúne obras magistrales Latinoamericanas para cello y piano. Y en breve saldrá Opus 33. ¿Qué nos puede contar al respecto?
Sí. Es curioso porque mi primer disco se llama Esencia, pero realmente el que reúne mi verdadera esencia es este nuevo álbum. Ha sido grabado con la London Symphony Orchestra y reúne una selección de repertorio clásico que incluye el Concierto n. 1 en la menor Op. 33 para cello y orquesta de Camille Saint-Säens, El Cisne del mismo compositor, las Variaciones sobre un tema rococó Op. 33 de Tchaikovsky y el Chant du Menestrel de Alexander Glazunov. Escogí este nombre porque las obras más importantes del álbum, curiosamente, tienen el mismo número de Opus, así que lo tomé como una señal.
¿Tiene fecha de lanzamiento?
Sí. A partir de este mes de julio estarán disponibles algunos singles del disco en todas las plataformas de audio digitales.
¿Va a hacer conciertos promocionales?
Sí. Es un disco que sale con el sello discográfico Aria classics, con quien tengo un vínculo muy bonito. El productor musical es Fernando Arias, que es el fundador y dueño del sello. Por otra parte, Cora Capriles es la productora ejecutiva de todos mis proyectos. El director musical es Josep Vicent, un gran maestro que dirige la orquesta ADA·Simfònica de Alicante, que es donde voy a presentar un poco de lo que hicimos con la London Symphony Orchestra. Esto será ya para el 27 de febrero de 2026, pero hay más fechas y lugares que estaré compartiendo a través de mi página web y de mi Instagram: @chelistagregorionieto.
Gregorio Nieto utilizó en la grabación del disco Opus 33 un violonchelo Omobono Stradivari propiedad del reconocido luthier francés Christoph Landon.
¿Tiene alguna obra favorita del disco?
Es una pregunta difícil. Los gustos van cambiando. Mis gustos van como por temporadas. Puedo estar en un momento hipnotizado por el Concierto para violonchelo de Dvorák y en otro momento ya no lo quiero escuchar ni tocar... Aunque tengo un especial afecto por el Camille Saint-Säens y las Variaciones sobre un tema rococó de Tchaikovsky. Son obras con las que he dado pasos importantes en mi vida. Por ejemplo, mi primer concierto solista fue con la Simón Bolívar cuando tenía 17 años y toqué el Saint-Säens.
¿Le gustaría volver a tocar en Venezuela?
Por supuesto. El público venezolano es muy cálido y muy generoso. Te sientes como un rock star en Venezuela porque la gente siempre es muy espléndida. En Europa la reacción es mucho más objetiva y realista.
¿Cuáles son los planes a futuro de Gregorio Nieto?
Mi interés es estar de lleno con los conciertos y recitales. Allí es donde está todo mi enfoque y, de hecho, los siguientes proyectos son obras nuevas. Hay compositores con los que tengo acuerdos para hacer los estrenos mundiales de sus conciertos para cello y orquesta; creo que van a ser conciertos muy interesantes. También quiero seguir grabando obras de compositores latinoamericanos, quizás más colaboraciones.
Estaremos atentos a todas sus actividades. Gracias por su tiempo, ha sido un placer.
por Daniela Zambrano
www.gregorionieto.com
www.ariaclassics.com
Foto portada © Geandy Pavón