Música clásica desde 1929

Lina Tur Bonet
Junio 2025 - Núm. 995

Lina Tur Bonet

La violinista inclasificable

Este encuentro con Lina Tur Bonet viene motivado por su presencia en Madrid tras su último concierto. La violinista ibicenca, inclasificable, artista integral y versátil, asombra en la calidad de sus interpretaciones. Lina Tur es directora musical, violinista barroca, violinista moderna, así como concertino de las mejores agrupaciones historicistas de la actualidad, pero también de algunas de las grandes orquestas sinfónicas o de cámara del planeta. Creó su propio grupo de cámara, Musica Alchemica, con el que lleva nueve álbumes grabados, que se suman a los 22 de la propia Tur Bonet a solo, cada uno de los cuales es más original y reconocido que el anterior. Precisamente dos grabaciones recientes nos motivan también en esta entrevista, la primera, L’Entropia, y la segunda, la dedicada a los Conciertos para violín de Paul Wranitzky.

Mientras sus giras internacionales no cesan, tampoco lo hace su labor pedagógica e investigadora. Como profesora y catedrática de violín y viola barrocos en la Musikhochschule de Weimar (Alemania), compagina su labor docente en la Escuela de Música Reina Sofía de Madrid.

Su amor por la música y su inagotable curiosidad le permite interpretar e investigar un repertorio que abarca más de 400 años de música, desde Monteverdi hasta Kurtág, siempre con los instrumentos originales. Se ha convertido ya en un referente de la música, siendo reclamada en todo el mundo como solista y para liderar agrupaciones de primer orden mundial.

 

Enhorabuena por el extraordinario concierto que ofreció junto a su grupo, Musica Alchemica, interpretando, entre otras obras, Las Cuatro Estaciones de Vivaldi en el Festival de Arte Sacro de La Comunidad de Madrid…

Muchas gracias, la verdad es que interpretar a Vivaldi siempre es una delicia, y con un público tan receptivo como este, siempre es una delicia ofrecer un concierto así.

Fue algo muy especial, porque sus apariciones en los escenarios españoles son muy escasas…

Sí, es verdad. Este año tengo en total unos setenta y cinco conciertos, y de ellos tan solo once son en España.

Ha publicado recientemente dos grabaciones, L’Entropia y Conciertos de violín del compositor Paul Wranitzky…

Grabar L’Entropia junto al tiorbista Jadran Duncumb ha sido fantástico. Es un disco muy especial para nosotros. Conocía a Jadran muy bien como músico integrante de Musica Alchemica, pero cuando cuentas con alguien extraordinario como él con el que sientes una conexión musical tan intensa, intentas por todos los medios realizar proyectos tan singulares como este álbum. L’Entropia es un disco publicado por Glossa que contiene música fascinante de autores muy poco transitados del Barroco como Johann Paul Westhoff, Giuseppe Colombi o Samuel Capricornus, junto a otros autores más conocidos como Nicola Matteis o Biagio Marini, y que refleja a la perfección el significado de su título. “Entropía” significa evolución o transformación. Es un buen símbolo del cambio de dirección frente a giros inesperados, de lo impredecible, que es lo que refleja nuestras interpretaciones de esta música. Hemos realizado el disco a modo de jam session, donde, a priori, la improvisación y la interpretación son impredecibles. El técnico de grabación ha sabido comprender perfectamente esta visión mediante unas tomas largas y únicas de cada pieza. Y el segundo disco, que recoge los Conciertos para violín de Paul Wranitzky (1756-1808), de Moravia, hoy República Checa, rescata sus fantásticos Conciertos, junto a la orquesta Wranitzky Kapelle, que dirige Marek Štilec. Está publicado por el sello Arco Diva, del grupo Naxos.

¿Quién es Lina Tur Bonet, y cómo comenzó desde niña su acercamiento a la música y al violín?

No empecé tan pronto con el violín. Con la música, sí, muy pronto, no recuerdo cuando empecé a leer partituras; mi padre era clarinetista, y siempre la música estaba presente en todas nuestras conversaciones y juegos. Sí que le puedo decir que con tres o cuatro años leía todas las claves. Mi padre me enseñaba el solfeo de los solfeos, a capela, y fue muy progresivo y natural. Con el violín fue mucho más tarde. Yo iba para bailarina, de hecho. Comencé a estudiar violín más adelante, pero el aprendizaje fue muy rápido. Cuando me fui a Alemania, a Friburgo, con diecinueve años, aprendí mucho de mi maestro Nicolás Chumachenco, quien confió muchísimo en mí. Ahí es verdaderamente donde comenzó todo. Gané el segundo premio de Juventudes Musicales anteriormente, y en mi formación es fundamental, asimismo, Günter Pichler, de quien recibí lecciones en Viena. Y con respecto a quién soy, creo que soy una música muy atípica; soy muy difícil de clasificar, ya que no me puedo considerar con un perfil único que me clasifique, como por ejemplo directora, violinista moderna, violinista barroca, como intérprete solista o de música de cámara. No es que quiera abarcar muchas cosas, es una cuestión de naturaleza propia. Intento hacer lo que me llena, lo que me gusta, allá en donde tengo algo que decir. Nunca he seguido los caminos obvios. Por ejemplo, mi profesor en Viena, cuando comencé a estudiar violín barroco, me aconsejaba que lo que debería realmente hacer es opositar a la Filarmónica de Viena y olvidarme del mundo barroco, que consideraba técnicamente inferior.

Pero vive en ambos mundos…

Eso es, puedo decir que interpreto fantástica música de ambos mundos, como los Conciertos para violín de Bruch, Bartók o las Sonatas del Rosario de Biber o Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, pero también puedo ejercer las labores de concertino en una orquesta sinfónica moderna, como lo he sido como invitada durante un año de la Orquesta Nacional de España, o de la Orquesta del Liceu de Barcelona o de la Orchestre d’Auvergne, o en una orquesta historicista, como Le Concert des Nations, Concerto Köln o la Hofkapelle Munich. Todo esto lo hago no para ser contestataria o romper barreras, sino porque es algo que me nace desde dentro y que siento y necesito realizar; por convicciones íntimas. Como bien dicen de mí, soy insobornable… Lo que más me define es que amo profundamente la música. Y estoy feliz de poder realizar todas estas actividades que pueden parecer tan dispares bajo mi cierto punto de vista, y eso sí, a través de un concienzudo estudio previo, tanto práctico como teórico.

Si su llegada al violín fue a través del violín moderno, ¿qué es lo que le hizo interesarse por el violín barroco y cuáles fueron los motivos?

Cuando me encontraba realizando mi máster en Viena, me interesé por el barroco primordialmente por dos razones: primeramente por mi amor a la música de Bach y por la de todo un siglo, el XVII, que para mí era un siglo de música maravillosa y que apenas conocía, atraída sobre todo por la música de Biber; y quizás más importante, porque en aquellos años, al menos, el ambiente que se respiraba en la música barroca era muy distinto al de la llamada música clásica convencional, consistente en un ambiente mucho más libre, mucho más creativo, y que satisfacía el aspecto más intelectual al tener que investigar sobre ella. Tras estas poderosas atracciones, alguien me prestó un violín barroco y al día siguiente ese préstamo se convirtió en una preciada posesión.

¿Cuáles considera que son los maestros que más le han impactado o influido?

Mi maestro Nicolás Chumachenco fue una persona que confió mucho en mí en un momento en que yo necesitaba aprender la técnica del violín; fue un entrenador violinístico muy inteligente y muy generoso. Más adelante, mi manera de tocar cambió mucho y he tirado por derroteros muy distintos, pero creo que a él le debo mucho. En el aspecto historicista comencé con Hiro Kurosaki, pero casi al comienzo entré a formar parte de la European Union Baroque Orchestra, donde tuve la gran suerte de tocar con Fabio Biondi, Reinhard Goebel, Roy Goodman…, magníficos músicos con maneras muy distintas de acercarse al violín barroco, algo que también es muy interesante. De todos mis maestros he aprendido, pero también agradezco mucho sus aportaciones a mis compañeros. Haber tocado con Enrico Onofri, con Marco Testori, con Jadran Duncumb, con Natan Paruzel… En mi grupo tengo la suerte de rodearme de todos estos excelentes músicos que me aportan tantísimo. Pero también haber tocado con la Mahler Chamber Orchestra bajo la batuta de Claudio Abbado, o de batutas como Daniel Harding, John Eliot Gardiner o William Christie… Habría que nombrar a muchos, pero a todos ellos les debo tanto y a través de los años van conformando quién soy actualmente como músico. Muchas veces, tocando con alguien, se aprende mucho más que en una clase, si eres una persona intuitiva. Por ejemplo, aprendí muchísimo durante una sola y larga jam session con Joachim Kühn, el gigante del free jazz. También muchos músicos modernos, de los 70 sobre todo, me inspiran mucho. Y debo decir que con el violín barroco soy una persona más autodidacta que con el moderno, y estoy orgullosa de ello. Ahora me alegro porque prefiero tener muchas verdades que una sola para saber adaptarme a ellas, según la circunstancia concreta.

¿No cree que el mundo de la música antigua esté empezando a parecerse al de la música clásica “convencional”?

Sí, precisamente a eso me refería antes. Ahora los estudiantes escuchan lo que ya está hecho o grabado y lo repiten. Hacen lo que hacíamos en nuestra generación en el conservatorio. Y es que la misma palabra lo dice. “Conservatorio” significa lugar de conservar. Y está bien, debemos conservar lo que tenemos, pero también debemos innovar y ser creativos. Y creo que estamos en un momento peligroso de estancamiento de la música barroca, como lo ha estado la “música clásica”. Estamos en un momento en que se tiende a imitar, a copiar, que es solamente una parte inicial del aprendizaje.  Y también es un momento de sucedáneos, donde cada vez más músicos cogen un arco barroco y cuerdas de tripa, o un instrumento histórico, creyendo que con eso basta, sin hacer la necesaria inmersión y estudio, lo cual es casi insultante a lo que durante décadas se ha trabajado y descubierto. Hace falta tiempo y un estudio profundo para el historicismo, no basta con unas nociones. Es por eso por lo que me gusta mucho la música moderna, porque vive más del momento, hay que escuchar y mantener la música viva. El músico es el que escucha, el que se comunica con sonidos, igual que el escultor lo palpa y lo modela en el espacio, nosotros lo hacemos con los sonidos. Debemos aprender a pensar y a comunicar con la música.

Actualmente es catedrática de violín y viola barrocos en la Musikhochschule Franz Liszt de Weimar, a la vez que también es profesora de violín de la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid. ¿Cómo es posible compaginar estas dos ocupaciones pedagógicas tan relevantes a la vez que compagina su labor concertística?

A la Escuela Reina Sofía voy una vez al mes. Y en Weimar puedo compaginar sin problemas mis conciertos; mi contrato es de un 50% de jornada, lo que es perfecto para poder continuar con mi actividad de conciertos, que es además lo que se espera de un catedrático alemán: que tenga actividad artística que lo mantenga en forma como músico práctico.

¿Cómo llega una ibicenca a impartir violín y viola barrocos en Weimar?

(Risas) ¡Cosas de la vida! Las vueltas que da la vida, ¿no? Sabe que mi relación con Alemania es muy grande, al estudiar allí, y realmente echaba de menos a Alemania. Y es una verdad absoluta que estar allí, es estar en una Meca de la música. Por ejemplo, las vistas de mi ventana donde imparto clases son del Himmelsburg (la antigua capilla del Castillo de Wilhelmsburg en Weimar, el lugar de trabajo de Bach durante su época como organista y músico de cámara en la corte) y se ve la torre donde estuvo preso durante veintiséis días. Vivo al lado de la casa de Bach. Esas cositas, para alguien de Ibiza, siguen siendo unas cosas preciosas. Y no solo Bach, también vivieron allí Liszt y Westhoff… También tengo al lado de casa la Bauhaus, todo un lujo siendo yo una gran amante del arte; o la tumba Lucas Cranach, que está también allá mismo… Goethe, Schiller… Tantísimos artistas tan míticos están allí; hay un ambiente realmente inspirador para alguien con aspiraciones artísticas como las mías.

Por si todo lo anterior fuera poco, es la fundadora, directora, violinista solista principal y alma mater de Musica Alchemica, grupo con el que lleva cosechando éxitos internacionales y grabando decenas de discos plagados de premios por su aplastante calidad y originalidad. ¿Cómo fueron los inicios del grupo y cómo fue la elección de tan particular nombre?

Musica Alchemica nace en Viena. Entonces yo era becaria de Villa Musica, en Maguncia, institución fantástica de música de cámara alemana. Ellos buscan a grandes intérpretes y los invitan para hacer música de cámara con los becarios de la institución. En ese momento me solicitaron que formara un grupo instrumental para interpretar la ópera Alessandro de Haendel, dirigiendo Alan Curtis. Y fue así como conformé la primera formación de Musica Alchemica. Actuamos en el Festival de Postdam, en el Teatro de Mainz, en unos palacios preciosos a orillas del Rin. Poco después hicimos una serie de actuaciones por Centroeuropa y, tras una frenética actividad personal con Les Musiciens du Louvre y Les Arts Florissants, comencé a trabajar siete años con la Mahler Chamber Orchestra, hasta que en 2014 tuve tiempo de volver a retomar el grupo y conseguir una plantilla estable, con la que comenzamos la andadura de las grabaciones, con el primer registro que hicimos con las premières de Vivaldi para Pan Classics. En cuanto a la palabra “Alchemica”, de alquimia, refleja muy bien lo que espero del grupo, sumando las personalidades de cada persona que lo compone, ya que considero que el grupo está formado por solistas. A través de la alquimia musical, sublimando simbólicamente en oro, podamos lograr algo que sea eterno. También refleja el espíritu creativo que nos define.  

¿Cuáles serían los requisitos que debiera tener un músico para entrar a formar parte de Musica Alchemica?

El requisito que todo músico debe tener para estar en mi grupo es encontrar a músicos que tengan las mismas inquietudes y que cuenten con las mismas libertades que yo tengo. Esa creatividad es fundamental en nuestras interpretaciones, sintiendo una conexión artística muy fuerte interpretando música juntos.

Cómo es un día normal en la vida de Lina Tur Bonet, si es que puede haberlo, con tantísima actividad tan diversa…

(Más risas) Para empezar, un día cualquiera me levanto y no sé en qué hotel estoy. O si estoy en Weimar o estoy en casa. En casa estoy muy poco, cosa que tendría que ir cambiando, porque me encanta estar en casa… Es que no tengo día normales… Cada día es una aventura, dependiendo de dónde me encuentre. A lo mejor ese día me levanto a las cinco de la mañana, porque tengo que coger un avión, o si estoy en casa duermo un poquito más. En casa, me subo al estudio con un té y el desayuno, abro el ordenador y después me pongo a estudiar violín. Si estoy fuera, estudio allá donde esté, bien en la habitación del hotel con la sordina, o en alguna sala donde me permitan practicar; siempre intento estudiar. Pero también están los días de clases, de conciertos… La verdad es que no tengo dos días iguales. Hay días en los que como a las dos de la tarde, días en los que no tengo tiempo para comer o que como a las cinco, aunque estoy tratando de mejorar mi alimentación. Estoy intentando muscularme, porque para aguantar este ritmo de vida, de transportar maletas, mantener un nivel óptimo de energía vital para tocar, dar clases… Intento hacer deporte prácticamente todos los días, aunque es complicado cuando estoy de gira. Y soy una persona muy curiosa, a la que no le da tiempo a hacer todo lo que quiere. Leo bastante. Antes leía novelas, aunque ahora leo acerca de lo que estoy trabajando; indago en los repertorios, investigo mucho. Ante todo lo dicho, no obstante, cuando descanso, sé descansar…

¿Cómo elige el repertorio que van a grabar?

Lo más importante es lo que mi corazón contiene en ese momento y que pueda expresar. Siempre tengo ideas para el futuro, aunque el productor del sello discográfico me va guiando hacia una propuesta.

Ha sido concertino de alguno de los grupos historicistas más destacados del planeta, así como de orquestas sinfónicas extraordinarias. ¿Con qué agrupación se quedaría de ambos mundos, y cómo logra ser el primer violín de formaciones tan distintas?

Quedarme con una sola no sería justo, porque todas me han gustado y he tenido fantásticas experiencias, pero si hablamos de ser a la vez directora y concertino de una agrupación que no sea mi grupo, me quedaría quizás con Tafelmusik (Toronto), que es una orquesta excepcional. Aunque últimamente, por ejemplo, estoy yendo en muchas ocasiones a dirigir la Orquesta de Cámara de Toulouse, con la que estoy creando un vínculo muy grande, y me fascina el proyecto. También ser concertino de Le Concert des Nations es un privilegio; creo que es una de las mejores agrupaciones del mundo con la que he tenido el honor de compartir interpretaciones y vivencias inmejorables. De todos modos, creo que sería injusto acotar a una sola formación mi respuesta a esta pregunta.

¿Existe una grabación de su grupo en disco que sea su favorita?

Ay, los discos son como los hijos… ¿una sola? ¡Si hemos grabado ya veinte CD…! Sí puedo decirle que La bellezza es muy especial, muy personal. Aunque hay otros que también lo son, como las Sonatas del Rosario de Biber o el más reciente Himmelsburg, del que estoy muy orgullosa, con obras para violín de Bach, y que ha obtenido unas críticas fabulosas, especialmente en su país, Alemania.

Y mirando al futuro inmediato, ¿podría adelantarnos algunos de sus próximos proyectos?

Este mes tengo programados tres conciertos distintos en el Konzerthaus de Viena y también actuaré en el Festival Bach de Leipzig. En julio volveré a hacer la integral de las Sonatas del Rosario en Styriarte Graz, la Ofrenda Musical de Bach en Weimar y un concierto a dúo con Olga Pashchenko en Francia. En agosto voy al Festival de Salzburgo, luego ofreceré unos recitales por Corea del Sur, país que todavía no he visitado, y después iré al Festival de Utrecht. A inicios de septiembre tengo en el calendario conciertos de Mozart en Basilea y luego, tras otra gira con Savall, volver a dirigir a Tafelmusik, lo que me hace muchísima ilusión. Y también verá la luz mi próximo CD dedicado a Fanny y Felix Mendelssohn con la Orquesta de Cámara de Toulouse.

Ahora entiendo perfectamente que tenga muy poco tiempo libre, lo que aumenta mi agradecimiento por este tiempo que nos ha dedicado. Ha sido un placer.

por Simón Andueza

 

www.linaturbonet.com

 

foto portada © Elisabet Bataller & Espurnes Barroques

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