Música clásica desde 1929

Editorial

Cuestión de concepto
Octubre 2012 - Núm. 856

Cuestión de concepto

Los distintos gobiernos suelen tener sus propias ideas sobre el concepto de cultura. Es lógico y natural, pues están formados por personas y cada persona la entiende a su manera y forma. Pero los gobiernos, por encima de las personas, mantienen las ideologías políticas de los partidos que los sustentan, aunque esas ideologías, en cada partido, cuando hablamos de cultura, tengan grandes similitudes. Sin embargo, es un hecho comprobado que la izquierda y derecha apoyan el hecho cultural a su manera, y siempre a una cierta distancia de la realidad social. Los unos y los otros enfocan la cultura como elemento político y, en muchos casos, diferenciador de las distintas clases y formas sociales, filtrándolas siempre a través de sus estudios de sociología electoral. Ningún gobierno permite el desarrollo de la cultura en libertad; suele ser peligroso para sus intereses de control social.

La economía centra el actual debate político y está marcando las pautas del desarrollo o constricción de los distintos aspectos de la vida del ciudadano. Y la cultura, claro, no se libra, y vive en estos momentos en España una situación enormemente delicada. Si no hay dinero para las escuelas, para los hospitales, para la atención a los discapacitados, para los servicios públicos elementales, etc., ¿por qué va a haber dinero para el desarrollo cultural? El gobierno español está realizando un ejercicio de equilibrio, bastante inestable, para conservar y mantener un mínimo del bienestar social y cultural logrado en las últimas décadas, pero el dinero no le llega. Por ello, en un ajustado encaje de bolillos, está tomando duras decisiones en el debate presupuestario que afectan a los servicios sociales y a la cultura.

Está claro que la España de los próximos años no va a tener nada que ver con la de los últimos 30. La incipiente “beautiful people” de los años de expansión socialista, los nuevos empresarios de la España del “pelotazo”, la acomodada clase media, en fin, han pasado a mejor vida. Los próximos 10 años de nuestro país se van a parecer mucho a esa España de los 50 y de los 60, en donde nuestros padres tenían que trabajar de sol a sol para conseguir llegar a fin de mes. Y, con este panorama, ¿qué va a pasar con la cultura? ¿Qué va a pasar con la música, el teatro, el cine, la literatura, la pintura…?

Para que haya vida musical tienen que existir los músicos, las orquestas, las salas de conciertos, los conservatorios, los teatros de ópera… Las obras de los compositores están en las partituras, pero si no se interpretan se quedan solo en proyecto. Ya hemos dicho en múltiples ocasiones que en todo ese período en nuestro país hemos conseguido disponer de un gran elenco de excelentes nuevos compositores, intérpretes, orquestas, agrupaciones de cámara, teatros, auditorios, salas de concierto y ópera, con sus cuerpos estables y profesionales. Además, tenemos magníficos gestores y promotores musicales que idean una excelente y bien estructurada oferta musical, a nivel nacional. Esto ha sido posible gracias al dinero público, pues la música es una inversión en educación y cultura que no sería posible sin la ayuda del Estado, como cualquier otro sector de la educación. Si ahora el dinero del Estado no llega suficientemente para la cultura, para la música, todo lo conseguido se podría perder.

Los nuevos aires políticos apuntaron hacia una financiación privada de la cultura, de la música: Pero sin una ley de patrocinio correcta, que ofrezca un suficiente estímulo fiscal, eso no va a funcionar. Esa es una ley, mil veces anunciada, que estamos esperando y que no termina de llegar. En todo caso, también se debería tener en cuenta que en un entorno empresarial deprimido, y sin visos de recuperación a corto plazo, la efectividad del patrocinio cultural se vería muy mermada.

Para colmo de males, la cultura vuelve a ser conceptuada por el gobierno como un elemento que no es de primera necesidad para el ciudadano. Ahora resulta que los espectáculos culturales, como los conciertos de música clásica, pasan de tributar en el IVA reducido al tipo general, con lo que la entrada de un concierto pasa de pagar un IVA del 8% al 21%. Increíble; un incremento de 13 puntos en el coste del acceso del ciudadano a los espectáculos musicales, único camino para que la obra de los compositores, pura cultura, pueda realizarse y ser disfrutada por el ciudadano. Evidentemente, el concepto de nuestros políticos sobre la cultura y su necesidad social es, cuando menos, curioso.

España es un país abocado a una economía productiva de servicios. Nuestro I+D industrial y científico es muy limitado y muy localizado geográficamente. Nuestra industria es escasa, está mayoritariamente en manos extranjeras, y con una marcada falta de competitividad. La economía globalizada nos muestra un mundo en donde cada país debe buscar su sitio, y parece ser que España, gracias a sus gobiernos, políticos y cúpula empresarial, no lo está encontrando.

Lo que sí está fuera de toda duda es que España es una potencia turística y de ocio. En un año difícil como el actual el turismo sigue dándonos satisfacciones. Para garantizar el futuro turístico de España hay que añadir la oferta cultural al turismo tradicional. Además de la excelente climatología y las playas, tenemos que promocionar internacionalmente otros muchos valores y, especialmente, nuestra industria cultural. En música clásica hemos creado una oferta que está al borde de superar –o al menos igualar– en calidad y cantidad a la de otros países de nuestro entorno con mucha más tradición. Su conservación –e incluso aumento– nos permitiría sumar al turismo ya conseguido y consolidado un turismo cultural que, con total seguridad, incrementaría el número de turistas y su gasto en el país. Pero, para conseguir estos fines, los gobiernos deberían cambiar su concepto sobre la cultura. La música es cultura, no es solo entretenimiento y acto social, aunque quizá para muchos políticos, sí. El mantenimiento de la música y los otros bienes culturales no debe conceptuarse como gasto por los gobiernos; son inversión productiva, un bien tangible de gran rentabilidad para el país.

Conclusión. Es necesario mantener –incluso aumentar– la inversión en la oferta musical y cultural española de cara al futuro. Quizá para ello nuestros políticos deberían cambiar su concepto de lo que es cultura.

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