Música clásica desde 1929

Editorial

Nuevo modelo INAEM
Enero 2026 - Núm. 1001

Nuevo modelo INAEM

La anunciada reforma del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM) representa un momento clave para la política cultural española. Tras décadas de críticas por una estructura rígida, burocrática y poco adecuada a los nuevos desafíos del sector, el Gobierno ha decidido dar un paso audaz: reconfigurar la organización y dotarla de una Dirección General específica para las artes escénicas y la música, con el recién nombramiento de Javier Monsalve como director general de Artes Escénicas y Música (ver nuestra sección de noticias “magazine”). Pero, aunque la reforma es bien recibida por muchos, no está exenta de riesgos ni desafíos, y merece un análisis sereno y crítico.

En primer lugar, conviene subrayar lo que plantea la reforma. El Consejo de Ministros aprobó en noviembre de 2025 la creación de la “Dirección General de Artes Escénicas y Música” dentro del Ministerio de Cultura. Esta nueva entidad asumirá funciones clave: fomento, difusión, coordinación sectorial y gestión del patrimonio en los ámbitos de teatro, música, danza y circo. Además, contará con tres subdirecciones específicas para Teatro y Circo; Música; y Danza y Creación Interdisciplinar.

Este rediseño no implica la disolución del INAEM, sino una redistribución de competencias: el instituto conservará sus unidades de producción, como la Joven Orquesta Nacional, el Centro Nacional de Difusión Musical, el Ballet Nacional de España, la Compañía Nacional de Danza o el Teatro de la Zarzuela, entre otros. También se integrará en la nueva dirección el Museo Nacional de Artes Escénicas y el Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música, lo cual refleja una voluntad de profesionalizar la gestión del patrimonio escénico y musical.

El argumento oficial es convincente: el INAEM, creado hace 40 años, ha acumulado una estructura desfasada y poco ágil para responder a las transformaciones de la creación cultural contemporánea. Así lo defendió el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, cuando presentó la reforma el pasado mes de febrero 2025: es urgente adaptar la administración pública al nuevo panorama artístico, con lenguajes emergentes, disciplinas interdisciplinares y una mayor demanda de flexibilidad.

Desde el punto de vista de quienes trabajan en la cultura, esta reforma supone una reivindicación largamente esperada. Por ejemplo, la creación de una subdirección específica para la música responde a una demanda histórica: hasta ahora, las ayudas y subvenciones se diseñaban a menudo desde una visión genérica, sin tener en cuenta las peculiaridades del panorama musical ni su crecimiento reciente.

No obstante, la reforma también merece una lectura crítica. En primer lugar, el éxito dependerá en gran medida de la ejecución: crear una nueva dirección administrativa no garantiza per se una mejora real para los artistas y las compañías. Si no se acompañan recursos adecuados (humanos, técnicos y presupuestarios), el riesgo es que sea una mera reorganización simbólica, sin impacto profundo en la vida cotidiana de creadores, intérpretes o gestores culturales.

Por otro lado, la descentralización efectiva es un reto. El INAEM ya ha destacado su apuesta por extender su acción territorial: en 2025, por ejemplo, se celebraron centenares de funciones fuera de las sedes tradicionales mediante circuitos estatales. Pero una nueva dirección central puede tender a reforzar el poder desde la capital, si no se canaliza con mecanismos reales de participación autonómica y local. La reforma debe evitar reproducir estructuras centralistas que excluyan a los agentes culturales periféricos.

Además, la consolidación de una nueva dirección supone un coste político. Asumir que el fomento y la difusión deben “independizarse” del resto de las funciones del INAEM implica una apuesta clara por profesionalizar la intervención pública. Pero si no se define con transparencia la distribución del presupuesto y las prioridades, podríamos ver una reasignación de fondos en perjuicio de algunas disciplinas menos visibles, creando tensiones entre sectores.

Si se gestiona bien, esta reforma podría significar un antes y un después en la cultura pública española: más eficiencia administrativa, más especialización, mayor apoyo a músicos, compañías y creadores. Pero si falla, podría quedarse en una reorganización superficial, con nuevas direcciones pero los mismos viejos problemas. El sector y la ciudadanía deben exigir que este cambio no sea solo simbólico, sino un verdadero impulso para revitalizar las artes escénicas y la música en España.

28
Anterior RITMO, mil veces resistencia

Editoriales anteriores (hasta mayo 2011 - resto desde 1929 en "Ritmo Histórico")

Buenas intenciones
Febrero 2017 - Núm. 904
Golpe de timón
Enero 2017 - Núm. 903
La cultura y su ministerio
Diciembre 2016 - Núm. 902
901
Noviembre 2016 - Núm. 901
Perseverancia y supervivencia
Octubre 2016 - Núm. 900
Música bajo las estrellas
Septiembre 2016 - Núm. 899
No son horas
Julio-Agosto 2016 - Núm. 898
Los pequeños resisten
Junio 2016 - Núm. 897
Piratería en Internet
Mayo 2016 - Núm. 896
Opera Champions League
Abril 2016 - Núm. 895
El apellido importa
Marzo 2016 - Núm. 894
Reales felicitaciones
Febrero 2016 - Núm. 893
Radio Clásica, 50 años
Enero 2016 - Núm. 892
Streaming por Navidad
Diciembre 2015 - Núm. 891
Hágalo usted mismo
Noviembre 2015 - Núm. 890
Deprisa, deprisa…
Octubre 2015 - Núm. 889
¿Master qué?
Septiembre 2015 - Núm. 888
Turbulencias
Julio-Agosto 2015 - Núm. 887
Ópera, ¿por qué?
Junio 2015 - Núm. 886
140 caracteres
Mayo 2015 - Núm. 885
Educación musical
Abril 2015 - Núm. 884
Espejismos
Marzo 2015 - Núm. 883
¿Un Oscar para la música?
Febrero 2015 - Núm. 882
Foros clásicos 2014-15
Enero 2015 - Núm. 881
1234567