El guitarrista y compositor Jaume Torrent es una figura esencial de la historia española de la guitarra. Como docente, como intérprete y como compositor, ya que es autor de un extenso catálogo de obras de cámara, sinfónicas y para guitarra sola. “La composición y la interpretación han sido actividades complementarias que se han retroalimentado; el trabajo como intérprete ha ocupado gran parte de mi tiempo, pero cuando he sentido la necesidad de escribir, he dado prioridad a la composición”, afirma Jaume Torrent, con el que hemos mantenido este ameno encuentro.
Bienvenido a RITMO. Antes de nada, ¿quién es Jaume Torrent?
Soy un músico vocacional. Como intérprete, he ofrecido recitales por todo el mundo y he actuado como solista con orquestas como la Sinfónica de París, Orquesta de RTVE, Nacional Checa, Polish Baltic Philharmonic, de Cámara de Israel, Dresdner Philharmonie o American Wind Symphony, bajo la batuta de prestigiosos directores como R. Frühbeck de Burgos, Ph. Entremont, E. García Asensio, C. Mansur, R. Austin Boudreau, M. Natchev o E. van Tiel. Soy autor de un catálogo de obras para guitarra en el que he desarrollado componentes estilísticos, formales y expresivos no cultivados hasta el momento.
¿Ser compositor ha eclipsado su carrera como intérprete? ¿La interpretación ha beneficiado su faceta creativa?
Han sido actividades complementarias que se han retroalimentado. El trabajo como intérprete ha ocupado gran parte de mi tiempo, pero cuando he sentido la necesidad de escribir, he dado prioridad a la composición. La inspiración no llega cuando quieres y, cuando llega, hay que aprovecharla.
Sus composiciones son mayoritariamente para guitarra, ¿qué visión histórica tiene del instrumento?
El repertorio histórico de la guitarra ha sido discontinuo y no ha profundizado en algunos espacios estéticos significativos. Esto ha condicionado su evolución técnica y expresiva y ha definido las expectativas que el público melómano tiene del instrumento y de su repertorio.
¿Y dónde están sus carencias?
En el escaso desarrollo del contrapunto imitativo y en la poca participación en el movimiento romántico. Esta última ha influido especialmente en el desarrollo de una proyección sonora inferior a la que el instrumento puede producir y ha restringido su capacidad para contrastar dinámicas y desarrollar una expresión de dimensiones dramáticas.
En la década de 1980-1990 compuso un corpus de obras siguiendo principios estéticos del romanticismo. ¿Pudo deberse a una reivindicación del papel de la guitarra en ese movimiento?
Cuando hablamos de romanticismo, conviene acotar con rigor su significado. Invitaría a cualquier defensor de la existencia de una literatura romántica en la guitarra a analizar la obra de Schubert, Schumann, Mendelssohn o Chopin, y señalar en qué obras del repertorio guitarrístico están presentes sus logros sintácticos y formales. El romanticismo atribuido a Coste, Matiegka, Mertz, Regondi o Arcas quedó lejos de las grandes formas de desarrollo temático, del uso libre de tonalidades, de las modulaciones cromáticas, de estructuras abiertas, de la introspección psicológica, de los contrastes dramáticos o de las atmósferas emocionales de aquellos compositores. Tárrega o Barrios reflejaron parte de ese espíritu, pero, aun con su aportación, la guitarra quedó lejos de absorber la mayoría de los recursos estilísticos y expresivos del movimiento. A partir de esta reflexión, concluí que una causa de esta situación fue la ausencia de motivos instrumentales polifónicos capaces de incorporar un amplio espectro de tonalidades. Esta carencia dificultó el acceso a modulaciones lejanas dentro del sistema de quintas y, en consecuencia, a la riqueza emocional que implican. Mis 24 Fantasías Románticas (en todas las tonalidades), las 5 Fantasías-Sonatas, la Colección de Valses y la Crónica de un amor imposible conforman el primer corpus sistemático de música romántica para guitarra y demuestran que el problema no residía en una limitación organológica del instrumento, ni, como sostienen algunos musicólogos, en una supuesta incompatibilidad con sonoridades grandilocuentes, sino en la incapacidad de los compositores-guitarristas del siglo XIX para expandir el ámbito modulante más allá del cultivado durante el clasicismo.
Hablemos de Punctus contra punctum, una sistematización del contrapunto imitativo con fuerte arraigo en la tradición...
Punctus contra punctum (24 Preludios y Fugatos en todas las tonalidades), la Gran Fuga sobre el nombre de Bach y otras obras con fuga representan la primera sistematización del contrapunto imitativo en la guitarra. Su enfoque combina el rigor del contrapunto tradicional con recursos idiomáticos de la guitarra. Esta simbiosis ha permitido un tratamiento musicalmente orgánico y viable para el instrumento, desarrollando imitaciones, modulaciones y progresiones con un carácter propio, desvinculado de la impronta barroca.
Es tradición pero a la vez es innovación…
Sí, estas obras se insertan en la tradición musical, pero no en la guitarrística. Al ofrecer un espacio estético inédito en su literatura, suponen una importante aportación. No me preocupa el peso de la tradición, sino el uso tendencioso que, frecuentemente, se hace al invocarla. Mi trabajo se sitúa principalmente en la tonalidad, lo que me ha posicionado críticamente frente al entorno compositivo institucionalizado. Afortunadamente, ciertas posturas ideológicas están siendo cuestionadas. Como dijo Sartre: “A veces, los retrocesos significan adelantos”, o Josep Martí Blanch: “Hoy, ser retrógrado es, paradójicamente, la única forma de ser revolucionario. La subversión no reside en seguir las modas, sino en dar la espalda a la obsesión por la novedad persiguiendo sin descanso cada nueva tendencia”.
¿Qué otros lenguajes ha desarrollado?
Me he interesado por distintos estilos, formas y géneros, buscando su foco creativo, el “big bang” desde el cual generar colecciones de obras. No me ha bastado crear piezas aisladas; en cada estilo he procurado encontrar principios morfológicos y formales con que construir corpus coherentes y unitarios. He cultivado el contrapunto, el lenguaje romántico, la tonalidad ampliada, la música descriptiva, la atonalidad, el dodecafonismo; he utilizado obras breves, suites, sonatas, piezas para guitarra sola, música de cámara y conciertos con orquesta..., buscando aquello que, construido con ingenio, sensibilidad y fuerza, configurase la belleza tal como la concibo. Aparte de las obras comentadas, mi colección de Suites y de Música de cámara constituye una parte importante de mi producción. En ellas, como en mis cinco Conciertos para guitarra y orquesta, hay una síntesis entre tradición y modernidad que combina nuevas sonoridades con momentos de lirismo. En mis composiciones1 subsiste el deseo de dotar a la guitarra de una dimensión polifónica tendente a conseguir efectos orquestales. En cambio, cuando he trabajado la orquesta, he utilizado elementos procedentes de la guitarra, fundiendo ambos mundos en un único lenguaje donde la contribución de ambos no culmina en conflicto, sino en colaboración. De hecho, no pretendo crear una música meramente agradable, sino desarrollar una propuesta sonora profunda y expresiva que, sin renunciar a la complejidad, sea accesible al oyente. De la presentación de Punctus contra Punctum, la prensa destacó su dimensión mística, subrayando que, por unos instantes, el auditorio se transformó en el "centro del mundo".
¿Tiene limitaciones artísticas o está abierto a nuevas experiencias?
Estoy abierto a cualquier experiencia que surja de una necesidad sincera. Para mí, componer es una forma de canalizar una fuerza interior que busca exteriorizarse. En ese proceso, siento la necesidad de aportar algo. Ese "algo" es búsqueda y descubrimiento, experimento y logro, pregunta y hallazgo. Recientemente, ofrecí un concierto-homenaje a Rafael Rodríguez Albert en la Real Academia de San Fernando. Trabajar su Sonatina en tres duales me impactó profundamente y me llevó a retomar mi etapa atonal-dodecafónica. Soy receptivo a toda música que suene auténtica y esté en sintonía con mi forma de sentir.
Para un intérprete, grabar es testamentar una parte de su vida. ¿Ocurre igual para un compositor?
Para mí, grabar es más importante como compositor que como intérprete. Para un compositor, la posibilidad de dejar constancia de su obra pasa necesariamente por su grabación. Tengo la suerte de ser concertista, y esto me permite ir grabando mis composiciones para guitarra, de música de cámara y algunos de mis conciertos en versión para guitarra y piano: Concierto de Rialp o el Concerto da Vinci2.
¿Qué valora más como compositor: recibir un encargo o que una obra se reestrene?
Valoro ambas cosas, pero nunca han condicionado mi trabajo. No he tenido ninguna motivación que no procediera del amor por la música y por mi instrumento. Mi deseo ha sido construir una obra con elementos de atemporalidad, sin sujeción a modas o imposiciones, y que su mensaje contuviese habilidad, sensibilidad y buen gusto. A partir de ahí, si consigo despertar el interés de intérpretes y del público, tanto mejor.
¿Cómo definiría su naturaleza creativa?
Independiente, emotiva y ambiciosa de incorporar en la guitarra recursos afines a los de la literatura musical que más admiro. Considero que el rechazo a la emotividad, el desprecio por la melodía, la negación de la jerarquía tonal y la supresión de la expresividad de los intervalos ha contribuido a la producción de obras cuya acumulación de notas carece de carga expresiva, salvo, en el mejor de los casos, aquella sugerida por un título ingenioso o una dedicatoria con resonancias de compromiso social o humanitario.
¿Cómo cree que es recibida su música?
En mi música, frecuentemente, se reconocen los valores que pretendo reflejar. Concertistas internacionales como Vladimir Mikulka han afirmado que mis composiciones “están entre las más importantes de nuestro repertorio y contribuyen a transformar la tradicional escritura guitarrística acercándola a conceptos musicales que solo se encuentran en la literatura pianística de los grandes compositores”. También mis Conciertos para guitarra y orquesta son objeto de comentarios edificantes: compositores como Lorenzo Palomo, Jordi Cervelló, Daniel Tosi o Carles Guinovart han coincidido en afirmar que “Jaume Torrent conoce muy bien la forma y el desarrollo de las células temáticas, se siente cómodo en un lenguaje tonal-atonal y manifiesta una fantasía que sorprende por su belleza”. Angelo Gilardino señaló su originalidad y afirmó que “deberían ser programados por las mejores orquestas y directores internacionales”; el musicólogo Patricio Matteri los considera “grandes piezas del siglo XXI, comparables a los conciertos de Rodrigo, Villa-Lobos, Brouwer o Schifrin”; y el guitarrista Joaquín Clerch dijo: “La orquestación, estilo y profundidad del Concierto de Rialp lo convierten en una de las mejores aportaciones al repertorio para guitarra y orquesta”.
¿Cuáles son las motivaciones a día de hoy de Jaume Torrent?
Seguir disfrutando de la música: ese es mi propósito. Mi mundo es sencillo, pero gratificante. Se compone de estudiar, descubrir obras, componer, grabar, dar clases y compartir audiciones comentadas de mis propias composiciones. Todo ello configura un universo de emociones que se renueva cada día. He tocado en grandes auditorios, he recibido premios y he estrenado obras con importantes orquestas y reconocidos directores. Sin embargo, hoy valoro por encima de todo el trabajo íntimo en mi estudio, la posibilidad de ofrecer mi música a públicos cercanos fuera de los circuitos dominados por agencias y sentirme libre de la presión del mundo del concertismo. En esta forma de vida encuentro una satisfacción auténtica que no cambiaría por nada.
por Gonzalo Pérez Chamorro
_____________
1 Una parte importante del catálogo de mis obras está publicada por Ed. Boileau, Piles y Schott, editada en CD por BoileauMusic y se puede escuchar en las plataformas de streaming.
2 Este último interpretado por Mauricio Díaz Álvarez.
https://jaumetorrent.com
Foto: El guitarrista y compositor Jaume Torrent, que afirma “estar abierto a cualquier experiencia que surja de una necesidad sincera”.