Debo referirme a él como a un nuevo fenómeno de la naturaleza. Es verdad que los niños prodigio suscitan una admiración sincera por parte del oyente que queda deslumbrado o anonadado con sus malabarismos circenses. Sin embargo, de inmediato, la atempera con referencias a la falta de profundidad y de solidez conceptual, propias de la tierna y escasa edad y por tanto de su inexperiencia vital. En este caso, Niu Niu, el joven de 15 años tutorado musicalmente por Leslie Howard, nos deja maravillados con su brillante y honda traducción de los complejos pentagramas lisztianos. Mientras que las transcripciones de los lieder de Schubert nos deleitan y encandilan simplemente, lo que hace Niu Niu con Wagner es de un nivel de interiorización asombroso y que parece imposible a su edad. La interpretación de la Muerte de Isolda o la Canción a la estrella de Wolfram (de Tannhäuser) están cargadas de emotiva y dramática expresividad.  Por supuesto que el virtuosismo que despliega en Saint-Saëns y su Danza macabra o en los Grandes Éstudes de Paganini es de oro puro. El cedé concluye con dos piezas del propio Liszt; el archiconocido Sueño de amor n. 3 y el trepidante Grand Galop Chromatique. 

P.S.J.D.