No estamos convencidos de que dentro del corazón de los aficionados, el War Requiem de Britten ocupe el lugar que se merece: equiparable en todo a los de Mozart, Brahms, Fauré y Verdi, por nombrar sólo a los cuatro que son los habituales y conocidos. El War Requiem Op. 66 fue compuesto por Britten para la consagración de la Nueva Catedral de Coventry, 23 años después de que fuera destruida por un raid de la aviación nazi. Britten venía considerando la posibilidad de escribir una obra ambiciosa para coro y orquesta con motivo del lanzamiento de la bomba de Hiroshima y más tarde, en 1948, por la muerte de Ghandi, pero sólo ahora con el encargo de este Requiem, encontró el impulso necesario para la creación. La obra está planificada para jugar con el espacio acústico: un coro de niños y un órgano se sitúan en la parte opuesta al grupo principal; tenor y barítono, que representan a las víctimas de la guerra, cantan junto a una orquesta de cámara los poemas antibélicos de Wilfred Owen, soldado que murió en la I Guerra Mundial. El coro y la orquesta, representantes de la humanidad, cantan el texto litúrgico en latín del requiem, mientras que la soprano solistas con un coro aún más numeroso refuerzan esta idea última.

Por sus características, pues, no es un obra que se pueda ver con frecuencia en nuestras salas de conciertos. Y tampoco son numerosas las versiones en video. Por lo cual nos alegramos aún más de esta de reciente aparición, grabada el 30 de mayo de 2012 con motivo del 50º aniversario de la primera interpretación de la obra. Para ello se ha elegido la misma ubicación de esa primera interpretación, la Catedral de Coventry. Y por decirlo de manera resumida, es excepcional tanto la calidad de la interpretación como la toma de audio y video. Los tres solistas están espléndidos,  pero pocas veces se podrá encontrar un tenor como Mark Padmore en su actual estado de gracia. Su voz no es de impacto inmediato, pero su inteligencia como cantante, su manera de decir los textos son sobrecogedoras. Müller-Brachmann va notando en su voz las capas que el tiempo añade a cualquier voz, y tiene un timbre bello con momentáneos engolamientos. Y, personajes poco atendidos en las críticas, la orquesta y los coros están impresionantes: rara vez he observado tal grado de compromiso de los cantantes de coro, la entrega es desbordante. Y por supuesto, el patrón que aúna voluntades es Andriss Nelson, el cual dirige implicando a todos y dejándoles espacio para sus propias expresiones. No es de extrañar que transcurran varios minutos sin que ningún espectador consiga arrancarse a aplaudir: realmente hay algo más allá de la música en esta magnífica interpretación.

J.M.