Tras un exitoso recorrido por sus obras de madurez y en una decisión digna de elogio, René Jacobs, ha ignorado la elección más lógica que remataría en cierto modo un ciclo (El rapto en el serrallo) y se ha decantado por esta obra de juventud en una revisión posterior, producida cinco años después de la muerte de Mozart y veintidós después de su estreno, que pretendía actualizar su orquestación, añadiendo clarinetes, enriqueciendo la cuerda y abreviando ciertos números; en este sentido, no yerran quienes, por su calidad, atribuyen dicho trabajo al propio Mozart o, al menos, esa es la impresión que deja la audición comparada con la versión original adoptada por Harnoncourt (Teldec).

 

La vibrante dirección de Jacobs, frente a la magnífica Orquesta Barroca de Friburgo, tiende a agilizar tempi de tal manera que aquel (¡quién lo iba a decir!) hoy nos resulta pesante; unos magníficos Karthäuser, Ovenden y Penda recrean milagrosamente sus personajes. En fin, uno de los discos del año.