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Discos recomendados de Ritmo

En esta sección encontrará los 10 discos que la revista RITMO recomienda cada mes, clasificados por meses y por su orden de recomendación del 1 al 10. Se archivan los recomendados desde junio 2011, para ver anteriores ir a "Ritmo Histórico".
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Ritmo Enero 2026 - Núm. 1001

Felipe LIBÓN: 30 Caprichos para violín solo

Mario Pérez, violín.
Ibs Classical 172025 (CD)



La crítica

Mario Pérez y la magia de los 30 Caprichos de Libón

En primicia los Caprichos para violín solo de Felipe Libón, un gaditano de padres franceses que se traslada a Londres para estudiar con Viotti y más tarde a París, donde es miembro de la Orquesta de Carlos X. En 1796 fue contratado como violinista solista en la corte real de Lisboa, iniciando así una carrera internacional que lo situaría en los principales centros musicales europeos. Posteriormente se establece en París, donde entró al servicio de Josefina de Beauharnais, esposa del futuro Napoleón Bonaparte, y más tarde de María Luisa de Austria, confirmando el prestigio del que gozaba en los círculos aristocráticos y cortesanos. Violinista y compositor, empleaba como instrumento nada menos que un Stradivarius, lo que nos indica la categoría artística y el reconocimiento alcanzado en su época; se le llamaría posteriormente el “Stradivarius Libón”. No es de extrañar que en su tiempo se trasladaran a Cádiz numerosas familias centroeuropeas, atraídas por una ciudad que era entonces un centro cultural y un puerto de primer orden, abierto al intercambio artístico e intelectual.

Elcapricho”, como forma musical, se consolidó en el tránsito del Clasicismo al Romanticismo como una forma breve, libre y autónoma, que combina propósitos pedagógicos con carácter de concierto. Heredero de los études franceses y del virtuosismo italiano, el capricho permitía al compositor explorar las posibilidades técnicas del instrumento sin someterse a la rigidez formal de la sonata o el concierto. Así, los Caprichos de Libón se muestran como ideas musicales independientes, donde los pasajes de motos perpetuos, bariolajes, dobles cuerdas, trinos y cantabiles buscan siempre la expresividad y musicalidad, más allá de la exhibición técnica. Estas piezas presentan una anticipación del virtuosismo romántico, manteniendo la elegancia clásica y el equilibrio formal característicos de la escuela de París.

Con nervio y expresividad, el violinista Mario Pérez, miembro solista de la Orquesta Nacional de España, nos plantea la grabación de estos 30 Caprichos para violín solo de Libón en un ejercicio de investigación, divulgación y, sobre todo, de trabajo artístico. Esta grabación supone, además, la primera versión íntegra conocida de la obra, rescatando un repertorio injustamente olvidado. El propio Mario Pérez se pregunta el porqué del desconocimiento de estos Caprichos en el repertorio violinístico. Como tantos otros, diremos que no es la primera vez que nuestros compositores han tenido mayor proyección fuera de nuestras fronteras y en ediciones foráneas.

Felipe Libón se sitúa en la tradición de los grandes pedagogos del Conservatorio de París; Kreutzer, Rode o Baillot, siguiendo la estela de su maestro Viotti, y anticipando incluso rasgos del virtuosismo romántico. Sus Caprichos son todo un despliegue técnico y musical: motos perpetuos, bariolajes rápidos, trinos, acordes, melodías en registro sobreagudo, dobles cuerdas, cantabiles a lo Paganini, así como cantabiles en doble cuerda, configurando un auténtico compendio de recursos violinísticos. Especial mención al Capricho n. 15, por su escritura en acordes y musicalidad; al n. 6, por presentar un tema interno en contrapunto de difícil ejecución; y al n. 18, una extensa línea melódica en registro sobreagudo, donde Mario Pérez despliega un sonido espléndido, intenso y emotivo. Cada uno de ellos posee enjundia, carácter y una personalidad propia. Hay un evidente propósito pedagógico en estos caprichos, deberían formar parte habitual de los planes de estudio de nuestros conservatorios; recuerdan a Kreutzer, especialmente sus últimos estudios en dobles cuerdas (incluida una fuga), aunque con mayor chispa, fantasía y gracejo expresivo.

Ya en la propia carátula del disco, en su interior, el violinista Mario Pérez nos muestra en un simpático ejercicio fotográfico, 30 poses de lo que pueden representar estos 30 Caprichos, de hecho, la palabra “capricho” se puede tomar al pie de la letra, como punto de referencia, como entidad independiente con su propia y febril personalidad, impregnándose plenamente con la esencia de la música de Libón. Cada una de estas pequeñas obras consigue una entidad a través, no solo de los recursos técnicos propios del instrumento, sino del planteamiento firme de Mario Pérez, de su expresividad, de los tempi virtuosos, las articulaciones, los fraseos, las dinámicas elegidas y, por supuesto, de su sonido, un sonido pleno, directo, amable, sutil; una especie de encantador con el violín. Mario Pérez se suma a la retórica de Libón y no se limita a exponer unas partituras, construye un pensamiento musical interpretativo propio.

Como nos dice Sofía Martínez Villar en las notas del disco: “Todos los intérpretes hacen algo de investigación cuando abordan un repertorio, lo que se denomina en musicología moderna, investigación artística”. No queda nada por escrito, pero si hay manifestación sonora del resultado. Estamos ante una música rescatada de nuestro Patrimonio que merece todos nuestros respetos y admiración. Un trabajo, no cabe duda, concienzudo, brillante y creativo. Un disco para disfrutarlo.

Paulino Toribio

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