Daniel Barenboim, piano.
Decca, 4783549 (10 CDs)
¿LAS 32 SONATAS “DEFINITIVAS” DE BARENBOIM?
Esta versión reproduce el audio (magnífico sonido, por cierto) de la caja de DVDs de EMI, que recoge ocho recitales ofrecidos en público en la Staatsoper de Berlín entre el 17 de junio y el 6 de julio de 2005. ¿Qué diferencias existen entre este ciclo y los anteriores: el de Emi 1967-70 y el de DG 1984? El de Emi se situó a la cabeza de todos los escuchados hasta entonces, al ahondar como nadie en el mundo interior de Beethoven, extrayendo hasta el máximo (un poco en la línea de Arrau) la cantabilidad de su música, relegando por completo el virtuosismo como fin y todo el mecanicismo que desvirtuaba tantas interpretaciones anteriores: este ciclo (en el que las últimas Sonatas estaban mejor comprendidas por el intérprete, que las correspondientes del gigantesco pianista chileno citado) abriría una nueva etapa por su grandeza, profundidad, belleza y lucidez. Al escuchar los primeros discos de este ciclo, Klemperer se quedó tan impresionado, que expresó a Emi su deseo de grabar con el joven argentino (¡57 años menor que él!) los Conciertos para piano de Beethoven.
El álbum de 1984, muy marcado según el propio intérprete por su experiencia de dirigir Tristán, ofrece quizá el Beethoven más trágico y también más hosco y misántropo, el que más reflexiona sobre su tragedia personal. Aunque esto no es evidente en todas las Sonatas, sí que lo parece en una buena parte de ellas. Quizá este tratamiento o punto de vista beneficia a algunas; aun así, la 5, la 8, 19, 20, 21 o la 26 del primer ciclo siguen siendo mis predilectas, por no hablar del jamás alcanzado, ni antes ni después, sublime Adagio de la 29, que tengo por una de las cosas más excelsas escuchadas jamás a un intérprete musical. En 1984 destacan la 3, la 6, 17, 18, 23, 30 y 32.
Un tercer ciclo, filmado nada menos que por Ponnelle allá por 1983, está saliendo por entregas (en el extranjero ya está disponible el álbum en Blu-ray). Este cuarto, que comentamos, sin duda el mejor grabado, parece en cierto modo aglutinar sus puntos de vista anteriores: es el más poliédrico, el más sutil en su enorme variedad de estados de ánimo (a menudo muy cambiante). La paleta sonora es la más rica, y lo que quizá más llama la atención es el muy abundante uso del rubato, para cantar con múltiples acentos las melodías (acentuadas aquí y allá de mil maneras) y hallar momentos en los que la tensión es presentada en múltiples grados: un recurso, el del rubato, más asociado a otros autores y del que Barenboim obtiene aquí unos resultados inimaginables. Pero la impresión que quizá más cala y perdura en el oyente es que se trata, en general, de su Beethoven más humanista. De este ciclo me parece que sobresalen las ns. 3, 4, 5, 6, 7, 11, 13, 15, 16, 17 y 32. O sea, que pese a ciertas inexactitudes debidas a ser ejecuciones en público (particularmente en la endemoniada fuga final de la 29), creo que es el ciclo más admirable, maduro y magistral de Barenboim. Y de toda la discografía.
A.C.A.