Wang, Skride, Ma, Groissböck, Opolais, Hoare.
Coro del Festival de Tanglewood y de Nueva Inglaterra.
Orquesta Sinfónica de Boston / Andris Nelsons.
DG 4866649 (19 CD)
UN SHOSTAKOVICH DEL SIGLO XXI
En este álbum se acumula casi una década de trabajo, durante la cual Andris Nelsons ha ido diseñando la producción sinfónica de Shostakovich, un compositor que siempre levantó polémica, tanto por las particulares circunstancias que le rodearon durante la casi totalidad de su proceso creativo, como por el carácter irregular de su legado que una exhaustiva retrospectiva nos permite advertir. Nada de esto parece ser extraño para Andris Nelsons, de quien se puede decir que prácticamente se ha formado dirigiendo esta música. Al igual que su maestro y mentor, Mariss Jansons, el letón ha cultivado desde sus inicios la música de Shostakovich, como puede corroborar quien haya seguido los pasos de su carrera; pues, cuando aún no había cumplido los treinta años, en 2006, ya despuntaba al frente de la Sinfónica de la Radio Bávara dirigiendo los dos Conciertos para violín con Arabella Steinbacher como solista, en su grabación para Orfeo. Años más tarde (2011), durante su etapa al frente de la Orquesta de la Ciudad de Birmingham, en su grabación también para la misma firma, pudimos comprobar lo que daba de sí en una obra como la Leningrado.
A partir de entonces, de forma paralela a las grabaciones que integran la publicación que nos ocupa, le hemos podido seguir en conciertos al frente de diversas formaciones orquestales, comprobando la evolución que ha ido experimentando esta música en sus manos a través de todos estos años. Es decir, prácticamente durante todo el primer cuarto del siglo XXI. Por todo esto y lo que trataremos de explicar a continuación, más allá de las consideraciones comerciales, nos atrevemos a afirmar que los 19 discos de este álbum contienen la mayor parte de lo que verdaderamente interesante se ha hecho con la producción orquestal del compositor en lo que va de centuria. En ellos se reúnen los registros de las Sinfonías y la música incidental que han ido apareciendo de forma escalonada a medida que se iban publicando, más los cuatro conciertos para instrumento solista y orquesta, además de el de Lady Macbeth del distrito de Mtsensk, que data de enero de 2024 y es, por tanto, el más cercano a nosotros en el tiempo. Los primeros registros aquí incluidos son los de las Sinfonías Novena y Quinta, que datan de octubre y noviembre de 2015.
En primer lugar, hay que agradecer a Nelsons el meritorio esfuerzo desplegado al emplearse a fondo en partituras tan endebles como las Segunda y Tercera Sinfonías. Hay que reconocer que en algunos momentos (pocos), incluso consigue hacernos creer que nos encontramos ante buena música. Algo que no estoy tan seguro que consiga con la Sinfonía 12, junto a las mencionadas, lo más discutible de todo el ciclo sinfónico del compositor. En su acercamiento a Shostakovich, sin dejar nunca de ser él mismo, el letón destaca más los aspectos puramente humanos y musicales de su obra que otras consideraciones de orden político, que fueron las que rodearon al compositor a lo largo de casi toda su existencia, continuando, así, la línea que ya en el siglo pasado iniciaron directores como Bernstein o Previn y, más adelante, Haitink y Solti, quien dedicó buena parte de sus últimos años a la defensa de esta música, inédita en su repertorio hasta entonces. No obstante, hemos de destacar el importante ejercicio de síntesis que practica Nelsons en este sentido. Pues en su visión de la obra del ruso se percibe también el conocimiento del modo en que la entendían quienes convivían con el compositor y por primera vez la daban a conocer al mundo.
Globalmente, el ciclo sinfónico es sensacional; muy por encima de los que se han publicado últimamente, y a la altura de los más grandes. Empieza y termina con soberbias versiones de las Sinfonías 1 y 15, ambas de lo mejor de todo el ciclo, a pesar de que Bernstein y Sanderling siempre estén presentes. Además de las que ya hemos mencionado, son de destacar las versiones de la Novena, la primera en grabarse, donde ya se percibe lo que el letón quería para esta música; una impecable Octava, sólo palpablemente superada por el milagro de Solti con la Sinfónica de Chicago; la extraordinaria Cuarta, en la que el director parece querer dejar suspendido el tempo de su insólito y desconcertante final; una Decimotercera cargada de humanismo, y la extraordinaria dirección en una Decimocuarta donde Opolais no resiste la comparación con Varady o Vishnevskaya. Algo menos me han gustado las versiones de las Sinfonías Quinta, Séptima, Décima y Undécima, aunque todas presentan un alto nivel general, que ya querrían para sí muchos de los directores que hoy se acercan a estos pentagramas.
En lo que se refiere a los Conciertos, creo que los dos de violín conocen aquí sus referencias absolutas. Resulta hasta pedagógico comprobar el modo en que ha evolucionado la batuta a través de las diferentes interpretaciones que le conocemos del Primero, para llegar a ésta, con una Baiba Skride absolutamente intratable. Como también lo está Yo-Yo Ma en los dos de violonchelo; en el Primero, además Nelsons nos descubre cosas nunca antes escuchadas. El Segundo, en cambio, me ha defraudado un poco, quizás porque aún me ronde en la cabeza lo que entre el propio Ma y Muti hicieron en Chicago en junio de 2018, pero me parece que el letón se queda algo corto en el clímax del último tiempo. Muy bien también los de piano, con la exhibición de Yuja Wang, lo que pasa es que, a pesar de lo “ameno” del Primero, ambas son partituras muy inferiores.
Para finalizar, junto a Rostropovich, y siguiendo un concepto muy diferente, Nelsons consigue la mejor dirección para Lady Macbeth de todos los registros conocidos hasta la fecha. Otra cuestión son las voces, pues el reparto que acompaña al letón no puede competir con aquel: ni Opolais es Vishnevskaya, ni Hoare es Gedda; más entonados están el Boris de Günther Groissböck y, sobre todo, la Aksinya de Michele Trainor. Pero en ningún caso a la altura de la radiante y absolutamente genial dirección del letón.
En fin, un Shostakovich del siglo XXI que permite situarse a Nelsons a la altura de los más grandes traductores de esta música, desde los legendarios Mravinsky, Kondrashin, Barshai, Rozhdestvensky o Rostropovich, hasta Bernstein, Previn, Solti o Haitink.
Rafael-Juan Poveda Jabonero