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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Fin de temporada con éxito rotundo (ABAO Bilbao)

Bilbao - 21/05/2019

El caso de Georges Bizet es el triste caso de un músico con escasa fortuna, o por mejor especificar, con fortuna que le vino cuando ya fue tarde. El 3 de marzo de 1875 consigue por fin el anhelado triunfo con el estreno de Carmen en la Opéra-Comique y se nos marcha justo tres meses más tarde, el 3 de junio; y lo de anhelado es más que correcto porque en sus escasos 37 años de vida escribe hasta quince óperas, de las que solamente llegó a estrenas nueve, permaneciendo el resto incompletas y sin estrenar, siendo además eclipsadas por la potencia lírica que es Carmen, uno de entre los diez títulos cimeros de toda la historia de la música.

Los pescadores de perlas, de 1863, es su séptima ópera escrita, pero su quinta estrenada, y es el título seleccionado por ABAO para el cierre de la 67ª temporada. Como le fuera encargada por Léon Carvalho, a la sazón manager del independiente Théâtre Lyrique en abril de 1863 para subir al escenario a mediados de septiembre de ese año, Bizet recurrió a partes de sus óperas Ivan IV, Don Procopio, el Te Deum, y probablemente La guzla de l´émir, ópera inconclusa en la que estaba enfrascado al recibir el encargo.

En cualquier caso, todas las virtudes de Bizet se encuentran aquí, desde la inventiva melódica de una calidad equiparable a la de Schubert hasta una orquestación refinada que da una transparencia inusual a la orquesta. La historia con libreto de Cormon y Carré es bastante corriente, por no decir floja y plagada de lugares comunes, y como anécdota baste mencionar que tras el éxito de su primera noche -llegó a enlazar dieciocho noches consecutivas- Cormon reconoció que, de haber sabido con anterioridad del talento de Bizet, se hubiera tomado mayor esfuerzo en escribir el libreto.

Aunque la acción se desarrolla en la antigua Ceilán, actual Sri Lanka, es bastante accesorio este detalle en tanto en cuanto lo primordial es añadir un componente exótico al lugar de la trama; de hecho, en la música nada denota Ceilán, o, dicho de otra manera, bien pudiera ser el Tibet, Ceilán, Samarcanda o cualquier otro lugar con esta connotación de lejanía. La puesta en escena de Pizzi es, fiel a su estilo, bella ante todo con la verdadera intención de no entorpecer el desarrollo dramático. Con una doble rampa curvada de izquierda a derecha en el centro, y un templo-zigurat en el fondo que se eleva cuando es requerido, quizá la única pega sea la imposibilidad de situar al coro en primer plano en ningún momento, lo que dificulta un tanto las posibilidades escénicas del coro además de tener especial cuidado en no llegar desincronizados con la orquesta. También bello es el vestuario del propio Pizzi en colores mate y vistiendo a cada coreuta de un único color. Dadas estas limitaciones en el movimiento del coro, el astuto Pizzi añade un ballet de 6 danzantes que, ahora sí en primer plano, añade brío y movimiento a la escénica para evitar la sensación de ‘oratorio’. ¡Bien resuelto!

Para aquellos que no conozcan el Euskalduna, su acústica necesita, debido a sus dimensiones, un ajuste auditivo hasta que te haces con ella, dando la sensación al principio de estar todo en sordina, un punto alejado. Una vez superado este obstáculo, al que contribuye la amplitud y profundidad del foso, la audición se vuelve nítida y clara. Excelente el coro: pocas veces se puede oír a un coro tan ajustado con la orquesta, a pesar, repito, de la excesiva distancia. No solo en el himno con el que se cierra el primer acto se lució, sino también en la precisión y control de dinámicas de los momentos corales del segundo y tercer acto, nada fáciles de resolver.

El elenco vocal fue todo un lujo sin fisuras. El Palacio Euskalduna no precisa de voces grandes sino timbradas para que la voz corra y llene sin esfuerzo la sala, y de sobra se cumplió esto. Felipe Bou tiene la voz ideal para Nourabad, aunque Bizet no le dejó cantar más que recitativos y algunas frases con más pegada melódica, además de los conjuntos. Lucas Meachem, barítono lírico de bellísima voz y excelente técnica, dotó de toda la nobleza posible tanto el dúo del primer acto “Au fond du temple” como a su aria “L’orage s’est calmé” del comienzo del tercero. Toda una revelación para el público al ser su debut en la temporada ABAO.

María José Moreno, veterana en su carrera, aún posee toda la flexibilidad y agilidad que requiere Léïla, papel muy emparentado con la tradición belcantista italiana -en cierto sentido todo Bizet es deudor de esta tradición tanto en su escritura instrumental como en su sentido de primacía melódica sobre otros aspectos en la composición-. Además, siempre ha sido muy buena actriz, dando gran relevancia a este aspecto en su prestación. Por último, Javier Camarena, el causante de la enorme expectación con la que asistió el público a esta función, también debutaba en la temporada ABAO en el escenario, pues años ha ofreció un recital. Que está formidable de voz, que su técnica es tan perfecta que da la sensación al cantar de que no hay técnica, que el fiato es portentoso, que los agudos en sfilato dejan al espectador sin respiración en su asiento es de sobra conocido. Su aria “Je crois entendre encore” provocó uno de los grandes aplausos de la noche (¿Era necesario acabarla tumbado en el suelo justo antes del último agudo?). ¡Lástima que dramáticamente el papel no dé más juego!

La orquesta, con buenos solistas como el corno inglés en el aria del tenor, sonó con extrema delicadeza y dulzura en los momentos deseados, y con todo el rigor rítmico y contundencia cuando la partitura lo requería, pero, en ningún momento se desequilibró el balance sonoro entre el foso y el escenario, y esto es mérito, sin duda alguna, del italiano Francesco Ivan Ciampa, siempre atento a prestar socorro a todos y con un gesto nada ostentoso pero de una eficacia inigualable.

No es de extrañar el disfrute del público, por la tanto, que no sólo se manifestó al final de la función con aplauso prolongado, sino también en numerosos finales de números, bien arias, bien dúos. Y sobre todo en las sonrisas y parabienes de los unos con los otros mientras recogíamos abrigo y paraguas para refugiarnos de la lluvia que nos saludó a la salida.

Jerónimo Marín

Javier Camarena, Nadir. María José Moreno, Léïla. Lucas Meachem, Zurga. Felipe Bou, Nourabad. Escena/ Pier Luigi Pizzi. Orquesta Sinfónica de Bilbao. Coro de Ópera de Bilbao / Francesco Ivan Ciampa.
Les Pêcheurs de Perles, de G. Bizet.
ABAO. Palacio Euskalduna, Bilbao (18-05-19)

Foto © E. Moreno Esquibel

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