El 5º Programa de Abono de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) en su sede vallisoletana trajo tres debutantes. Katharina Wincor (Alta Austria, 1995), Directora invitada; ganadora del Concurso “Mahler” de Bamberg y alumna de las Universidades de las Artes de Viena y Zürich. Alexander Gavrylyuk (Ucrania, 1984; australiano en 1997), solista; ganador del “Horowitz” 1999, “Hamamatsu” 2000 y “A. Rubinstein” 2005, que le propician su acceso a las más famosas Salas del mundo y a colaborar con las mejores orquestas y Directores, como invitado del Concierto para piano nº 1 en Sib m., op. 23 (1874-75) de Chaikovski. Y a Lera Auerbach (Cheliábinsk, 1973) compositora, considerada “artista del Renacimiento en tiempos modernos” pues, además, es pianista, poeta y artista visual, que propuso el estreno en España de su obra Icarus (2006-11), completando así la visión diferente de la Música a través de tres compositores rusos de distintas épocas, ya que Rajmáninov completó el programa con sus Danzas Sinfónicas, op. 45 (1940).
Ícarus, con 12 minutos de duración, sirve para que Lera Auerbach exprese su visión del personaje, con gran orquesta manejada con variada relación interfamilias y en conjunto, con efectivas grandes dinámicas y contrastes, en los que se perciben impaciencia, afán de libertad, éxito y fracaso, en ese laberinto en que se mueve, del que sale vivo, pero muriendo, convirtiéndose en mito universal. Lo inician las tres cuerdas graves, se añaden las dos agudas y la orquesta, presentándolo preso en esa cárcel de Dédalus; metales, cuerdas graves y timbal suman energías buscando la fuga; idea de alas de cera y dudas de si servirán, con el concertino y violines II en melodía de aire ruso, y con la celesta (quizá porque en el Cielo está la única vía de salida); participan bien, oboe, flauta, corno inglés, arpas, flautín y flautas y fagotes, en un gran diminuendo que celebra la ascensión, caída y muerte, con el nacimiento del Ícarus mito en gran celebración final a tutti. El público que llenaba el Auditorio, acogió a OSCyL y Katharina Wincor con grandes aplausos; a una por su fiel seguimiento de cuanto se le pidió y a la otra, por su trabajo de estudio y gesto dominante y claro, gracias a tener su cuadro de dirección un punto más alto de lo normal, compensando así que no sea muy ortodoxo.
El Concierto nº 1 de Chaikovski fue el gran éxito de la noche en cuanto a interpretación, al juntarse temperamento, dominio absoluto de la partitura, mecanismo infalible, virtuosismo y capacidad dinámica del pianista, con el impulso juvenil y claridad de la Directora, que hicieron la versión muy fuerte, marcada y de rítmica variada, con el Allegro non troppo e molto maestoso inicial un punto más “demasiado” y menos “majestuoso” que su mucho metal propone, lo que obligó a que las relaciones posteriores fuesen lastradas por ese ímpetu aunque, eso sí, plenas de pasión. El segundo movimiento nos pareció el más redondo, con el Andantino (inicio pianísimo en pizzicati unido de cuerdas y bien flauta, maderas y cello para unas líricas flautas) y un contrastado prestísimo que, tras la recapitulación, llevó a desbordante coda conclusiva; se enlazó con el con fuego final, que lo tuvo, con nota para los 2 cellos, oboe y violas. La OSCyL estuvo sobresaliente porque, acompañar y plantear lucha con el piano en tales condiciones de contrastes, sin tacha, es muy difícil y lo consiguió plenamente conjunta y afinada hasta el final, colaborando, con solista y Directora, a que la Sala explotase en atronadoras ovaciones, que se repitieron cada salida y saludo que los intérpretes hubieron de hacer. Alexander Gavrylyuk las agradeció por su parte, tocando muy lírica, sentida y romántica melodía amplia, que volvió a refrendar su gran éxito anterior.
Con idénticas características de entrega, conocimiento y nitidez, planteo Katharina Wincor las Danzas Sinfónicas de Rajmáninov. Iban a denominarse en principio “Danzas fantásticas”, con tres movimientos: “Mañana”, “Mediodía” y “Noche”, los tres estadios de la vida, vaticinando en esta última obra de su amplio catálogo su propia muerte, ocurrida en Beverly Hills a los 26 meses. Presumió de no pertenecer a ninguna corriente ya todas, sin imitar a nadie (“escribo lo que siento”), lo que quizá le llevó a que su obra fuese poco valorada, hasta que, estudiada e interpretada, tenga hoy el que merece.. En 1918, Fokine rechazó bocetos sobre éllas para un ballet y, 25 años después, los retomó para escribir el primer movimiento de estas Sinfónicas, ya no bailables, que son maduro ejemplo de orquestación. Se abre con una “casi marcha” (hecha muy marcada, un lento con el triste solo del saxo alto (bien jugado) sobre compactas cuerdas que hacen una melodía muy rusa, tema contemplativo y cromático tal vez inspirado en “El gallo de Oro”, ópera de su admirado Rimsky, para autocitarse con el inicio de su Sinfonía nº 1. El Vals del 2º movimiento tuvo unos metales precisos y empastados antes del bien rubateado y agitado baile, que se interrumpe para llegar a negra noche. El Final de dos secciones, Lenta y Vivace, muestra la gran habilidad para mezclar con gran imaginación las notas del “Dies irae” medieval con las del himno ortodoxo ruso, reflejando el triunfo de la vida sobre la muerte con el “Alleluia” de sus propias “Vísperas”. Todo en su sitio, con la OSCyL espléndida y Katharina flexibla y dominadora, pero todo un punto superficial, falto de esa profundidad que sólo la madurez le hará, sin duda alcanzar. Nuevo y repetido éxito.
José Mª Morate Moyano
Alexander Gavrylyuk, pianista
Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) / Katharina Wincor
Obras de L. Auerbach, P. I. Chaikovski y S. Rajmáninov
Sala Sinfónica “Jesús López Cobos” en el CCMD de Valladolid