La actual temporada de los ciclos Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) en el Auditorio Nacional está llegando a su clausura. La cita que nos ocupa concluye la de las veladas de la sala de cámara, y lo ha hecho de una de las mejores maneras posibles, con un concierto compuesto de obras maestras de dos de los grandes genios de la música del Renacimiento, Orlando di Lasso y Giovanni Pierluigi da Palestrina, interpretadas por uno de los mejores conjuntos vocales de la actualidad, Vox Luminis. El principal reclamo del programa lo componía la legendaria Missa Papae Marcelli de Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594), al enmarcarse la velada en el ciclo transversal #Palestrina 500 de la entidad musical, que lleva celebrando el 500 aniversario del nacimiento del creador italiano por la geografía española.
Las composiciones que ocuparon la primera parte de concierto, Lamentaciones Hieremiae prophetae, de Orlando di Lasso (1532-1594) supusieron una verdadera revelación para los asistentes que agotaron desde hace semanas las localidades para la velada. Pertenecientes a una edición publicada en Múnich en 1585, bajo el título de Lamentationes et aliae piae cantiones que contiene otras diez composiciones sacras, estos textos dolientes tan afamados durante el Renacimiento y el Barroco eran interpretados siempre como parte de la liturgia eclesiástica, en este caso en Viernes y Sábado Santos, se encuentran cargados de patetismo espiritual con textos bien conocidos por los fieles y por los músicos. Se interpretaban antes del amanecer. La música es de una calidad extraordinaria, y su ejecución por parte del conjunto belga lo fue igualmente.
En escena se situaron los catorce cantantes en una peculiar posición escénica, en un círculo semicerrado que demostró ser una estudiada y efectiva decisión que favoreció sobremanera que la acústica parca en reverberación para este tipo de música de la sala de cámara no fuera obstáculo alguno para los constantes legatos resultantes en las iglesias que cuentan con esa resonancia natural que se considera el hábitat natural para que se desarrolle el repertorio vocal sacro. De esta manera, cualquier arista en el sonido favorecida por la emisión directa de la frontalidad de las catorce voces quedó sumida en una cálida redondez que añadida al control absoluto del fraseo por parte de los intérpretes, asombró a los asistentes.
De este original modo y sin contar con instrumento alguno que doblara a las voces, se desarrollo la totalidad del concierto. Una primera parte de cuarenta y cinco minutos y una segunda de más de media hora. La afinación se mostró a lo largo de todo el concierto con una exquisitez que pocos conjuntos logran.
Las Lamentaciones de Lasso se revelaron como composiciones de una inspiración musical fastuosa y de una hondura espiritual fascinante, tanto por el contenido de sus textos como por su propia factura.
Lionel Meunier, situado en el centro del conjunto, y siendo uno más de los cantantes que componían Vox Luminis, demostró su dilatada experiencia en este repertorio mediante la naturalidad en su interpretación y fraseo, basando su interpretación siempre en el significado del texto. El contrapunto imitativo de cada una de las voces, cinco en las lamentaciones y seis y siete en la misa, fue igualmente de una imitación total en la articulación y en el equilibrio sonoro. El texto y su carácter, bien interiorizados y expresados, conformaron los planos sonoros no escritos en las partituras. No hubo, pues, una lectura plana de las piezas, sino un rico discurso textual cargado de matices, sutilezas y fuerza expresiva.
De este modo, las Lamentaciones Hieremiae prophetae fueron un derroche de expresividad y belleza sonora de un nivel musical altísimo. La tesitura realmente grave, interperetada originalmente en exclusiva por hombres, permitió mostrar la formidable riqueza tímbrica de las voces graves que poseen las voces individuales de Vox Luminis, que aunadas ofrecieron un espectacular resultado sonoro. Los barítonos y bajos fueron el suntuoso ingrediente del equilibrado ensamble en el que tenores, altos y superius, se mostraron igualmente efectivos.
La peculiar estructura de las lamentaciones, con una introducción narrativa, seguida por unos versos dolientes encabezados por las letras hebreas que del comienzo del texto original en hebreo de los versos y con la concluyente moraleja moralizante Jerusalem, convertere ad Domiminum Deum tuum (Jerusalén, regresa a Dios, tu Señor). Las letras hebreas (Mem, Nun, Samech, Aleph, Beth, Ghimel…) permiten al autor realizar un derroche de originalidad y belleza en el discurso musical mediante imitaciones descendentes o ascendentes que son la consiguen la perfecta adecuación dolorosa que necesita esta música. Los textos, de patetismo y complejidad contrapuntística, mostraron un trabajo excelente del grupo vocal a lo largo de esta extensa composición. El público guardo un silencio sobrecogedor a lo largo de toda la primera parte, incluso ente la primera lamentación y la segunda, denotando un situación anímica de verdadera oración espiritual conseguida por su interpretación.
La segunda parte dedicada a Giovanni Pierluilgi da Palestrina y a su legendaria Missa Papae Marcelli, fue igualmente de una hondura formidable basada en el texto que se sumó a la calidad música extraordinaria de Vox Luminis. Tras un sorpresivamente ligero Kyrie, el Gloria y especialmente el Credo, gracias a sus textos cambiantes de diversos significados, permitieron la gradación sonora y el fraseo distintivo de sus palabras. Hubo momentos de belleza sonora absolutamente radiante y la transparencia de los textos que agranda el mito de misa salvadora de la música sacra para la liturgia católica fue absoluta. Por poner un ejemplo, el Amen del Credo fue uno de los momentos especialmente inolvidables de esta segunda parte, tanto por su admirable belleza sonora imitativa y como por su lógica expresión como radiante clímax de la maestría compositiva de Palestrina.
El público, ahora sí, y seguramente por la popularidad de la pieza y por la distintiva expresividad italiana luminosa de ésta, rompió inmediatamente en cálidos aplausos y sonoros vítores que son la lógica respuesta afectiva a este extraordinario conjunto vocal y a las igualmente excepcionales obras audicionadas.
Fue este, sin duda, un verdadero broche de oro para despedir a la actual temporada de este ciclo en la sala de cámara.
Simón Andueza
Vox Luminis, Lionel Meunier, bajo y dirección.
Obras de Orlando di Lasso y Giovanni Pierluigi da Palestrina.
Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid.23de mayo de 2025, 19:30 h.
Foto © Elvira Megías