Excelente este Johann Sebastian Bach que destilaba musica de principio a fin, con su Preludio, su comprometido Trío y una poderosa Fuga en si bemol mayor (BWV 545b) en las manos (y pies: puntas siempre en las piezas de Bach) de Joonho Park.
Excelente por tres razones: un preludio convincente, asertivo, un trío ligerísimo, de una preciosa y precisa (dificilísima de esta guisa) flexible liviandad (la sensación lograda de independencia soberana de las tres voces) que contestara de seguido la robustez sonora de una fuga bachiana de tomo y lomo.
Toda una lección de música, primero, y de técnica, sin gestos o apariencias espurias o extravagantes, después. La modestia de la maestría llevada a una musicalidad sin artificio metronómico ni aspavientos expresivos.
Dado el glorioso músico, titular sajón de este ciclo, BACH-vermut (como ya saben, la mensual matiné sabatina y exitosa del CNDM), no hubiera sido necesario más concierto.
— Chapeau!
Como decía Berlioz del cuarto y último movimiento de la Quinta sinfonía de Beethoven… bastante tiene, con la caterva de minutos que le quedan (minutos del movimiento final, en aquel caso, y del concierto, en este otro), mantener este eximio nivel inicial.
Pues eso, lo sorprendente fue que Park lo mantuvo y casi… casi… si no lo superó, sin duda lo complementó con una ajustada exploración tímbrica en otros repertorios más agradecidos en lo colorista, e, incluso, con el propio Bach de nuevo, en una de sus Partitas.
Y también aquí, en la selección de registros, siguió abundando en las mismas características personales que hacen que esta musica francesa, especialmente aquella que goza de cierta aspiración estética “avanzada” en la que se sitúa buena parte del catálogo de órgano de este país, le fuera especialmente afín.
La Fuga en sol menor de Johann Adam Reincken fue una curiosa e interesante pieza de contraste tras el Bach inicial y el Bach que seguía, con vertiginosas notas repetidas temáticas que funcionaron especialmente bien en este instrumento y con este intérprete. Una respuesta del mecanismo de transmisión que, en órganos de esta envergadura, muestran un prodigio de todos los concurrentes, no sólo la claridad y distinción del toque (tocco) de este organista, sino también, las labores a la sombra, nunca suficientemente elogiadas, de pura organería, tanto en su otrora construcción como en su permanente mantenimiento.
Christ, der du bist der helle Tag, partita de Bach, sirvió, desde su primera diferencia, desde su primera variación, para mostrar las posibilidades tímbricas del instrumento. De facto, a menudo estas Partitas se escuchan en conciertos inaugurales de nuevos órganos o grandes restauraciones, con este cometido: lucir las posibilidades tímbricas del instrumento en un lenguaje barroco, acorde con la mecánica del instrumento en cuestión.
Un concierto, pues, donde aquel Bach titular parecía tener más protagonismo que en los planteamientos de muchos de los organistas que han pasado por este lugar, en este ciclo.
De allí saltamos a aquella Francia colorista y sinfónica de la que hablé, para no volver.
De la Segunda sinfonía para gran órgano de Louis Vierne, un espléndido Coral con un final de pedal de muy difícil legato, hecho excepcionalmente en su fraseo. Siempre mostrando lo musical por delante de lo técnico.
De La Ascensión de Olivier Messiaen, seleccionadas las Aleluyas serenas de un alma que anhela el Cielo. Y, dado que ya he descubierto la linea general de esta crítica desde un principio, pocos calificativos quedan. Sólo la aplicación concreta a una nueva partitura y estética. Quien esperara fuegos de artificio, sorpresas inauditas y otros efectos al uso, saldría defraudado. Musicalidad desde el órgano, como tal recurso idiomático, sin aventuras pseudo-sinfónicas ni estruendosas, explorando sus texturas más tersas y sedosas.
Con el Preludio, adagio y coral variado sobre el tema del “Veni Creator Spiritus” de Maurice Duruflé, ya teníamos todos claro que la apuesta de Joonho Park era por y para la belleza musical, para la sugerencia, el matiz o la sutileza. Una belleza que se afirmaba de vez en cuando desde una técnica ágil y depurada, pero que nunca supeditaba todo a ésta.
Luis Mazorra Incera
Joonho Park, órgano.
Obras de Bach, Duruflé, Messiaen, Reincken y Vierne.
CNDM / BACH-VERMUT. Auditorio Nacional de Música. Madrid.
Foto © Elvira Megías