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Crítica / Balance - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 24/05/2025

Bendita pareja de sirenas (Blest pair of sirens) de Hubert Parry fue una obra que encantó de inicio, en el concierto del ciclo de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM) junto al Coro del Teatro de la Zarzuela, dirigidos todos por Paul McCreesh, en el Auditorio Nacional de Música.

Un encanto que se sustentaba en esa característica y envolvente armonía “insular” británica. Esa armonía y, sobre todo, el singular empleo de las relaciones funcionales y la suavidad (¿tradicional o idiosincrática?) de sus enlaces y transiciones.

Moderación e intensidad, conservadurismo y emoción, templanza en suma, que sólo un compositor y, además, un intérprete, británicos ambos, pueden llegar a conjugar con éxito. Y, si me apuran, quizás también, sólo un oyente, un público de esas mismas nacionalidades y algo más oscuras y desapacibles latitudes, puede valorarlo en su justa medida.

Porque aquí, en esta concepción de la música, la perfección técnica y el equilibrio contenidos adquieren un sentido emocional y, por supuesto, artístico. Aunque reconozco que, siendo prácticos, (pese al apellido del director, ambos, compositor y batuta, son ingleses de nacimiento, Bournemouth y Londres, respectivamente), algún otro mencionaría aquí de corrido aquello de la flema inglesa y… resuelto… No es mi estilo.

Una obra de rendida alabanza que preludiaba con eficacia y notable sintonía temática, a la Segunda sinfonía (subtitulada “Canto de alabanza”) de Felix Mendelssohn que seguía.

Digo con eficacia (eficacia formal, además) porque, así, esta otra magna partitura de Mendelssohn, continental él y natural de Hamburgo (no demasiado lejos de las islas, pues…), conservador pero innovador (calificativos, como otros muchos enfrentados que se me ocurren a bote pronto, que sólo él consigue aunar como marca de estilo), quedaba eficazmente equilibrada.

Un difícil balance y simetría programáticas teniendo en cuenta la intensa y extensa irrupción vocal, coral y solista, de la parte de cantata que esta sinfonía dispone en su prolongado final (una Sinfonía-cantata, como nos decía él mismo). Un final que bien pudiera, por cierto, funcionar solo.

De nuevo… el equilibrio. Una aspiración siempre deseable sobre todo cuando, como es el caso de Parry, se consigue con gusto, delicadeza y sentido, tanto en su Bendita pareja de sirenas como en relación a la obra que le seguía hoy. De resultas, más que telonera, acoplada.

La idiosincrasia del afamado director inglés de esta tarde noche, McCreesh, lució este carácter lírico pero sereno, compacto pero emocional, enérgico pero amable, con apuntes de puntual ímpetu esparcidos estratégicamente, que sustenta esta rara obra hímnica de Hubert Parry, sobre texto de John Milton de resonancias marinas (sirenas…) y querubines celestiales, de un imaginado repertorio sinfónico-coral de fondo de armario.

La Segunda sinfoníaLobgesang” de Felix Mendelssohn, sin embargo, es, pese a su dificultad y magnitud, una página más habitual de nuestros escenarios. La versión de McCreesh pecó de cierta celeridad mantenida que no podía acompañarse de la claridad y distinción de los detalles orquestales y de concertación general con el coro y solistas, en los momentos más comprometidos.

Los solistas, las sopranos Anna Denis y Alexandra Tarniceru y el tenor Robert Murray resolvieron sus respectivos papeles, destacando por su convicción y resultado, el tenso dramatismo teatral logrado en aquella intrigante noche oscura (del alma, que diría San Juan de la Cruz) del número de tenor (un número casi, y sin casi, operístico) previo a la explosión del re mayor coral y de tutti orquestal (tras la breve y recordada incoación cantada a solo por la soprano: Die Nacht ist vergangen! ).

Luis Mazorra Incera

 

Anna Denis y Alexandra Tarniceru, sopranos, y Robert Murray, tenor.

Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid y Coro del Teatro de la Zarzuela / Paul McCreesh.

Obras de Mendelssohn y Parry.

ORCAM. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

 

Foto: Paul McCreesh / © Shaun Bloodworth

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