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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Una gran soprano, en un papel a su medida - por Francisco Villalba

Madrid - 12/05/2022

Con Andrea Chénier, estrenada en el Teatro alla Scala de Milán en 1896, Giordano logró la fama; dos años después, Fedora, fue también un éxito y supuso el descubrimiento de Caruso, pero ninguna otra de sus óperas logró una popularidad similar, ni Siberia (1898), ni Marcella (1907), ni Madame San Gêne (1915), ni Giove a Pompei (1921).  Sin embargo Giordano siempre consideró Siberia su obra maestra.

Tras el éxito de Fedora (1898) Giordano piensa en un nuevo drama ruso que se inspira en Resurrección de Tolstói, que convertiría en ópera Franco Alfano en 1904, y en las Memorias desde la casa de los muertos de Dostoyievski.

Siberia fue estrenada en el Teatro alla Scala de Milán en 1903, con Rosina Storchio, como Stephana, Giovanni Zenatello, como Vassili, y Giuseppe de Luca, como Glébi, en los principales papeles. La obra fue bién acogida en Italia y también en el extranjero, especialmente en Francia donde fue estrenada en 1905 y posteriormente en el Palais Garnier, en francés, en 1911.

Siberia fue de nuevo representada en la Scala en 1927. En esta ocasión Giordano retocó la partitura y propuso una nueva versión. Después fue cayendo en el olvido para no ser casi representada hasta principios del siglo XXI, donde interesó a los nuevos programadores de los teatros, siendo representada en el Festival Della Valle D’Istria (Martina Franca) en 2003, en el Festival de Radio-France Occitanie Montpellier en 2015, y posteriormente en el Maggio Musicale Fiorentino en 2021

En la partitura escuchamos temas rusos populares, entre ellos, el coro de los Bateleros del Volga, que suena en varias ocasiones como leitmotiv, y la canción popular satirica Ou vorot (A las puertas de mi padre) que Tchaikovski utilizo en la Obertura 1812.

A diferencia de Andrea Chénier, Siberia carece de arias cerradas y es una sucesión de partes declamadas y cantables con momentos muy melódicos, como la mattinata a cuatro voces o la casi romanza de Stephana Io l’amai/per l’esistenza/ rinnovata: /pura in me en el Primer acto, y también en Orride steppe, en la que Vassili advierte a la mujer de lo que le espera en Siberia.

La ópera comienza de una forma sorprendente: la voz de un mujik, fuera de la escena, canta la fatalidad del mal vivir, verdadero tema de la ópera “Disfrutad del sol, si es que aún calienta. Disfrutad de la luna, si es que aún brilla. Esta es la vida que, si Dios quiere, sobrellevaremos hasta la llegada de la muerteEste preámbulo muestra el color particularmente sombrío del conjunto de la obra. Y recuerda vagamente la canción, en este caso festiva, que entona un campesino acompañado del coro en la distancia al inicio de Eugenio Oneguin de Tchaikovsky.

El personaje de Stephana, la mujer perdida que se redime con su propio sacrificio, es un eco de las Katiushas, Annas, Sonyas o Grushenkas de Dostoyievski. El problema de la inconsistencia de la obra radica en que Illica parece querer desarrollar el tema político y social de la obra, mientras que a Giordano solo le interesa la pasión amorosa de los tres protagonistas, creando un desequilibrio que perjudica al resultado final de la obra. La pobre realización literaria de Illica no es compensada con la inspiración musical de Giordano, resultando una creación muy endeble, aunque no carezca de momentos apreciables.

El Teatro Real estrenaba la ópera y aunque haya sido en versión de concierto, creo que ha merecido la pena, ya que considero que ampliar el espectro del repertorio es algo imprescindible y nos permite conocer, para bien o para mal, obras olvidadas que casi siempre tienen elementos apreciables.

Siberia no sobrevive en nuestros días si no cuenta con un buen director de orquesta que imprima brío a una partitura en ocasiones insulsa, y Domingo Hindoyan lo consiguió; quizá en algunos momentos se le fue la mano en los decibelios, pero su dirección imprimió fuego a la partitura y un dramatismo de la mejor ley. La orquesta y los coros fueron el instrumento perfecto para responder al arrebato lírico del director.

Pero en este tipo de óperas lo que más importa es el reparto vocal. Sin protagonistas ajustados a este repertorio no hay nada que hacer; el verismo necesita de voces con cuerpo, valientes y sonoras.

El barítono rumano George Petean interpretó un Gleby de peso, sobre todo en el tercer acto, en el que bordó su gran escena, con un vocalismo sólido y un impecable fraseo, articulando frases como si el italiano fuese su lengua materna

El tenor turco Murat Karahan interpretó un Vassili voluntarioso, pero insuficiente. Posee una voz grande, pero sin control y en sus intervenciones mostró entrega, pero una escuela de canto bastante burda.

Y Sonya Yoncheva, la soprano búlgara lució el suntuoso esmalte de su registro central, rico, con cuerpo y de un bello color sombrío, capaz de grandes expansiones sonoras, que unido a su fuerte temperamento la convirtió en la cantante ideal para interpretar un personaje arrastrado por la pasión. El registro agudo es brillante aunque no siempre preciso, las notas graves a veces un poco forzadas, pero estos son detalles que no ensombrecen una soberbia actuación muy acorde con el estilo de la ópera.

En resumen, una velada gratificante.

Francisco Villalba

 

Siberia, Ópera en tres actos, de Umberto Giordano (1867-1948)

Teatro Real (Ópera en versión de concierto)

Sonya Yoncheva, Elena Zilio, Mercedes Gancedo, Murat Karahan, George Petean, Alejandro del Cerro, Albert Casals, Tomeu Bibiloni, Fernando Radó

Director Musical: Domingo Hindoyan

Director del Coro: Andrés Máspero

Coro y Orquesta titulares del Teatro Real

 

Foto: “Sonya Yoncheva lució el suntuoso esmalte de su registro central, rico, con cuerpo y de un bello color sombrío, capaz de grandes expansiones sonoras, que unido a su fuerte temperamento la convirtió en la cantante ideal para interpretar un personaje arrastrado por la pasión” / © Javier del Real - Teatro Real

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