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Crítica / Un Sigfrido tradicional - por Jorge Binaghi

Milán - 22/06/2025

Prosigue el tan denostado Ring puesto en escena por David McVicar, quien tampoco esta vez se ha librado de protestas, en lo que a este cronista le parece hasta ahora el momento más acertado de la Tetralogía. Ciertamente no se van buscando profundidades filosóficas que hoy a algunos podrían parecernos poco más que morralla sino que se cuenta una historia de forma amena y comprensible con medios que van de decorados que a propósito pueden parecer de los de Hollywood de 1940, vestimentas atemporales de Emma Kingsbury, y efectos de luces (David Finn) y video (Katy Tucker ) que permiten superar el estatismo de muchos momentos  y la reiteración (que en esta jornada ocupa una buena parte de los tres actos) de la historia que conocemos. Así las cosas, debo decir que la que para mí es la parte más endeble de esta obra magna se me hizo más amena que lo habitual y pude apreciar mejor otros momentos que los tres magníficos finales de acto y su breve pero espléndido comienzo. Si el pájaro del bosque fue un tanto demasiado ‘kitsch’ la presentación del dragón fue formidable.

Y no se trató ciertamente la vez en que la he oído mejor interpretada en vivo. Ni Klaus Florian Vogt ni Camilla Nylund tienen el instrumento más apropiado para las monstruosas exigencias para el protagonista en todo el trascurso de la ópera o las dificultades que Brunilda tiene que afrontar en su despertar en el dúo final. Cantantes que he apreciado en otros momentos en una ópera como Lohengrin tienen que luchar con sus mimbres líricos partes de Heldentenor o de soprano dramática.

El tenor, con un timbre muy claro y una figura ideal, se las compone para salir más o menos airoso de los momentos más pesados y aprovecha los momentos del segundo acto y alguno del primero para darnos una visión juvenil, pero hay veces en que hay que pensar si es él quien canta o Mime. La soprano tiene algo más de volumen que su compañero, pero la voz comienza a oscilar y se vuelve exageradamente metálica en un agudo que aún maneja.

De los otros sólo Ain Anger pareció algo débil para Fafner (sobre todo cuando se le suprime la megafonía en el momento de la muerte). Repitieron personaje confirmando sus respectivos méritos el Alberich de Ólafur Sigurdarson y el extraordinario Mime de Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, probablemente el mejor de todos, si no fuera porque Michael Volle presentó un Wanderer-Wotan imponente, que llegó sin cansancio a sus dos últimas grandes escenas del tercer acto.

Francesca Aspromonte volvió a demostrar sus excelentes condiciones en el pájaro del bosque y hubo una sorpresa inesperada al producirse la sustitución por enfermedad de Christa Mayer como Erda. Llegó la joven y para mí desconocida Anna Kissjudit que demostró un material vocal impresionante y logró enfrentarse a Wotan de modo digno de elogio. Claro que sin una batuta que coordinara todo e hiciera hablar (además de sonar muy bien, como ya lo hace de por sí) a la orquesta de la Scala todo se habría ido al agua.

Alexander Soddy volvió a demostrar que es una figura notable entre los directores de nueva generación: fue tal vez menos ‘majestuoso’ que otros intérpretes, pero sonó muy apasionado y nos devolvió la dimensión casi humana que se esconde detrás de tanto dios y héroe. Y en los pasajes de misterio que abundan en la obra y en los más líricos (en especial en los murmullos de la selva y todo el final del segundo acto) tuvo un desempeño memorable.

Jorge Binaghi

 

Klaus Florian Vogt, Michael Volle, Wolfgang Ablinger-Sperrhacke, Ólafur Sigurdarson, Ain Anger, Camila Nylund, Anna Kissjudit y Francesca Aspromonte.

Orquesta del Teatro / Alexander Soddy.

Escena: David McVicar.

Siegfried, de Wagner.

Teatro alla Scala, Milán.

 

Foto © Brescia e Amisano - Teatro alla Scala

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