Con una buena asistencia y una recepción no muy expansiva y con alguna protesta dirigida a los responsables de la parte escénica se presentó finalmente este espectáculo, la primera parte del cual se había ya visto, con otros intérpretes, durante la pandemia.
Dicha primera parte comprendía Los siete pecados capitales y Mahagonny Songspiel (el precedente de la versión a gran escala de la más conocida Mahagonny, que aquí son sólo unos treinta minutos y en cuyo título se juega con el ‘Singspiel’ utilizando ‘song’, la canción estilo ‘cabaretística’. La segunda parte, siempre sobre textos dde Bertold Brecht, estaba íntegramente formada por ‘las canciones de Happy End’, el ‘musical’ a la alemana de ambos autores.
Ahora bien, personalmente he disfrutado de todo Happy End hace unos años en el Liceu barcelonés. Se entiende que se hagan sólo las canciones para no exagerar en la duración de la velada, tampoco tan larga, pero no se le hace un servicio a la obra.
Tal vez con otro espectáculo se habría podido resolver mejor, pero el que ha pensado Irina Brook no cobra nunca vuelo, salvo quizás en Los siete pecados capitales para hundirse en Mahagonny y convertirse en un concierto con algunos movimientos (afortunados o no, exagerados o no, y una proyección de videos a veces con sentido y a veces sin él). En todo caso, confiar la carga explosiva sólo en texto y música en el aspecto ideológico no parece una gran solución ni tampoco insistir en la vulgaridad.
Seguramente se trata de un espectáculo muy deseado por el director musical de la casa, Riccardo Chailly, que también se ha encargado del aspecto musical.
Y obviamente la orquesta le ha respondido muy bien: tal vez incluso con momentos de verdadero lujo sonoro aunque sin cubrir totalmente las voces. Todas muy educadas, y en algún punto demasiado para la forma de cantar que pretendían compositor y libretista.
Varios intérpretes repetían en los tres títulos, y debe decirse que lo hicieron todos muy bien aunque probablemente sin demasiado carisma.
Vocalmente el mejor ha sido Markus Werba, seguido de un interesante bajo, Andrew Harris, mientras las mezzos (no todas lo parecían) Alma Sadé, Lauren Michelle y Wallis Giunta se mostraban desenvueltas y preparadas en sus difíciles personajes. Los tenores Matthäus Schmidlechner y Michael Smallwood (en particular el último) componían un marco adecuado en las tres obras, mientras con ellos, pero con un número extraordinario en una canción de Happy End, sumamente aplaudido, se lucía el barítono Elliott Carlton Hines. En las tres obras una figura inquietante (tal vez la Muerte) observaba y se desplazaba por el escenario: el actor Geoffrey Carey.
Jorge Binaghi
Alma Sadé, Lauren Michelle, Markus Werba, Natascha Petrinsky, Wallis Giunta, Elliott Carlton Hines, Andrew Harris...
Orquesta del Teatro/Riccardo Chailly.
Escena: Irina Brook.
Die Sieben Todsünden, Mahagonny Songspiel, The songs of Happy End, de Weill
Teatro alla Scala. 14 de mayo
Foto © Brescia e Amisano / Teatro alla Scala