La programación primaveral de la actual temporada del Teatro Real nos permitió disfrutar de una de esas veladas mágicas, únicas, realmente originales y de altísimo nivel musical.
La visionaria idea original del espectáculo le pertenece a Raphaël Pichon, excepcional artista que es asimismo el fundador, director y alma mater de Pygmalion.
El principal reclamo para los melómanos que acudieron al coliseo madrileño seguramente fue la presencia de una soprano solista fabulosa, un afamado grupo francés poco frecuentado en los escenarios españoles, y la interpretación en la finalización del concierto del Requiem en re menor op. 48 de Gabriel Fauré (1845-1924). Pero el asombro fue absoluto de quienes acudimos a la velada al presenciar un espectáculo que mediante música francesa de exquisita calidad confirió una obra de arte sublime llena de lirismo, pasión y misticismo, a través de unas interpretaciones musicales de nivel artístico realmente sobresalientes, tanto en su técnica como en su expresividad. A través de tres espléndidas creaciones de música francesa de tres autores distintos, se conformó una pieza de sólida unidad y de prodigioso sentido poético y místico, bajo el título de Réquiem por Ophélie, construyendo un homenaje al personaje de Ofelia, mito tan cautivador para los autores románticos franceses del siglo XIX.
Pygmalion, orquesta y coro que basa sus interpretaciones con criterios históricamente informados, contando como base para ello con una orquesta de instrumentos originales o copias fidedignas de aquéllos, tiene como característica primordial la figura de su líder, Raphaël Pichon, creador del conjunto francés que mantiene intacta esa pasión por la música y ese carácter revolucionario de sus interpretaciones de los pioneros intérpretes del historicismo poseían y que poco a poco ha ido olvidándose en las actuales formaciones de más juventud creadora.
La orquesta, de dimensiones muy razonables para interpretar estas piezas, 8-8-6-6-4 en la cuerda, con sus correspondientes vientos de madera y metal, arpa, percusión armonio y órgano, y un coro de 10 sopranos, 8 altos, 8 tenores y 8 bajos, se dispusieron a las órdenes de Pichon interpretando inmediatamente el primero de los fragmentos de Tristia de Hector Berlioz, su evocadora Meditation religieuse, una versión de un poema de Thomas Moore para coro y orquesta. El propio Berlioz concibió los tres movimientos de Tristia como ofrenda a la figura de Hamlet.
Pero una de las grandes sorpresas musicales de la tarde fue el descubrimiento por la gran mayoría de los asistentes de los fragmentos interpretados de la ópera Hamlet de Ambroise Thomas (1811-1896) que incluye espectaculares arias y fragmentos orquestales bellísimos que hicieron las delicias del respetable. Se incluyeron cinco fragmentos que resumieron bien la acción del libreto y que pusieron el centro de atención en Ofelia, que en la obra de William Shakespeare que inspiró a todos los artistas es una joven de la nobleza de Dinamarca enamorada del Príncipe Hamlet y que termina poéticamente ahogada en las aguas de un río.
Para Ofelia, Ambroise Thomas compone unas espectaculares arias, encomendadas a una soprano solista de cualidades vocales magníficas. En esta ocasión pudimos disfrutar de una de las grandes damas del canto lírico actual, la soprano francesa Sabine Devielhe, quien demostró estar en un verdadero estado de gracia vocal y actoral. Demostró un compromiso absoluto tanto con la partitura como con el personaje, y aunque la versión ofrecida no presentaba escenografía alguna, su actitud en escena y la incorporación absoluta del rol, hicieron olvidar la falta de cualquier aparataje escénico. Las cualidades de Devielhe maravillaron a todo melómano que presenció la velada. La soprano francesa mostró una técnica vocal impecable, tanto en el fiato como en el registro extremo exigido por Thomas que exhibió unos sobreagudos realmente sobrecogedores, bellos y de una calidad extraordinaria, tanto en el registro más sonoro como en unos estremecedores pianisssimi. La escena de la folie, o locura, de Ofelia À vos jeux, mes amis ... Et maintenant estableció el clímax de la interpretación sobre la cual se convirtió transformando la interpretación global. Pienso que es difícil presenciar una escena tan bella y poética de una muerte de un mito sobre un escenario actualmente.
El rol del protagonista, Hamlet, fue interpretado por el barítono Stéphane Degout de un modo igualmente admirable. La construcción del personaje fue seria, de una sobriedad estudiada, mediante una credibilidad especialmente conseguida. El timbre cálido y el fraseo conseguido en cada frase demostraron la solidez y maestría del barítono, quien consiguió imprimir de personalidad poética a su rol, a través de una sensibilidad dramática fastuosa.
La orquestación de Ambroise Thomas es de una espectacularidad especialmente dirigida al público francés de la época del siglo XIX, que exigieron un dominio de los instrumentos de la orquesta, tanto de la cuerda, comandada por su magistral concertino Afanasy Chupin estuvo absolutamente brillante y expresiva en los pasajes más complicados y ágiles, pero especialmente en el viento, quienes dotaron de colores especiales y de gran sutileza a la interpretación. Debemos mencionar en primer lugar a las dos flautistas, Georgia Browne y Raquel Martorell., quienes imprimieron de ese carácter bucólico único de las partituras francesas con una maestría fabulosa, pero que también dotaron de la justa agilidad pulcra a los pasajes fantásticos a sus interpretaciones, como en el aria que Ofelia es respondida por la flauta, que ejerce de Alondra. Asimismo, los clarinetistas Nicola Boud y Fiona Mitchel demostraron el dominio del instrumento y fue una verdadera delicia sus intervenciones, unas evocadoras y otras impetuosas y vitales. La sección de viento metal aportó una espectacular brillantez y potencia al conjunto, tanto en trompas como en trompetas y trombones, y la calidad superior de la arpista Anaïs Gaudemard mantuvo esa espectacularidad y evocación que esta música insinúa.
Tras la muerte de Ofelia, de patetismo completamente conseguido, la interpretación del Requiem de Gabriel Fauré transfiguró por completo la interpretación. El carácter conseguido tanto por la orquesta como el coro fue absolutamente distinto, consiguiendo que el Requiem se convirtiera en una oración en homenaje a Ofelia desde su comienzo hasta su fin. A partir este momento la cuerda se mostró como un bloque compacto de deliciosa sección, tan sugerentes como sedosas, de pulcro equilibrio sonoro.
En este momento el coro obtuvo su protagonismo, revelándose como un excepcional conjunto en cada una de sus secciones. La pieza demanda constantes fraseos de unísono y octavas en legatos constantes que estuvieron ejemplarmente ejercitados, con especial atención en las sopranos y en los tenores, cuerdas que mantienen un protagonismo innegable en la pieza. Los pasajes en piano y pianissimo exigidos desde el podio fueron de una disciplina ejemplar y crearon colores inolvidables de esta deliciosa música. Debemos aplaudir a cada componente del conjunto vocal, que ejerció una fabulosa interpretación de esta delicada y querida obra maestra. En los momentos más sonoros, los bajos ayudaron especialmente con rotundidad a la creación de los clímax.
Las secciones solistas de la obra de Fauré se transformaron en este momento en recuerdos irremediables de los roles de Ofelia y Hamlet. El Libera me encomendado al barítono era ahora la ofenda homenaje por parte de Hamlet a la figura de Ofelia, mientras que el Pie Iesu volvió a traer a la tierra al espíritu de Ofelia. Ambos números fueron interpretados con maestría en el dominio del fraseo y con una delicadeza fastuosa tanto por Degout como por Devielhe.
El mayor artífice de tan magna interpretación es, como señalaba al principio, Raphaël Pichon. No solamente por su concepción y visión de la creación del espectáculo, sino como director magistral. Su compromiso con las partituras interpretadas durante todo el concierto fue absoluto y su pasión demostrada en cada pasaje, cada nota, en todos los caracteres y emociones tan diversos fue absoluto. Demostró un estudio innegable de cada momento del concierto, y exigió con su carisma y energía máximas, una dedicación absoluta a cada miembro de la orquesta y del coro, que fueron incontestablemente devueltas.
El público apreció de un modo vehemente estas interpretaciones, evidenciando su cálido aplauso y los prolongados vítores a todos los intérpretes.
Por favor, programadores españoles, necesitamos presenciar más espectáculos de Pygmalion en nuestros escenarios.
Simón Andueza
Requiem por Ophélie
Obras de Ambroise Thomas, Hector Berlioz y Gabriel Fauré.
Sabine Devielhe, soprano, Stéphane Degout, barítono.
Pygmalion, coro y orquesta. Raphaël Pichon, director.
Teatro Real, 13 de mayo de 2025, 19:30 h.
Foto © Javier del Real