Propiciada por el centenario de su estreno en 1926 la tentación de gran parte de los teatros del mundo de incluir Turandot en sus respectivas temporadas convertirán sin duda en recurrente del año la ópera inconclusa de Puccini. El final alternativo podría ser uno de los factores distintivos, aunque no cabe duda de que la palma continuará llevándosela el firmado por Alfano. Hay más, pero la conclusión de Luciano Berio, que se impone como poderosa rival, la ha descartado incluso la Scala. A pesar de haber sido su director musical, Ricardo Chailly, quien se responsabilizó del estreno de la “apuesta Berio”, el teatro milanés se ha inclinado por la de Alfano para su Turandot en abril de 2026.
Adelantándose a buena parte de las programaciones, la Ópera Nacional de Grecia (GNO), ha apostado por Turandot para inaugurar la nueva edición del Festival de Atenas y Epidauro en el Teatro de Herodes el Ático, a los pies de la Acrópolis. Un singular espacio, tan atractivo como difícil de lidiar para cualquier director de escena. Se ha podido ver en esta ocasión, tras encomendarle la delicada aventura a Andrei Șerban, cuyo montaje de Turandot para el Covent Garden londinense de 1984 continúa reponiéndose desde entonces.
En su idea de retomar la historia concebida por los libretistas Adami y Simoni como una leyenda persa remozada con aportaciones de la Commedia dell´arte, el escenógrafo rumano-americano ha decidido tirar por la calle de en medio, dejando al lado los aires de gran circo de su propuesta londinense para trasladar la acción a una China rural. Intentando justificar de paso la distancia relacional de la princesa de hielo con su entorno, por medio de un prólogo anticipándose a la entrada de la música. Una exploración psicológica, en la que Turandot experimenta -o conoce- la violación por una manada, cuyos integrantes acabarán decapitados para ser exhibidas sus cabezas. Una escena adicional en la reiterada línea del “me too” del todo prescindible, al minusvalorar la imaginación del espectador ante lo que no deja de ser un cuento de hadas. Ni el vestuario de Chloe Obolensky ni la coreografía de Kate Flatt -en ambos casos como espectador se me antojaban más cercanos a la imagenería de los relatos del exótico Siam- ayudan a soportar el planteamiento.
Afortunadamente, el reparto vocal -tan exigente para cuadrar este título- salvó la noche. Empezando por la soprano dramática norteamericana Lise Lindstrom, que desde sus comienzos adoptó como personaje clave de su carrera a Turandot para, a lo largo de dos décadas, ir puliendo vocalmente con aportaciones de Brunhildes wagnerianas y de las heroínas dramáticas de Strauss que comparten su agenda con la gélida princesa pucciniana. El resultado se hace patente en la esperada In questa reggia, su momento cumbre, con una rica exposición de sobreagudos apoyados en una morbosa carnosidad, perfecta para la interrelación con el ignoto Calaf, obligado a responder en el registro agudo en ese primer encuentro.
La indisposición esta noche del tenor programado Brian Jagde obligó a la sustitución de última hora por el italiano afincado en España Francesco Pio Galasso, que aceptó el desafío de un jump in desde el festival finlandés de Savonlinna, mientras preparaba el mismo personaje a las órdenes de Yves Abel, debutando así en la Ópera Nacional Griega. Natural en el fraseo por derecho -el único italiano del reparto- y valiente en la proyección, la falta de tiempo para ensayar, lejos de restarle gloria, añadió puntos tras su primer dúo con la protagonista, permitiéndole entrar por la puerta grande de la GNO, como evidenció la calurosa acogida tras el popular Nessun dorma, recibiendo la única ovación cerrada de la noche.
Completando el triángulo, la soprano rumana Cellia Costea, familiar en la escudería de la casa, como la abnegada Liù, con un impecable “Signore ascolta” dejó constancia una vez más de su calidad vocal y actoral. Con ellos, en ese buscado contraste del compositor, el terceto de ministros convertidos en cómicas máscaras -el barítono Haris Andrianos y los tenores Yannis Kalyvas y Andreas Karakoulis- funcionó a la perfección.
Acomodándose a las voces, como tantas veces hizo desde su atril de oboísta en la Ópera Estatal de Viena, sin caer en el exceso bombástico al que ceden muchos de sus colegas, Pier Giorgio Morandi concibió de modo envolvente el sonido de la orquesta, dosificando la presencia de un conjunto interno del que se responsabilizó Andreas Gies.
Sobresaliente el trabajo de los coros -incluido el infantil-, integrado en parte entre el público, bien formados respectivamente por Agathangelos Georgakatos y Konstantina Pitsiakou.
Juan Antonio Llorente
Lise Lindstrom, Francesco Pio Galasso, Cellia Costea, Haris Andrianos, Yannis Kalyvas, Andreas Karaoulis…
Orquesta y coros de la Greek National Opera / Pier Giorgio Morandi.
Dir Escén: Andrei Șerban.
Turandot, de Puccini.
Odeon Herodes Atticus. Atenas. 5 junio 2025
Foto © Giannis Antonoglou