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Crítica / Triunfal Nobuyuki Tsujii con la Filarmónica de Gran Canaria - por Juan F. Román Rodríguez

Las Palmas de Gran Canaria - 07/07/2025

El penúltimo concierto de abono de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria propició el debut en la isla de Nobuyuki Tsujii. El pianista japonés es un fenómeno que trasciende lo musical para convertirse en un asombroso ejemplo de superación de la discapacidad, no solo visual, que padece. Con las entradas agotadas y una visible representación de la comunidad japonesa, Tsujii se enfrentó al Tercer Concierto de Rachmaninov, uno de los más exigentes del  repertorio. Su versión fue de un virtuosismo arrollador, segura en la digitación, poderosa en el sonido, de certero balance entre ambas manos.

Una lectura temperamental, de una pieza, que siempre avanzaba hacia adelante, sujetando las riendas en los dilatados pasajes introspectivos, pero sin recrearse a fondo en el lirismo que atesoran. Se echó en falta un fraseo más imaginativo, una articulación más flexible y una variedad de pulsación y de colores más amplia. Su utilización del rubato fue muy parca y la dinámica estaba escorada hacia las grandes sonoridades, faltando ese sonido perlado propio de los momentos poéticos. Andrew Manze, que también debutaba con la orquesta, desde la batuta realizó una excelente labor.

No debe ser nada fácil adaptarse a las peculiaridades del solista, ofreciéndole un soporte de gran belleza tímbrica y constante atención ante las inevitables contingencias del vivo. En este sentido los frecuentes diálogos entre las maderas y el solista quedaron desdibujados por la incapacidad de Nobuyuki Tsujii de contener suficientemente el sonido y adaptarse a las modificaciones del paisaje sonoro. En resumen, un Rachmaninov admirable en muchos aspectos, pero con importantes lagunas, que obtuvo un éxito atronador por parte del público.

En la segunda parte, Andrew Manze, nos ofreció la Quinta Sinfonía de Vaughan Williams, uno de los grandes del sinfonismo británico escasamente escuchado en nuestro país. La Quinta es tal vez la sinfonía más interpretada y apreciada de su autor, dentro y fuera de Gran Bretaña, por su carácter sereno y contemplativo, la belleza de sus temas y una instrumentación de impactante aliento lírico. En los cuatro movimientos tradicionales, con el scherzo en segundo lugar, Manze nos dejó una espléndida y luminosa lectura, que se sirvió del magnífico estado en el que la Filarmónica de Gran Canaria llega al final de temporada, para proporcionar una versión de gran aliento sinfónico, con unas cuerdas admirablemente empastadas, de hermosísima sonoridad en todas las secciones, maderas impecables de sonido muy distintivo y metales seguros de sonido redondo y brillante, con un timbalero certeramente conjuntado con sus compañeros. Impecable el primer movimiento en el encadenamiento de los sucesivos crescendos, propiciando alguna exhibición de virtuosismo por parte de las cuerdas y culminado en un tormentoso clímax que disipó las tensiones acumuladas.

Ligero y atmosférico el delicado Scherzo, para llegar al movimiento lento, el núcleo de la pieza, admirablemente cantado, con excelentes intervenciones del corno inglés, Verónica Cruz y el concertino invitado Erno Kallai, que desembocó en el finale en forma de Passacaglia, mirando tanto hacia Brahms como a su compatriota Purcell, ejecutado por Manze con claridad en las texturas y un sucesivo incremento de las tensiones para desembocar en un contemplativo final.

Juan Francisco Román Rodríguez

 

Nobuyuki Tsujii, piano.

Orquesta Filarmónica de Gran Canaria / Andrew Manze.

Obras de Rachmaninov y Vaughan Williams. 

Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.

 

Foto © Sabrina Ceballos

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