Tras el exitoso arranque de Temporada, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) abordó su segundo programa en su sede vallisoletana, presentando a Kevin John Edusei (Bielefeld, 1976) como Director invitado; ganador del Concurso “Dmitris Mitropoulos” 2008; de 2013 a 2022 Titular de la Sinfónica de Múnich y, en esta 25-26, Residente en la Royal Philharmonic Orchestra. Estuvo acompañado como solista invitada por la violinista Simone Lamsma (Leenwarden, PB, 1985), también debutante con la Orquesta; concertista que ha actuado con las mejores orquestas y Directores del circuito, actualmente Residente en la Sinfónica de Oregón y en la Orquesta “Residencia”; en 2019 fue nombrada “Fellow” de la Real Academia de Música de Londres, título que sólo ostentan 300 exalumnos en toda su historia. Juntos abordaron el Concierto para violín y orquesta nº 1 en Sol m., op. 26 (1864-66, revisado hasta 1868) de Max Bruch. Por delante, fue primicia para la OSCyL, Elysium para orquesta (2021) de Samy Moussa (Montreal, 1984), dedicado a la Filarmónica de Viena que se lo sugirió para su estreno en Barcelona, conjunta con el Festival de Lanaudière y la Sinfónica de Vancouver, sumándose así las tres novedades de un Programa, cerrado con Sinfonía nº 5 en Re m., op. 47 (1937) de Shostakóvich, por 8ª vez en la historia de la OSCyL.
El nº 1 de Bruch (que sonó por 5ª vez), aúna melodismo, variada rítmica, rica orquestación y apasionado virtuosismo, muy apreciado por público e intérpretes desde su doble aparición, definitiva en manos de su dedicatario J. Joachim. Simone Lamsma, armada con su Stradivarius “Mlynarski”, 1718, se mostró con técnica intachable, sonido poderoso capaz de hacerle competir de igual a igual con la orquesta, carácter y temperamento musical que le dan color límpido, incluso acerado en algún momento, lo que quizá restó un punto de romanticismo a la versión, pues Edusei se plegó a ese sentir, cómodo con su propio estilo de perfecta técnica de brazo y comunicación con los músicos, pero un punto cortante, lo que resta vuelo al sonido y dio sensación de Concierto brillante pero superficial, salvo en el centro del moderato y en el piú lento del primer movimiento, donde la emoción de la neerlandesa se impuso. El unido Adagio, con volumen más contenido, sí tuvo más calor y color en todas las emotivas melodías que el violín encadena, de raíz folk, muy bien escritas y acompañadas por Bruch, a las que la flauta solista supo servir en concordancia con Lamsma (abriendo su extraordinaria noche culminada en la Sinfonía). El Finale tuvo toda la energía que requiere y que le hace tan popular; aquí la solista estuvo en su salsa, pues su deslumbrante técnica le hace soportar el fuego y el fulgurante tempo con total seguridad, naturalidad y afinación. Edusei y los suyos estuvieron ágiles también y la versión acabó en triunfo, para el disfrute de una Sala que premió con generosidad a los intérpretes, por lo que Simone Lamsma hubo de regalar una generosa pieza, que le sirvió para mostrar todo el castillo de fulgores que es capaz de desplegar con su fantástico violín y sus maravillosas manos, hasta enloquecer al auditorio.
Elysium, paraíso donde habitan los héroes sin medida de tiempo y vida regalada, tranquila, similar a la de los dioses del mundo clásico, es visto por el compositor y Director Moussa a la manera bruckneriana, pensamiento, meditación, cuidada elaboración y reposo. Glissandi iniciales que poco a poco, llevan a un acompañamiento emergente que se torna en propia melodía, se vitaliza, torna a su inicio, crece como las olas marinas y alcanza su primer clímax. Una breve transición y, con nuevos color y pulso, gana volumen y tempo hasta alcanzar lo grandioso de la pieza, con enormes glissandi. En la coda aparece la trompeta clamando dentro del gran clímax que, lentamente va recuperando el acompañamiento inicial, más lírico, y concluir en calma. La versión fue sonora, sirviendo al pedido de Edusei, muy justo y directo, aplaudida por un público que valoró esfuerzo y brillantez.
Felizmente, la Sinfonía en Re m. de Shostakovich, tras un inicio falto de mordacidad y tensión planteados desde su inicio, cobró dramático aire vital para redondear una interpretación magnífica, donde todos los solistas y familias dieron la medida que, con un buen trabajo, han alcanzado. El estilo del Maestro encajó muy en esta música y se entregó a élla con total eficacia, vista la colaboración de la OSCyL. Así caló la libertad de pluma del autor, ante el afán controlador de un Dictador cegado y burlado por el genio de aquél. El gesto del Director permitió oír limpias todas las líneas, juntos y nobles metales, pareja ideal trompa y flauta, sólido requinto, fiel concertino, estupendas cuerdas “a 8” más arpas lúgubres en su toque, decidida pianista, delicado Largo como antes irónico el vals, maderas nítidas con flauta, clarinete, oboe y fagot de nota, tremenda la marcha final con timbal y percusiones bárbaras y un brillante y triunfal final, que provocó explosión de ovaciones en el público que disfrutó y se enervó con la popular obra. La OSCyL y un Edusei, a quien no importaría volver a ver en otro repertorio, hubieron de saludar larga y repetidamente.
José Mª Morate Moyano
Simone Lamsma, violinista
Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Kevin John Edusei
Obras de S. Moussa, M. Bruch y D. Shostakóvich
Sala sinfónica “j. L. López Cobos” del CCMD de Valladolid