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Crítica / Tres estrenos con sus musas - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 06/06/2025

El Sonor Ensemble, formado por Salvador Navarro, trompa; Joan Castelló, percusión; Sebastián Mariné, piano; Pablo Martín y Luminita Nenita, violínes; Joaquín Arias, viola; José María Mañero, violonchelo; y Bárbara Veiga, contrabajo, dirigido por José Luis Temes, protagonizó un nuevo concierto del ciclo de cámara y polifonía Satélites de la OCNE que contaba entre sus obras en programa nada menos que con tres estrenos. Justamente la mitad del programa, si de número de obras se tratara.

El espíritu positivo y extrovertido de André Jolivet en su Pequeña suite ofreció una imagen abierta y despreocupada… dentro de una lúdica sonoridad tradicional, con excelente técnica compositiva y espíritu concertante. Una pequeña joya donde se destacaron hoy en esta versión, los dos movimientos extremos: la Obertura y la Contradanza. Un estimulante arranque lleno de luz, energía y vitalidad.

El Concierto para piano y cuarteto de cuerda en re menor, mostró a un juvenil Ferruccio Busoni al que ya se le entreveía su amor por la maraña contrapuntística, su personal horror vacui barroquizante, envuelto aquí en una suerte de nostalgia schubertina (algo más que nostalgia, diría yo sin dudar…), especialmente manifiesta en un Adagio que recordara, casi parodiara, aquel célebre tema con variaciones del de Viena.

Frescura e imaginación se mezclaron en el Scherzo que siguió, donde se apreciaba más su conciencia musical por encima de otras inclinaciones más ambiciosas que han marcado su estilo. No en vano, este movimiento recibió unos esporádicos (pero oportunos, creo yo) aplausos espontáneos.

Mayor compromiso técnico en su Allegro vivace final donde la entretejida red contrapuntística que se afrontaba se complicaba por momentos con el acuciante tempo general.

Relajante propina propia del solista de este Concierto de Busoni, Sebastián Mariné, con mención al director de cine, paisano del que suscribe, Mario Camus y a la protagonista de la fílmica anécdota relatada al paso, Ana Duato (que, dio fé…: “se aprendió la pieza”), en una, esta sí, parodia satieniana.

El estreno de Euterpe de Amanda Garrido cambió un tanto aquel panorama de definido tonalismo (cuasi-) triádico (siempre, eso sí, de alguna manera, “extendido…”) a otra pretendida ambigüedad donde tiempo y tempo se bifurcaban. Gestualidad idiomática en un amalgama armónico con su propio ritmo y puntos de enérgica articulación.

Con Rapsodia para dos violines, viola y piano de Arthur Honegger nos adentramos en un lenguaje tradicional más complejo en lo armónico, con cierto aura-crisol de “primitivismo” modal y rítmico en su (relativa, dada la fértil generación que lo rodea) encrucijada modulante.

Las Cuatro danzas poéticas, Terpsícore de Carme Rodríguez fue el segundo estreno de la tarde: … diurna, … de piedra, … de la ninfa y … de la memoria. Una suite con singulares propuestas de texturas y sus cambios, como en una más característica: Danza de piedra.

El tercer estreno de la tarde siguió cabalgando sobre sugerencias titulares míticas y sus musas: Mnemósine, concierto para trompa, cuerda, piano y percusión de Jesús Ángel León. Solidez temática y tímbrica, volviendo, así, para terminar ya la velada, sobre la estructura de concierto con solista de aquella ambiciosa segunda obra en programa, con un contundente final (de obra y programa).

Luis Mazorra Incera

 

Sonor Ensemble: Salvador Navarro, trompa; Joan Castelló, percusión; Sebastián Mariné, piano; Pablo Martín y Luminita Nenita, violínes; Joaquín Arias, viola; José María Mañero, violonchelo; y Bárbara Veiga, contrabajo.

José Luis Temes, director.

Obras de Garrido, Honegger, Jolivet, León y Rodríguez.

OCNE-Satélites. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

 

Foto © Rafa Martín

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