El título de esta reseña no es caprichoso: del coro se suele hablar poco, pero en esta función merece que se le preste especial atención, pues sonó potente, elegante, muy versátil, preciso y atento a todos los matices de su parte. A lo largo de toda la función lució un altísimo nivel musical. Sin ninguna duda, fue lo mejor de la velada, y con esto ya estamos anticipando algo sobre el resto de la representación.
En Cavalleria rusticana la orquesta hizo una interpretación en la que sobresalieron el soberbio empaste de las cuerdas, la perfección técnica y la rica expresividad. Daniele Rustioni dirigó con inspiración y sobriedad, si bien en algunos momentos el volumen fue algo excesivo. Yulia Matochkina canta el papel de Santuzza con una oscura voz eslava. En la parte superior del registro se mueve con soltura, no así en la zona más grave, donde resulta poco audible. Pone mucho énfasis (demasiado) y crea una figura de una pieza, sin grandes matices. A Wolfgang Koch (Alfio) no se le puede negar ni la energía ni el volumen, pero tampoco una tosquedad que comparte con Ivan Gyngazov, un Turiddu arrojado pero bastante incoloro. Que el personaje de Lucia sea una señora entrada en años no es motivo para que se lo interprete con voz tremolante y destemplada, como hace Rosalind Plowright. Es difícil juzgar a una intérprete por un papel breve como el de Lola, pero la voz de Ekaterine Buachidze es la que deja un mejor recuerdo.
Pagliacci
En Pagliacci nos hallamos con el viejo malentendido de que el verismo consiste en que los cantantes griten y la orquesta aturda (o como decía el Papa Francisco: “hagan lío”). Aylín Pérez es una Nedda voluntariosa pero nada sutil. En Jonas Kaufmann (Canio) se ve el paso de los años y, lo que es mucho peor, se oye. Su voz nunca sobresalió por la luminosidad, pero tampoco llegaba a la opacidad actual ni necesitaba cantar forzando como lo hizo en esta función, incluso cuando la estrepitosa orquesta le daba un respiro. Sobre su concepto musical del personaje de Canio sólo podemos preguntarnos si es tan difícil aprender de alguna grabación de Caruso o Gigli como podría cantarse, aproximadamente, Vesti la giubba para que sonara medianamente bien.
Wolfgang Koch, incansable, vuelve a lucir su rudeza vocal en el personaje de Tonio. Mejor, discreto, el Silvio de Thomas Mole. En todo caso, no hubo ni sombra de esa italianidad melódica que también exige el verismo, aunque no sea belcanto. La dicción idiomática de los intérpretes hizo que el texto fuera prácticamente ininteligible: si no hubiera sido por unas cuantas palabras sueltas, que evidentemente eran italianas, podrían haber cantado en búlgaro o en arameo.
Mientras tanto, Daniele Rustoni dirigía la orquesta más que con una batuta con una brocha gorda, muy gorda, empeñado, tal vez, en batir una marca de producción de decibelios.
Sobre las intenciones del director escénico, Francesco Michelli, se puede especular sin fin. ¿Por qué en Cavalleria Lola se pasa casi toda la ópera en escena acostada en una cama? ¿Por qué Turiddu se toma las de Villadiego antes del duelo con Alfio? ¿Por qué durante el Intermezzo se nos muestra el velatorio de Lucia, un segundo regreso de Turiddu y la aparición de la hija que de él ha tenido Santuzza, todo “siete años más tarde” del final de la acción? ¿Por qué en Pagliacci los comediantes son algo así como cocineros? ¿Por qué los campesinos (que aquí no lo son) mientras cantan el coro de las vísperas (el famoso Dindon) en vez de disponerse a ir a la iglesia se enardecen mirando un partido de fútbol en un televisor gigante? ¿Por qué la acción transcurre en una cocina, en una oficina y entre vagones de ferrocarril que van y vienen? ¿Por qué un director de escena tan moderno recurre a una patética gesticulación de ópera “a la antigua” que acaba resultando involuntariamente cómica?
Podríamos seguir haciéndonos preguntas, pero preferimos dejar de escribir esta reseña, poner un disco, escuchar a Caruso y soñar con una función que no fue y seguramente tampoco será...
Juan-Gastón Messerschmidt
Múnich, 4 de junio de 2025. Ópera del Estado de Baviera, Teatro Nacional.
Cavalleria rusticana, ópera con música de Pietro Mascagni y libreto de Giovanni Targioni-Tozzetti y Guido Menasci según las Scene popolari de Giovanni Verga.
I pagliacci, ópera con música y libreto de Ruggiero Leoncavallo.
Dirección escénica: Francesco Micheli. Escenografía: Edoardo Sanchi. Kostüme Daniela Cernigliaro. Choreographie Mattia Agatiello. Licht Alessandro Carletti. Dramaturgia: Alberto Mattioli y Malte Krasting.
Reparto de Cavalleria rusticana: Yulia Matochkina (Santuzza), Ivan Gyngazov (Turiddu), Rosalind Plowright (Lucia), Wolfgang Koch (Alfio), Ekaterine Buachidze (Lola).
Reparto de I Pagliacci: Ailyn Pérez (Nedda), Jonas Kaufmann (Canio), Wolfgang Koch (Tonio), Granit Musliu (Peppe), Thomas Mole (Silvio), Christian Rieger y Zachary Rioux (dos campesinos).
Coro y Coro Infantil de la Ópera del Estado de Baviera. Orquesta del Estado de Baviera. Director del coro: Christoph Heil. Directora del coro infantil: Kamila Akhmedjanova. Dirección musical: Daniele Rustioni.
Foto © Geoffroy Schied