La negativa de Chaikovski a amoldar su primer concierto para piano a las demandas de Nikolái Rubinstein, mentor del compositor, afamado virtuoso del piano y compositor, nos legó una obra que ha permanecido como un impasible crisol del canon romántico hasta nuestros días. Y no es para menos atendiendo a las bondades de la música: un dechado de originalidad y nobleza como indicara su dedicatario final, Hans von Bülow, quien ofreciera la primera interpretación del concierto como solista en Boston en 1875 y como hemos podido escuchar de nuevo, en un fantástico programa, ofrecido por la pianista Beatrice Rana junto a la Orquesta Filarmónica de Radio Francia bajo su actual titular, Mikko Franck, en el seno de la temporada 24/25 del ciclo de Ibermúsica.
Comprendida como una música que consolidó un modelo concertante de dimensiones sinfónicas al igual que los conciertos su contemporáneo Liszt, como bien apunta en sus brillantes notas la musicóloga Teresa Cascudo, el primer concierto para piano de Chaikovski se ramifica, además, en dispares referencias correspondientes tanto a un discurso en el que resulta inevitable tratar el conflicto sonoro entre el instrumento solista y orquesta a modo de forma de contarnos una historia, como en un expansivo mapa de relaciones culturales y, por ende, emocionales que nos llevan desde la cita a las melodías populares como la canción Il faut s'amuser, danser et rire en el Andantino al folklore ukraniano en el Allegro con fuoco mediante la cita de Vyidy, vyidy, Ivanku.
La italiana Beatrice Rana que, como ya empieza a ser habitual en sus visitas madrileñas, se erigió como una solista de excepción al desplegar un pianismo que pasma por su facilidad y rotundidad, puso al servicio de la música un virtuosismo de excelente articulación, digitación precisa, sonido aperlado, elástica gradación dinámica, justo legato y color más que mutable con tal expresiva y enorme musicalidad que no atisba debilidad alguna en la construcción de la dramaturgia cantada que precisa Chaikovski, siendo apabullante e impetuosa en los tiempos impares y lírica, de ensoñadora poesía, en el movimiento central.
A su lado, acompañando con muy buen criterio, se encontraba el finés Mikko Franck quien, al frente de la Orquesta Filarmónica de Radio Francia, manejó una formación de notable solvencia, de corpulento sonido en la cuerda, excelentes maderas y metales a tono, para proyectar el empaste necesario y el control dinámico que permitieron llegar a buen puerto.
Franck, formado en la escuela de Jorma Panula como tantos otros directores fineses, pergeñó un noble fraseo en los puentes melódicos con la cohesión necesaria, quizás no resuelta bien del todo en algún pequeño desajuste con la solista que, bajo concepto alguno, deslució una interpretación de extraordinaria categoría que será recordada como uno de hitos culminantes de la presente temporada de Ibermúsica. Con un acogedor y caluroso aplauso, Beatrice Rana compareció de nuevo sobre el escenario para ofrecer Pour les huit doigts, sexto de los 12 Preludios de Claude Debussy como propina y, así, volver a demostrar su articulada y aperlada técnica como uno de los pilares de su robusto pianismo.
La propina preludiaba, nunca mejor dicho, que el resto del programa permanecía en torno a la obra de Debussy, defendido, como no, por una sólida formación mediática, la Orquesta Filarmónica de Radio Francia que, bajo el mando de Mikko Franck, enhebró una cálida y diáfana lectura del simbolista Preludio a la siesta de un fauno, del que el director finés remarcó su ondulante sentido desde el fantástico y encomiable solo inicial de flauta de Magali Mosnier, en consonancia con un sonoro devenir repleto de líneas curvas y flujo sin dirección como apuntara el mismo compositor. Franck, siempre delante del podio, recostado a veces por problemas de espalda y caminando incluso entre los primeros atriles de cuerda, hizo música como si estuviera en familia apostando por despejar la bruma y, con ello, la ingrávida inercia circular de esta música para trazar un camino que, con flexible batuta, permitía respirar a la orquesta en sus numerosos arabescos sin menoscabar en detalles tímbricos, resolviendo con sutileza las transiciones y, sobre todo, mostrando, con definido fraseo, una más orgánica rugosidad que, quizás, la atmósfera evocadora del poema de Mallarmé en el clímax armónico.
El mismo criterio se aplicó en el tríptico sínfónico La Mer que Debussy concluyó en 1905. Verdaderamente una sinfonía en la que el misterio, el color de la superficie marina, sus tonos cambiantes y la luz del primer tiempo, se entreveran en texturas junto al fugaz destello caprichoso de las olas, tanto en el juego del segundo movimiento como en el tempestuoso y dramático tercero en uno de las más brillantes orquestaciones del siglo XX.
Y en ello Franck puso empeño por dibujar con bien delimitado contorno una interpretación preciosista, puntillista por momentos, en la que los detalles afloraron como elementos de lógica musical, apuntalando más la arquitectura de la obra -esa infinita sucesión de momentos musicales a la que aludía André Boucourechliev- que su proyección atmosférica mediante el concurso de una Orquesta Filarmónica de Radio Francia de amplia escena sonora y comedido despegue dinámico que mantuvo un gran nivel y aportó idioma, criterio y, sobre todo, oficio, interpretando aquello de lo que son embajadores. Tras los merecidos aplausos, Mikko Franck se dirigió al público para presentar e interpretar, fuera de programa, la versión orquestal del primer preludio de su paisano contemporáneo de Sibelius, Heino Kaski, para cerrar un notabilísimo concierto.
Justino Losada
Beatrice Rana, piano
Orchestre Philharmonique de Radio France ( Mikko Franck
Obras de Chaikovski y Debussy
Ciclo Ibermúsica 2024/2025
Auditorio Nacional, Madrid
Foto © Rafa Martín / Ibermúsica