Con el título “Don Juan y el Príncipe Igor” la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE ha ocupado el décimo octavo concierto de la temporada sinfónica del Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA) interpretando obras de Borodín, Brahms, Nielsen y Strauss que, por su orden en el programa, llamaba la atención su terminación con las Danzas Polovtsianas pertenecientes a la ópera El Príncipe Ígor del compositor ruso, posición que sólo podía entenderse desde la logística de incorporación del coro a la orquesta para finalizar el concierto, pero que tenía poco sentido después de la interpretación de uno de los poemas sinfónicos más característicos de Richard Strauss como es su Don Juan, todo un ejemplo para lucimiento orquestal como remate de una actuación.
Dos obras sinfónico-corales de Johannes Brahms abrieron el concierto; Nänie, Op. 82, sobre textos de Friedrich von Schiller, y Das Schicksalslied (Canto del destino), Op. 54, basado en versos contenidos en el hiperestésico Hyperion de Friedrich Hölderlin. En la primera no llegaron a producirse plenamente los acentos pastorales de marcado matiz fúnebre a cargo del oboe, que no pasó de una extraña función “melopéica”, aspecto que fue superado en la reconducción del desarrollo de la obra con la entrada del coro, que generó una sensación más reparadora para el oyente, pero que se manifestó con escasa cohesión vocal que hacía que se destacara la percepción de las voces de algunos cantantes fuera del conjunto coral, dejando esa sensación de un inalcanzado sentido elegíaco laico como elemento poético sustancial de esta composición referida a un querido amigo como para Brahms fue el pintor Anselmo Feuerbach, fallecido prematuramente en Roma el año 1880, a cuya memoria está destinado este canto fúnebre.
El director titular de la ORTVE, el sajón Christoph König, no terminó de encontrar el equilibrio requerido entre la estructura musical de marcado clasicismo y el lamento coral que dimana del texto. En cuanto a la segunda obra hay que decir que tampoco supo desarrollar y mantener la escucha necesaria que requiere la impasible harmonía que emplea Brahms para transmitir desde la música el anhelante sentir que contiene la poética de los versos de Hölderlin. El refinado virtuosismo coral y orquestal que exigen estas obras para sacarles toda su profundidad estética quedó muy mermado produciéndose así una quiebra en las expectativas que la presencia de este conjunto sinfónico-coral en la programación sinfónica del ADDA había suscitado.
Par terminar la primera parte de la velada, Mónica Raga, flauta solista de la ORTVE, intervino en el Concierto para flauta y orquesta, FS119 de Carl Nielsen. La naturaleza de inestable tonalidad de esta obra así como la curiosa idea del autor de contrastar la etérea sonoridad del instrumento solista con el bronco sonar del trombón en algunos de sus pasajes obliga al director a modular la dinámica de cada instrumento en aras a que no se solape el sonido de la flauta hasta el límite de impedir materialmente su escucha, estabilización sonora que no consiguió el maestro König en ninguno de los movimientos. Lo mismo sucedió cuando la orquesta interfirió de algún modo en el intento de cadencia de la solista hacia el final del Allegro desarrollando una recapitulación temática que llevaba a producir cierta descoordinación de conjunto que perturbaba aún más la percepción del discurso. La sucesión de varios aires integrados en el segundo movimiento no hizo sino aumentar la volubilidad de una interpretación que daba la sensación de no estar preparada suficientemente en fase de ensayos. La flautista acaparó toda la atención desde el compromiso artístico y empeño técnico desarrollado sobre este valorado concierto perteneciente a uno de los compositores más afamados de Dinamarca, resaltando siempre con efectividad y distinción la controvertida inspiración modernista de esta obra y así convertirse en la más sustancial protagonista de su ejecución.
La interpretación de uno de los poemas sinfónicos que más y mejor definen el dominio de la instrumentación que llegó a tener Richard Strauss con sólo veinticinco años como es su Don Juan, Op. 20, llevaba a propiciar ciertas esperanzas para el oyente. Como si de un despertar se tratara, el maestro König cambió su actitud estimulando a la orquesta a traducir el arranque de la obra con gran determinación y eficacia, impulsando una más adecuada definición dinámica, un mayor contraste rítmico y una sostenida mejor sensación de conjunto. Todo ello recompuso de alguna manera las impresiones tenidas en la primera parte del programa, que seguían estando presentes al no lograrse plenamente los asombrosos colores tonales que contiene este poema sinfónico que obligan a la máxima prestancia técnica a cada instrumentista.
Planteado como una última oportunidad contemplada en el programa para que el público escuchara al coro, éste intervino en las famosas Danzas Polovtsianas de Alexander Borodín, una de las escenas más multitudinarias de su drama épico-lírico El Príncipe Ígor, que hicieron las delicias del público dejando una sensación de complacencia que fue reafirmada por el conocido pasaje coral verdiano titulado Va, pensiero de la ópera Nabucco, interpretado como bis, que generó la habitual emoción en el auditorio recomponiendo el resultado general de un concierto en el que tanto el coro como la orquesta dejaron patente un controvertido resultado de sus capacidades, rompiéndose así las expectativas previas suscitadas dada su larga trayectoria artística.
José Antonio Cantón
Orquesta Sinfónica y Coro RTVE
Solista: Mónica Raga (flauta)
Director: Christoph König
Obras de Johannes Brahms, Carl Nielsen, Richard Strauss y Alexander Borodín
Auditorio de la Diputación de Alicante (ADDA). 27-IV-2025