El plus de lirismo y transparencia que Leif Ove Andsnes imprimió a su versión del Segundo concierto para piano en si bemol mayor de Johannes Brahms, se complementó con la solidez de Anja Bihlmaier desde el podio en el corpulento Allegro non troppo con que arrancó este, segundo también, programa de temporada de la Orquesta Nacional de España.
Un lirismo complementado sobre el mismo teclado, por la intensidad con que el intérprete hacía oír, en relativo plano de igualdad, las voces interiores de los poderosos acordes placados o alternados y, todo, aderezado con un ejemplar uso del pedal de resonancia en todas sus técnicas, armónica y rítmica.
Una virtuosa transparencia que se vería premiada más adelante en la pieza. Nos referimos tras el Andante donde, eso sí, tuvo que compartir protagonismo con un especialmente bello sonido y línea melódica del violonchelo, en manos del primer atril de la Nacional, con pinceladas del oboe, entre otros… y, por fin, con ese breve remate al piano, inspirada cadencia entre armonías sucesivas y trinos enlazados.
El movimiento final de la obra, Allegretto grazioso, combinaba todas aquellas cualidades en un clima de mayor brillantez y prístina transparencia, ya sin el arduo peso de pretensiones “trascendentes” sobre el papel. Cualidades en las que Andsnes se mueve con personal nobleza, austeridad y rigor.
Un final brillante en el que, sin duda, lució la coda ligeramente (como casi todo en este movimiento) en punta, con sus pinceladas armónicas y un necesario repunte de velocidad, marcado desde el piano.
La Primera sinfonía de ostentoso sobrenombre “Titán”, de Gustav Mahler, que le seguía tras el descanso, mostró una efectista entrada de su cuarto movimiento, Tempestuosamente agitado (Stürmisch bewegt), en esta interpretación de Bihlmaier. Una explosión sonora que justificaba, de alguna manera, este abultado apelativo, a tenor de su diferenciación con el limpio movimiento que le precedía, donde se había destacado, de inicio, la entrada del primer contrabajo a solo.
Aunque, bien es verdad que, tras la tempestad viene cierta calma, la calma vienesa y… un mayestático final lisztiano donde los haya. Todo ello en una interpretación, ajustada como un guante desde el podio, a una partitura elegante y extrovertida. Sin demasiadas sombras (alguna hay… y en este movimiento sin ir más lejos…) junto con algún que otro rasgo sarcástico, hacen que toda esta nobleza heroica se rodee de cierto matiz singular.
Por último reseñar el ilusionante y esperanzador lleno hasta la bandera (sin exagerar lo más mínimo, costaba encontrar frente a nuestro ojos, alguna localidad vacía en todos los sectores, incluidos los más desfavorecidos acústica y visualmente, de sus coordenadas más alejadas y a la espalda de los músicos) en la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música, este sábado de temporada en el que asistimos.
Luis Mazorra Incera
Leif Ove Andsnes, piano.
Orquesta Nacional de España / Anja Bihlmaier.
Obras de Brahms y Mahler.
OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid
Foto © Jose Luis Pindado