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Crítica / Sevilla celebra la diversidad operística - por Pedro Coco

Sevilla - 16/10/2025

Tal como venía anunciando la organización desde su presentación, el primer Festival de Ópera de Sevilla (organizado por el Ayuntamiento de Sevilla, a través del área de Turismo y Cultura), nació con la intención de situar a la ciudad dentro del panorama lírico internacional mediante una programación que combinara miradas históricas, enfoques actuales y variedad estilística. El punto de partida fue el merecido homenaje a Manuel García en su 250 aniversario, una figura capital en la historia de la ópera e hijo ilustre de la ciudad. Sin embargo, el festival no se limitó a él: propuso un recorrido que atravesaba varios siglos de repertorio y una amplia diversidad de formatos, demostrando que la tradición puede dialogar con la modernidad de forma natural.

Como apertura, la recuperación de El califa de Bagdad de García supuso un acto de justicia musical. La propuesta escénica de Guillermo Amaya, trasladada con acierto a la Barcelona de los ochenta, aportó dinamismo y sentido del humor. A pesar de las complicaciones propias del aire libre, el montaje se sostuvo gracias al compromiso de un reparto muy equilibrado, con Leonor Bonilla como sostén vocal de la noche: una interpretación sobresaliente, elegante, cálida y con mucho desparpajo escénico. La dirección musical de Alessandro D’Agostini imprimió estilo belcantista y flexibilidad a una Real Orquesta Sinfónica de Sevilla que sorteó las condiciones del entorno con profesionalidad.

Y tras otros títulos de corte contemporáneo o de cámara, el Teatro de la Maestranza presentó Don Giovanni de Mozart como clausura del ciclo operístico. La producción adoptó una visión simbólica y minimalista, con movimientos cuidadosamente ideados que aportaron fluidez. Cecilia Ligorio optó por enfatizar lo trágico de la obra, sacrificando parte del componente cómico habitual, lo que desequilibró ligeramente el resultado. Musicalmente, López-Reynoso ofreció una lectura detallada y contenida, manteniendo buen ajuste entre escena y foso. Las voces femeninas fueron lo más destacado del reparto: Marina Monzó brindó una Zerlina luminosa y musical; Ekaterina Bakanova construyó una Donna Anna de gran complejidad sobrada de medios; y Julie Boulianne, tras un arranque titubeante, convirtió a Donna Elvira en un personaje de profunda intensidad emocional.

El festival también reservó un espacio relevante al repertorio barroco, confirmando el excelente momento que vive este en Sevilla en la actualidad. Vivica Genaux protagonizó un recital monográfico de Domenico Scarlatti que puso de manifiesto su dominio estilístico. Las cantatas, centradas en el desamor, exigían control del recitativo, diversidad en el fraseo y agilidad vocal, aspectos que la mezzosoprano resolvió con la precisión y elegancia que la caracterizan. Estuvo acompañada por tres instrumentistas de alto nivel: Rami Alqhai, expresivo y musical; Carles Blanch, versátil en la cuerda pulsada; y Egon Mihajlovic, riguroso al clave, conformando un viaje refinado por el Scarlatti más teatral.

En contraste con la intimidad de ese recital, el espectáculo Combattimento ofreció una original visión del madrigal barroco de Monteverdi al aire libre. Ambientado en un ring de boxeo de estética mexicana, el montaje de Joan Antón Rechi sorprendió visualmente y funcionó de forma especialmente efectiva en el célebre Combattimento di Tancredi e Clorinda; mantener la coherencia narrativa en el resto de madrigales resultó ya algo más forzado. Sin embargo, el nivel musical fue sobresaliente. Francisco Fernández Rueda y Víctor Sordo destacaron por su expresividad, atención al texto y capacidad para empastar sus voces. Anna Alàs i Jové emocionó con el lamento de Ariadna y Rocío Martínez aportó sutileza y frescura. La Orquesta Barroca de Sevilla ofreció un acompañamiento sólido y vibrante desde un lateral del cuadrilátero, bajo la dirección enérgica y matizada de Fausto Nardi.

La recta final del festival estuvo marcada por una serie de recitales de voz y piano que abordaron repertorios poco frecuentes, muchos de ellos de inspiración española. Franco Fagioli inauguró la semana con un programa que se movió entre barroco y bel canto. Se mostró especialmente cómodo en las arie antiche y en Händel, donde desplegó su característico dominio de la coloratura y su extensión; aunque también afrontó el XIX italiano con elegancia y contención. Michele D’Elia aportó acompañamiento refinado y cómplice.

Posteriormente, el Espacio Turina acogió un recital dedicado a las conexiones entre lo hispano y lo francés. Mónica Redondo y Elena Sancho Pereg demostraron gran afinidad estilística y un excelente empaste en piezas como el virtuosístico “Fandango del diablo” o el célebre “El desdichado” de Saint-Saëns. Redondo, de voz rica y amplia, brilló tanto en lo cómico como en lo más lírico, mientras Sancho Pereg destacó por su facilidad para la coloratura y el agudo. La pianista Teodora Oprisor acompañó con precisión y sensibilidad.

El festival se cerró con una propuesta de gran intensidad emocional. El programa, que comenzaba y concluía con canciones españolas de Beethoven y Shostakovich, permitió mostrar la flexibilidad y variedad de matices de la voz de Nerea Berraondo. El núcleo central, dedicado a las canciones Op. 5 de Szymanowski, ofreció el momento más introspectivo de la velada y permitió a la mezzosoprano desplegar su musicalidad y manejo de reguladores, en perfecta sintonía con la pianista Anna Malek, de acompañamiento atento y versátil.

En conjunto, el Festival de Ópera de Sevilla ha demostrado respeto por la herencia musical, apertura a espacios y formatos diversos, apuesta por el talento vocal patrio y una estudiada conexión entre pasado y presente. A pesar de algunos retos logísticos inherentes a los espacios al aire libre, el nivel artístico se mantuvo elevado y la respuesta entusiasta del público confirmó el interés por esta iniciativa, que ojalá continúe con fuerza en 2027.

Pedro Coco

 

Festival de Ópera de Sevilla, primera edición,

Diversos escenarios

Sevilla, del 25 de septiembre al 12 de octubre de 2025

 

Foto: Leonor Bonilla en El califa de Bagdad / © Agustín Pacheco

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