El pasado 13 de junio, la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) y su titular Ludovic Morlot cerraron temporada del mismo modo como la abrieron: con música de Maurice Ravel, uno de los nombres más destacados de este curso tanto por su presencia en los programas como por la grabación de la integral de su obra orquestal. Si en el primer concierto pudo escucharse el ballet Daphnis et Chloé, en este último fue el turno de Tzigane, la ópera L’Heure espagnole y una rareza, Sites auriculaires. Esta última fue la que abrió el programa.
El entusiasmo de Morlot por Ravel es tal, que le lleva a interpretar obras orquestadas por otros compositores. Sites auriculaires, compuesta en 1897 para dos pianos, es una de ellas. Aunque su primer movimiento, Habanera, sí fue instrumentado e incluido por Ravel en su Rapsodie espagnole, Kenneth Hesketh (n. 1968) ha dado de él también su propia versión en la que, sin traicionar la paleta instrumental del compositor, se esforzó por escoger colores diferentes, incluso opuestos. El resultado es sugerente, pero lo es más en el segundo movimiento, Entre cloches, en el que Hesketh amplifica los juegos de campanas sugeridos por el original pianístico. Morlot supo dar a ese trabajo un convincente aire raveliano, aunque la obra es tan breve que prácticamente no provocó reacción alguna entre el público.
Ravel dejó paso entonces a Ernest Chausson y su Poème, op. 25, para violín y orquesta. Como solista actuó el joven Daniel Lozakovich, quien supo mostrar todo el romanticismo de una partitura en la que el tributo al virtuosismo no ahoga, ni mucho menos, el componente emocional. La belleza del sonido de su Stradivarius 1713 “ex-Sancy” hizo el resto. Siempre atento, Morlot arropó al violín con criterio, incidiendo también en todo lo que de otoñal y wagneriano tiene la obra.
El contraste con la siguiente página fue radical, pues Tzigane es todo un desafío para el violinista por su pirotécnico virtuosismo y ese aire rapsódico que ha de sonar como si de una improvisación se tratara. Lozakovich aceptó el reto y, transmutado en un violinista completamente diferente, dio una lectura racial como pocas, a todo o nada, pletórica de principio a fin. Morlot y la OBC no le fueron a la zaga, de ahí una versión incisiva y de colorido desbordante. Una auténtica fiesta.
Lo fue también la ópera en un acto L’Heure espagnole, que se ofreció con una teatralización mínima, pero de lo más efectivo para transmitir su carácter cómico. A esa labor se entregaron también los cantantes, el tenor Nicky Spence, como el relojero Torquemada; el tenor Valentin Hill, como el poeta Gonzalve; el bajo Patrick Bolleire, como el banquero Don Íñigo Gómez, y, especialmente, el barítono Alexandre Duhamel, como el arriero Ramiro, y la mezzosoprano Fleur Barron, como la coqueta Concepción. Al frente de una OBC en estado de gracia, Morlot ofreció una lectura muy viva y teatral, que resaltaba con acierto las distintas alusiones a relojes que contiene la partitura, así como sus evocaciones españolas, por no hablar ya de la inagotable paleta tímbrica propia de Ravel.
En definitiva, esta ópera ha sido un auténtico broche de oro a una temporada que confirma el crecimiento artístico experimentado por la OBC con Morlot al frente.
Juan Carlos Moreno
Daniel Lozakovich, violín. Fleur Barron, mezzosoprano; Nicky Spence, tenor; Valentin Thill, tenor; Alexandre Duhamel, barítono; Patrick Bolleire, bajo.
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Ludovic Morlot.
Obras de Chausson y Ravel.
L’Auditori, Barcelona.
Foto © May Zircus