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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Por partida séptuple - por Luis Mazorra Incera

Madrid - 02/06/2025

El sueño de Eros, un bello poema sinfónico de alrededor de un cuarto de hora de Óscar Esplá, creó la atmósfera y disposición idóneas para acometer un nuevo programa de concierto de temporada de la Orquesta Nacional de España dirigida por Jordi Francés. Un programa que arrancaba así con los ribetes precisos de técnica compositiva, musicalidad y relativa novedad… en nuestro repertorio, además.

El tupido entrelazado de líneas del Concierto para siete instrumentos de viento, timbales, percusión y cuerda de Frank Martin hizo de esta primera parte, junto con el poema citado de Esplá, una experiencia musical digna de todo elogio. Y digo esto porque se unía al eminente valor manifiesto de ambas partituras, su rara programación. Una primera parte que hubiera bastado ya para cumplir con todas las exigencias que proporciona una estimulante experiencia musical sinfónica en vivo: un Esplá que no debería necesitar presentación a estas alturas y un Martin que quizás sí para más de uno de los presentes en este sábado de Auditorio Nacional.

Aplausos furtivos (más que merecidos) a un directo, traslucido y fluido Allegro inicial del Concierto de Martin donde lo solista y concertante, lo orquestal y el tutti, difuminaron sus fronteras con plasticidad y detalle desde el podio y atriles, en pos de la construcción de una obra con todos los ingredientes para destacar con holgura en el selectísimo repertorio de concerti grossi modernos.

Misterioso ed elegante, el célebre segundo movimiento, hizo honor a esta indicación de carácter con intervenciones destacadas de todos los solistas que no puedo menos que indicar aquí pormenorizadamente: José Sotorres, flauta; Víctor Manuel Ánchel, oboe; Javier Balaguer, clarinete; Pedro Jorge, trompa; Adán Delgado, trompeta; Juan Carlos Matamoros, trombón, y el profesor de fagot de la orquesta a quien, a la sazón, se rendía homenaje en estos conciertos con motivo de su próxima jubilación: Enrique Abargues.

Todo un sólido plantel solista, lúcido en sus intervenciones (sopra el conjunto) en este Adagietto que, al punto, se resolvió con brillantez en un Allegro vivace donde se acumulaban los cambios bruscos de tempi, solos algo más épicos y, una concertación más comprometida y con mayor ambición compositiva en intricados planteamientos melódicos y sus contrapuntos. Brillante en lo solista (¡por partida séptuple!) y en lo concertante en el conjunto.

En la segunda parte, tras el descanso, volvíamos al repertorio más recurrente por estos pagos y temporadas: la Octava sinfonía de Antonín Dvořák. La gestualidad directora, especialmente dúctil en Francés, redundó en una flexibilidad siempre encomiable y eficaz, tanto en lo dinámico como en lo agógico. Una gestualidad que se manifestó en todo momento (antes y después del descanso), como expresión de una permanente lógica de fraseo. Una creación de texturas armónicas y de carácter bien diferenciadas, que encumbraron de nuevo una obra, una Sinfonía, pese a su frecuencia sobre las tablas, excepcional.

El Adagio, ya magníficamente escrito a priori por Dvořák y, especialmente bien versado y equilibrado a la postre hoy, y el Allegro ma non troppo final que le sigue, con su frescura inicial, su relajada poetica conclusiva y su brillante remate cadencial, incidieron en aquellas virtudes de contraste y continuidad sinfónicas antes manifestadas, definiendo una obra ciertamente inspirada, de la que siempre se recoge el fruto del éxito.

Luis Mazorra Incera

 

José Sotorres, flauta; Víctor Manuel Ánchel, oboe; Javier Balaguer, clarinete; Enrique Abargues, fagot; Pedro Jorge, trompa; Adán Delgado, trompeta; y Juan Carlos Matamoros, trombón.

Orquesta y Coro Nacionales de España / Jordi Francés.

Obras de Dvořák, Esplá y Martin.

OCNE. Auditorio Nacional de Música. Madrid.

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