Con palos de escoba, cepillos y otros útiles de limpieza salieron los miembros del grupo Neopercusión, conformado por Juanjo Guillem, Rafa Gálvez y Nerea Vera, en el ciclo de cámara y polifonía Satélites de la Orquesta y Coro Nacionales de España. Un grupo que, a menudo, es motivo de impacto, interior y exterior, y, a la sazón… atrevimiento y cierta provocación. Quizás, en esta primera obra del programa, más de lo segundo que de lo primero.
Una entrada teatral escalonada de sus tres componentes que enlazaba, así, lo sonoro cotidiano para convertirlo en música. Una entrada, pues, por una de las puertas que traspasan esa “quinta pared”, exclusiva del mundo acústico. Una pared que, imaginariamente, separaría el sonido en su aspecto físico y material, y la música como tal elaboración artística humana inmaterial. De las muchas puertas y ventanas entrambas, hoy atravesamos de entrada, una puerta abiertamente “conceptual”. Más aún con la cantidad, insistencia y claridad de las textos declamados (“eyectados” por momentos) y proyectados en pantalla con leve escorzo.
Elogio de lo impuro (para tres percusionistas) de Elena Mendoza, arrancó la tarde con sentidos lúdico y moral. Dos mundos, dos intenciones, dos formas de crear tensión y resolver, sobre cuya intersección se gestó el caldo de cultivo de esta nueva página (estreno y encargo de la Orquesta y Coro Nacionales de España, organizadora del ciclo).
Así, pasamos de los cepillos multiusos a la concertación rítmica de unas baquetas. Una suerte de entresijo músico-dramático donde el mensaje quedaba claro, de principio a fin. Sin entrar ya en que, el propio título hacia de spoiler de la resolución conceptual de la obra. Un planteamiento naïve, directo al consciente y al subconsciente, que destacaba sobremanera un resultado ya anticipado. Parafraseando a García Márquez: la crónica de un elogio anunciado.
Los mencionados junto con Delia Agúndez, voz; Miguel Ángel Angulo, flauta; Pablo Martín al violín en Ipsa Dixit: I. Poetics (para soprano, flauta, violín y percusión) de Kate Soper, buscaron un horizonte más lírico dentro de una poética (también) de notable peso textual, articulada por éste, algo pretenciosa en su temática, que arrancaba con una pregunta que (pese al inglés y otras filosofías) aún mantenía su resonancia becqueriana: “What is art?/¿Qué es el arte…?
Ya con Coline-Marie Orliac al arpa, la obra más ambiciosa en su planteamiento, mezclando la actuación con el canto en su sentido “extendido”, Afrodita (para cantante/actriz, flauta, arpa y tres percusionistas) de Giorgio Battistelli atrajo todos los elementos anteriores en liza salvando el violín y añadiendo el arpa, en una página de mayor porte y condición. Una obra que se movió en un aura de base armónica post-impresionista, donde el carácter instrumental-vocal-actoral de la voz, de la actriz y cantante, adquiría virtual protagonismo. Un carácter, gesto y convicción premiado después singularmente por el público, junto a un grupo instrumental más nutrido y, sobre todo, pleno de gestos idiomáticos de sus respectivos instrumentos.
Luis Mazorra Incera
Delia Agúndez, voz; Miguel Ángel Angulo, flauta; Pablo Martín, violín; y Coline-Marie Orliac, arpa.
Neopercusión: Juanjo Guillem, Rafa Gálvez y Nerea Vera.
Obras de Battistelli, Mendoza y Soper.
OCNE-SATÉLITES. Auditorio Nacional de Música. Madrid.