El pasado 31 de enero, después de varias actuaciones ya al frente de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) en los últimos años, Matthias Pintscher se decidió al fin a ofrecer una composición propia de su amplio catálogo. La escogida fue la que hasta la fecha es su última partitura orquestal: Neharot, término hebreo que significa “ríos”. Compuesta en 2020, en plena pandemia de covid, su creador la define como una reflexión musical sobre “la devastación y el miedo, y la esperanza de luz”, que marcaron ese periodo de nuestras vidas.
Pintscher no ahorra medios en ella, pues la obra requiere de una gran orquesta, ampliada con cuatro grupos de percusión con gongs de diferente tamaño, campanas, planchas metálicas, glockenspiel… No obstante, toda esa masa es usada con una gran economía, pues solo en momentos muy puntuales suena toda la orquesta al completo y al máximo de su potencia. El compositor prefiere buscar el detalle, el matiz, la sugestión tanto en el plano armónico como en el tímbrico.
El resultado es un paisaje sonoro de incuestionable belleza y, dentro de su abstracción, también con un punto inquietante. Pintscher, que no es un compositor que también dirige, sino un artista en el que la creación y la interpretación van de la mano, profundizó en las cualidades expresivas de la partitura, bien secundado por una OBC que suele rendir a un nivel especialmente alto bajo su batuta.
En lo que bien podría ser un triple salto mortal, de la modernidad más absoluta se pasó sin solución de continuidad a la gracia melódica de Mozart y su Concierto para flauta n. 2. Como solista actuó Francisco López, flauta solista de la OBC desde 2018, toda una garantía por su calidad técnica y su musicalidad. Su versión estuvo a la altura de lo esperado por la belleza del sonido que extrajo al instrumento, la precisión y claridad de su articulación y, sobre todo, por su naturalidad. Pintscher, quien no suele acercarse habitualmente a los repertorios anteriores al siglo XX, se desenvolvió aquí con oficio.
En todo caso, la afinidad fue mucho mayor en la partitura que cerraba el programa, El mandarín maravilloso de Béla Bartók. En lo que llevamos de temporada, el ballet está siendo uno de los géneros más frecuentados por la OBC, con el aliciente de que su acción puede seguirse a través de sobretítulos. Así, del propio Bartók ya pudo escucharse el pasado mes de noviembre El príncipe de madera. La lástima, en esta ocasión, es que Pintscher optó por ofrecer la suite en lugar del ballet completo, una decisión sorprendente sobre todo porque este último no es mucho más largo. El público se quedó así sin saber qué pasa al final con el mandarín, la chica y los tres facinerosos que la utilizan para sus reprobables fines…
Por lo demás, la versión fue extraordinaria, con un Pintscher y una OBC entregados a mostrar una partitura que, con sus ritmos irregulares y obsesivos, sus escalas modales, sus contrastes extremos y su innovador uso de la percusión, consigue recrear un mundo sórdido y erótico, exótico y particularmente cruento.
Juan Carlos Moreno
Francisco López, flauta.
Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya / Matthias Pintscher.
Obras de Pintscher, Mozart y Bartók.
L’Auditori, Barcelona.
Foto © May Zircus