La Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música acogió uno de esas tardes históricas tanto en cuanto a los intérpretes allí congregados como a la música interpretada por estos. Y es que por primera vez en Madrid que yo tenga constancia, y gracias al ciclo La Filarmónica, pudimos presenciar en directo a Philippe Herreweghe con su Collegium Vocale Gent interpretando cantatas de Johann Sebastian Bach, repertorio específico que se convirtió ya hace mucho tiempo en su caballo de batalla, al conseguir unas interpretaciones sublimes, verdaderas y plenas de autenticidad y emoción , y que pronto se convirtieron en el referente de una música insuperable de las que toda agrupación toma como modelo.
Sobre el escenario compareció un grupo camerístico que a priori pareciera de escasos efectivos para las grandes dimensiones de la sala. La orquesta contó con 3 violines primeros, 3 segundos, 2 violas, 1 violonchelo, 1 viola da gamba, 1 contrabajo, el par de oboes, 1 fagot, 1 trompeta, 1 traverso y el órgano positivo. El coro, por su parte, estuvo compuesto de 12 cantantes, tres por cuerda. Sin embargo, la sonoridad de cada uno de los miembros del coro y la orquesta de Collegium Vocale Gent es tan directa y cuenta con esa seguridad indiscutible que solo saben imprimir los músicos más experimentados, que el sonido global del conjunto resultó completamente adecuado, y el equilibrio entre coro y orquesta fue en todo momento el justo. Debemos remarcar, además, que incluso la sonoridad del órgano positivo fue en la mayor parte del concierto sorprendentemente clara y concisa, aportando esa sonoridad tan rica que difícilmente podemos disfrutar en un concierto en directo.
El artífice de este milagro interpretativo, es toda una leyenda. Philippe Herreweghe ha sabido crear una exquisitez musical a la altura de las composiciones de unos de los grandes creadores de la música que hoy denominamos clásica. El ensamble, creado en 1970, es toda una institución de lo qué debe ser un conjunto que solamente busca engrandecer la música del genio bachiano, desde cualquiera de sus componentes hasta su director y fundador.
Esta humildad para con el genio creativo bachiano estuvo siempre patente en cada miembro del conjunto belga, y fue especialmente llamativa en la figura de Philippe Herreweghe. Su gesto puede decirse que fue minimalista, permitiendo en todo momento que los extraordinarios músicos de los que ha sabido rodearse exhibieran su sabiduría interpretativa. Incluso en los fragmentos que suele requerirse sobremanera las labores de un director, en los recitativos, estos fluían con una naturalidad descomunal sin que apenas fuera necesaria la labor del director. Bien es sabido que la labor de Herreweghe es más importante en los ensayos previos q en el concierto propiamente dicho.
Podemos apuntar algunos detalles de cada cantata que sirvan como recordatorio memorable de una velada magnífica. Así, en la cantata que abrió el concierto, Warum betrübst du dich, mein Herz, BWV 138, lo más destacable de su interpretación fue el desarrollo continuo tan natural que ocultó su peculiar y compleja forma. En ella, salvo por las dos arias de tenor y bajo, la consecución de sus seis números pareció uno solo en donde los recitativos formaron parte de un discurso coral que invitaba a la reflexión de su texto.
La cantata siguiente, Liebster Gott, ¿wenn werd ich sterben?, BWV 8, fue un elemento contrastante con la anterior, denotándose aquí la forma clásica de sus movimientos, que aun formando parte de un todo tuvieron un protagonismo individual poro sí mismos, imbuidos de la formidable belleza de su composición. Aquí pudimos verificar la fabulosa calidad de los instrumentistas en sus destacados papeles obligati de sus arias, como los dos oboes, el traverso y la trompeta de varas, instrumento de inusitada tesitura grave, más propio de una trompa, que ejecutó su parte de un modo intachable.
Tras el descanso pudimos disfrutar de una única cantata inusitadamente extensa, y es que Die Elenden sollen essen, BWV 75 consta de catorce movimientos, divididos en dos partes simétricas de siete fragmentos, para ser interpretados antes y después del sermón del sacerdote.
En cuanto al elenco vocal debemos destacar el extraordinario instrumento que posee el bajo Krešimir Stražanac, quien mostró un bellísimo y rico timbre de bajo, que aúna potencia vocal, facilidad extrema en las coloraturas, ductilidad en los cambiantes afectos y expresividad formidable. Quizás Herreweghe haya encontrado al digno sucesor del legendario Pete Kooj.
El tenor Guy Cutting fue un digno colega del bajo croata, ya que fue una completa delicia cada una de sus interpretaciones, denotando un color vocal preciosista, de técnica depuradísima y expresión intachable.
Por otro lado, el contratenor Alex Potter, conocido en los escenarios madrileños, volvió a exhibir su expresividad, estilo y elegancia a que nos tiene acostumbrados.
La soprano Grace Davidson, en sus breves intervenciones, mostró una voz ligera, fácil en el agudo y de absoluta corrección tonal.
Los solistas vocales fueron también integrantes del coro, que fue toda una dicha de disciplina en la prosodia del texto y en la colocación de las consonantes, además de ser el paradigma del empaste absoluto en todas sus cuerdas y de mantener una agógica y una articulación realmente magistral.
El público se despidió con una cálida ovación de estos músicos de tanta altura interpretativa, quienes con su humildad característica se despidieron realmente agradecidos.
Simón Andueza
Grace Davidson, soprano, Alex Potter, contratenor, Guy Cutting, tenor, Krešimir Stražanac, bajo.
Collegium Vocale Gent, Orquesta y Coro, Philippe Herreweghe, director.
Obras de Johann Sebastian Bach (1685-1750)
Ciclo La Filarmónica.
Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 30 de enero de 2025, 19:30 h.
Foto © Rafa Martín