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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica / Eslavos en Madrid - por Justino Losada

Madrid - 04/02/2025

Uno no acaba de entender lo inaudito que resulta la falta expresa del anuncio de un debut, el del director polaco Krzysztof Urbański, actual titular de las Orquestas Sinfónica de Berna y Filarmónica de Varsovia, formación esta última que a su vez nombró a Christoph König, principal director invitado. Conocido también por sus buenos registros para Alpha y DGG ha comparecido en diversas ocasiones al frente de la Orquesta Nacional de España -conjunto con dirige ya con cierta regularidad- por lo que Urbański es, junto con su compatriota Łukasz Borowicz, un buen ejemplo de la última generación de maestros polacos como se pudo comprobar el pasado viernes durante su estreno en el último concierto abono de la temporada 24/25 de la Orquesta y Coro RTVE.

Tampoco se comprende la falta de información por parte de la gestión de la orquesta ante lo que a todas luces fue un estreno en España ya que Exodus, monumental crescendo sinfónico-coral del también polaco Wojciech Kilar, recibió en estos conciertos las primeras interpretaciones en nuestro país. Estrenado en el Festival de Otoño de Varsovia en 1981, Exodus es una de las escasas obras de concierto –junto con las más folklóricas Krzesany y Orawa- del compositor, quizás más conocido por su música cinematográfica. 

Mediante un motivo pegadizo -y algo naíf- de siete notas de raíz hebraica y con escasas permutaciones, la obra se inspira en un pasaje del libro del Éxodo en el que Miriam danza en alabanza a dios por derrotar y sumergir a los egipcios en el Mar Rojo, asemejándose a una banda sonora de una epopeya bíblica de Hollywood que, en su contexto temporal, destila un particular simbolismo disidente: una metáfora del pueblo polaco cruzando su particular Mar Rojo durante la emergencia del sindicato Solidaridad y ante la inminente ley marcial de Jaruzelski. Con obsesiva e hipnótica repetición, la acumulación de densidades y texturas evoca al creciente Bolero de Ravel, música que no solo sobrevuela la arquitectura general, sino que es expresamente citada en un breve pasaje. De esta manera, el crecimiento del inocente tema inicial se convierte en una declaración de tintes marciales que, una vez entra el coro, deviene en una resolución un tanto kitsch evidenciándose, quizás, que la partitura ha envejecido.

En cualquier caso, se agradece la puesta de una obra así sobre los atriles, máxime teniendo en cuenta la dimensión de su despliegue sinfónico, con trombones y trompas a seis, dos pianos y una nutrida sección de percusión, además del coro, efectivos que Urbański condujo con notabilísima pericia gracias a una gestualidad recogida, clara y apegada al texto, logrando transparencia polifónica, excelente sentido de la progresión dinámica y eficacia discursiva a la hora de acumular y liberar las tensiones de la partitura. Mención especial tiene el gran desempeño del Coro de RTVE, excelente en su precisión ante los staccati a los que hizo frente, junto con una atentísima Orquesta Sinfónica RTVE que puso su todo su potencial y buen hacer para lograr una interpretación de calidad. 

Tras la primera parte, la Sinfonía No.9 del checo Antonin Dvorak completó el concierto. Fechada en 1893 y alumbrada tras la llegada del compositor a Estados Unidos donde dirigió el Conservatorio Nacional de Nueva York, la que fuera la última y más conocida sinfonía del compositor se basa en temas originales que recogen tanto inflexiones de la música indígena norteamericana como evocaciones de sus paisajes, debidamente mixturados con el lenguaje y oficio dvorakianos, esto es, un armazón romántico puramente europeo que cuenta con una gestualidad, rítmica, contrapunto y orquestación que dan buena cuenta de la impronta folklórica -de la región de Bohemia más específicamente- del estilo del compositor.

Sea cual sea la naturaleza de la obra estamos ante uno de los hitos del repertorio canónico por lo que la interpretación podría incurrir en una lectura ayuna de interés al haber demasiadas referencias tanto discográficas como vivenciales para comparar.

No fue el caso con Urbański aunque, ciertamente, su aproximación a la obra resultara controvertida. Me explico. El primer movimiento fue debidamente contrastado entre la introducción y el Allegro molto que, con amplia y, ciertamente, sofisticada gestualidad supo desarrollar el director polaco creando una rugosa dramaturgia de intenso brío logrando, con persuasión, que la orquesta le siguiera con gran soltura y coherencia. Igualmente, y continuando con los contrastes, el poético Largo se llevó casi a un Adagio resaltándose las excelentes participaciones del corno inglés y, también, un muy buen trabajo de transparencia con las dinámicas en pianissimi, en la cuerda en torno a los famosos silencios del movimiento, muy agradecidas para la acústica del Monumental tendente a la redondez sonora. Es aquí donde, pese a un sensacional sentido de la musicalidad, se echó de menos algo más de hondura, si bien el resultado fue bueno.

El Scherzo se llevó con buen gusto en la acentuación rítmica y el Allegro con fuoco final trajo un vibrante ímpetu que, con la buena articulación de la orquesta, cuajó en un dramático cierre tan bien interpretado como preciso en relieve. No es una interpretación al uso, es cierto, pero pese a la controversia, desde estas líneas se agradece cierta heterodoxia a la hora de presentar repertorio canónico, demostrándose que lo ya conocido siempre admite nuevas lecturas.  Muy aplaudido por el público, Urbański también recibió los parabienes de la orquesta, gesto no muy habitual, poniendo de manifiesto que la formación estuvo a gusto haciendo música.

Justino Losada

 

Obras de Kilar y Dvořák

Orquesta Sinfónica y Coro RTVE / Krzysztof Urbański

Temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro RTVE  2024/2025

Teatro Monumental, Madrid

 

Foto © Sabrina Ceballos

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