El 29 de abril de 1925, Arnold Schoenberg dirigió en el Palau de la Música Catalana de Barcelona el estreno en España de dos de sus obras señeras: la Sinfonía de cámara, op. 9, en el arreglo para cinco instrumentos hecho por su alumno Anton Webern, y el ciclo vocal Pierrot lunaire. Cien años más tarde, el ciclo BCN Clàssics ha tenido la feliz idea de revivir ese histórico concierto, incluso con la reedición, en forma de facsímil, del programa de la Asociación de Música “Da Camera”, firmado por otros dos discípulos de Schoenberg, Robert Gerhard y Alban Berg, y con los textos de los poemas traducidos al catalán y adaptados a la música por Joaquim Pena.
El concierto, al igual que aquel de 1925, se abrió con la interpretación de la Sinfonía de cámara, op. 9, una partitura compuesta en 1906 en la que Schoenberg se acerca a los límites más extremos de la tonalidad, aunque sin franquearlos aún. La versión que ofrecieron la violinista Meesun Hong, el violoncelista Thomas Kaufmann, la flautista Júlia Gállego, el clarinetista Reto Bieri y el pianista Joonas Ahonen permitió disfrutar por todo lo alto de esta obra maestra, de sus contradicciones y aristas, de sus intuiciones. Su entrega fue tal, que hicieron justicia al título de la obra, y eso a pesar de que, en este formato, la plantilla es aún más restringida que la de la versión original para quince instrumentos.
El plato fuerte de la velada, no obstante, era Pierrot lunaire, ese ciclo de melodramas sobre poemas del simbolista Albert Giraud, traducidos al alemán por Otto Erich Hartleben, que Schoenberg compuso en 1912 y en el que, ahora sí, se sumergió de lleno en un mundo sonoro desconocido entonces, el de la atonalidad. Más de cien años después de su composición, es una de esas obras cuya modernidad se mantiene intacta, y más si se benefician de una interpretación tan fresca y personal como la de Patricia Kopatchinskaja. Su papel, de hecho, es sorprendente, pues se trata de una intérprete que ha hecho una brillante carrera como violinista, no como cantante. A la vista de los resultados, nadie lo diría.
En Pierrot lunaire, Schoenberg experimentó con el Sprechgesang, una técnica que se mueve entre el recitado y el canto propiamente dicho, y que persigue una suerte de melodía hablada. De ahí que haya versiones de esta obra protagonizadas por actrices, como Albertine Zehme, que la encargó y estrenó, y otras por cantantes, como la soprano Marya Freund, que actuó en el concierto barcelonés de hace un siglo.
Kopatchinskaja se inclina más hacia la vertiente actoral, lo que no quita que su entrega vocal sea arrebatadora, capaz como es de modular su voz desde el agudo deliberadamente hiriente hasta unas profundidades cavernosas, pasando por el susurro o un parlato lleno de matices. Su exactitud a la hora de seguir el ritmo, así como su forma de interpretar los textos y darles un sentido vocal y escénico hacen de esta versión toda una experiencia.
A ello contribuye también la puesta en escena, con una Kopatchinskaja ataviada y maquillada como Pierrot, que no deja de moverse por el escenario y de interactuar con los músicos y el público, a veces con algún elemento mínimo de atrezzo, como una soga, una chaqueta y un paraguas, o un foco que evoca la “luna enferma” de la séptima canción. Kopatchinskaja consigue así un Pierrot que, más allá del carácter expresionista y onírico, presenta un punto amenazador e inquietante, pero que no deja de ser también tierno e, incluso, divertido. Si ella fascina, no se quedan atrás los cinco músicos que la acompañan, todos ellos impecables.
No cabe duda de que este es un proyecto tan personal como arriesgado de la siempre inquieta Kopatchinskaja. Lleva con él desde 2017, lo ha interpretado ya, con la del Palau, en diecinueve ocasiones, además de haberlo grabado para el sello Alpha, y no piensa abandonarlo. Sobre todo porque, cada vez que se acerca a la partitura, descubre cosas nuevas, algo que solo sucede con aquellas obras que están vivas. BCN Clàssics no podía, por tanto, haber escogido una mejor propuesta para conmemorar el concierto de Schoenberg en el Palau de hace un siglo.
Juan Carlos Moreno
Patricia Kopatchinskaja, voz; Meesun Hong, violín y viola; Júlia Gállego, flauta; Reto Bieri, clarinete; Thomas Kaufmann, violoncelo; Joonas Ahonen, piano.
Obras de Schoenberg.
Palau de la Música Catalana, Barcelona.
Foto © A. Bofill