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Crítica / Accademia Bizantina: Y se hizo la luz con Il Giustino de Vivaldi - por Simón Andueza

29/04/2025

El ciclo ‘Universo Barroco’ Del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) que tantas alegrías brinda a sus incondicionales seguidores vislumbra la finalización de la presente temporada, y precisamente en el programa de mano del conciertos que nos ocupa se desveló el ciclo de la próxima temporada del mismo en la sala sinfónica del Auditorio Nacional, en donde se anuncian nombres internacionales de renombradas agrupaciones europeas historicistas junto a la presencia de tres conjuntos nacionales, Vespres d’Arnadí, La Capella Reial de Catalunya junto a Le Concert des Nations y Los Elementos. Se anuncian grandes obras de repertorio y homenajes a compositores encumbrados junto a repertorios más originales y menos visitados. Todo esto comenzará el 10 de octubre del presente año.

En la cita que hoy nos ocupa, pudimos disfrutar de una de las óperas de Antonio Vivaldi, Il Giustino, en versión de concierto, a cargo de Accademia Bizantina, junto a un reputado elenco de voces solistas.

Estrenada en el Teatro Capranica de Roma durante el Carnaval de 1724, Il Giustino, con un libreto de Nicolò Beregan que obtuvo un fabuloso éxito, al ser puesto en música primeramente por Giovanni Legrenzi y posteriormente por Antonio Vivaldi y por Georg Friedrich Haendel.

Situada su acción en pleno apogeo del Imperio Bizantino, lleno de intrigas amorosas y giros de guion sobre identidad de sus roles, este podría ser el ‘mejor guión original’ de unos imaginarios premios barocos cinematográficos que hizo las delicias de los espectadores dieciochescos durante décadas. Su historia, narra las peripecias personales y políticas de Justino I, quien llegó a convertirse en Emperador romano de Oriente entre los años 518 a 527.

Accademia Bizantina se presentó como una orquesta de cámara compuesta por 22 instrumentistas, demostrando no sólo una vivacidad e impetuosidad ávidas por interpretar esta fabulosa música, sino que evidenció una ardua labor por evidenciar todos los planos sonoros adecuados a cada escena y a cada pathos, además de revelar una bellísima tímbrica, compacta y refinada en la cuerda, y colorista y luminosa en los vientos. Sin duda una de sus grandes virtudes es contar con la presencia de un concertino tan extraordinario, conciliador y meticuloso como Alessandro Tampieri, quien ha conseguido a lo largo de los años conformar una sección en las cuerdas con algunas de las mejores cualidades que puedan encontrarse hoy en día en cualquier grupo historicista. Conseguir esa belleza sonora en la sección es muy loable, pero lo es aún mucho más el logro de contar con un disciplinado equipo capaz de reaccionar a cualquier orden, proveniente tanto del primer atril de violines, como del director y alma mater de Accademia Bizantina, Ottavio Dantone, quien siempre desde su labor de excepcional clavecinista, fue el líder absoluto que comandó laboriosamente cada plano sonoro y cada articulación, creando además una comunicación absoluta entre instrumentistas y solistas vocales, permitiendo a estos últimos ser los verdaderos protagonistas de la ópera. Los complejos recitativos acompañados, seccos, y las elaboradas arias de primorosa instrumentación mantuvieron en todo momento un asombroso equilibrio sonoro con los cantantes sin vacilar en ningún momento en los tempi ni en el carácter adecuado según el afecto adecuado a cada escena.

Es remarcable señalar la excelente labor de todo el bajo continuo, meticuloso, dúctil e imaginativo, quien siempre trabajó sus cualidades personales en pro del conjunto. Debo destacar primeramente la asombrosa labor del archilaudista, Tiziano Bagnati, de pulcra, precisa y delicada faena, de posible audición gracias a la extrema disciplina sonora impuesta por el director de Accademia Bizantina, confiriendo a las íntimas escenas una sonoridad extraordinariamente bella. Tanto el violonchelista Emmanuel Jacques como el clavecinista Stefano Demicheli se unieron al propio Dantone para acabar conformando un continuo de primer orden musical, siempre atentos a cada situación que confirió una absoluta naturalidad a cada escena, sea esta recitativo o aria.

Los instrumentistas de viento, tanto metales como maderas, otorgaron a los especiales momentos creados por la genialidad vivaldiana de su riqueza tímbrica singular, mediante un brillante desempeño del instrumento, pero siempre adecuándose a la sonoridad exigida por Dantone. Así, no puedo dejar de mencionar a Elisabeth Baumer y Rei Ishikaza en los oboes y a Simone Amelli y Manolo Nardi en las trompetas.

El elenco vocal estuvo lleno de fabulosos cantantes, comenzando por quien fue para mí la sorpresa de la velada, la mezzosoprano Sophie Rennert, encargada de dar vida a Anastasio, rol originalmente concebido para el castrato Giovanni Ossi, y quien fue la encargada de interpretar algunas de las arias más bellas de la literatura del patre rosso, como Vedrò con mio diletto, excepcional composición que evidenció el dominio técnico de Rennert en el legato, en el dominio del fraseo y en una igualdad tímbrica absoluta en todo su amplio registro. Delicioso es un adjetivo que no puede resumir la belleza y la magia conseguidas en este fragmento.

Asimismo, la soprano Marie Lys brilló con luz propia en su desempeño del difícil papel de Leocasta, de mil y una argucias melódicas para evidenciar la asombrosa técnica del castrato que estrenó el rol, Girolamo Bartoluzzi. Lys confirió una espléndida demostración en el manejo de la coloratura y del fiato, sin por ello dejar de mostrar su bello timbre y su riqueza expresiva.

Las sopranos Emöke Baráth y Carlotta Colombo estuvieron igualmente brillantes en sus roles, uno más protagónico que el otro, continuando la brillante senda de sus compañeras nombradas un poco más arriba.

La mezzosoprano Delphine Galou, se hizo cargo del rol principal, Giustino. Su timbre no llegó a alcanzar las cotas de excelencia de sus compañeras, tanto en proyección vocal como en conferir al personaje de la suficiente credibilidad.

El elenco vocal masculino lo conformaron el tenor Emiliano González Toro, de gran riqueza tímbrica, expresión y excelente fraseo, y el contratenor Alessandro Giangrande, quien tuvo que encargarse de tres roles distintos y quien mostró una expresividad vehemente en sus complejos recitativos.

La abarrotada sala sinfónica del Auditorio Nacional vitoreó larga y efusivamente a los excelentes músicos que nos brindaron esta excelente velada, quienes brindaron como propina la repetición del brillante coro final Dopo i nembi e le procelle.

Simón Andueza

 

Delphine Galou y Sophie Rennert, mezzosopranos, Emöke Baráth y Marie Lys, sopranos, Emiliano González Toro, tenor, Carlotta Colombo, soprano, Alessandro Giangrande, contratenor.

Accademia Bizantina, Ottavio Dantone, clave y dirección.

Il Giustino, RV 717, Antonio Vivaldi (1678-1741).

Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM. Sala Sinfónica del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 27 de abril de 2025, 18:00 h.

 

Foto © Rafa Martín

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