Pudimos asistir en la sala de cámara del Auditorio Nacional uno de esos conciertos tan necesarios como abrumadores tanto por la calidad de su música como la de sus músicos. Dentro del ciclo ‘Universo Barroco’ de los que organiza el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Pudimos presenciar que Nevermind, el cuarteto de excepcionales músicos que revolucionó el panorama global de la música de cámara barroca con criterios historicistas desde su fundación, en 2013, sigue en plena forma y nos sigue brindando veladas musicales inolvidables.
En esta ocasión, transcurridos ya cuatro años de su primera e imborrable aparición en este mismo escenario, nos presentaron un programa de fascinante música de cámara francesa dieciochesca protagonizado por una de las compositoras más deslumbrantes que la historia de la música nos haya legado, Élisabeth Jacquet de La Guerre (1665-1765), además de descubrirnos obras raramente visitadas en nuestros escenario de otros autores igualmente formidables, Jacques-Martin Hotteterre, (1674-1763), Michel Pignolet de Monteclair (1667-1737) y François Couperin (1668-1733).
De la compositora francesa, que ahora comienza a hacerse justicia a su legado, pudimos escuchar tres de sus cinco sonatas en trío y dos preludios. Las extensas sonatas fueron un feliz descubrimiento para todo el público que abarrotó la sala. La influencia italiana de las melodías ideadas por Jacquet se entremezclaban con el discurso libre y personalísimo de esta genial creadora, con un indudable lenguaje que les vino como anillo al dedo a los cuatro miembros de Nevermind.
Así, la flautista Anna Besson demostró un sonido magnífico de una riqueza y pureza máximas, así como un refinamiento en los matices y colores que desgranaban con sutil pureza cada motivo ideado por Élisabeth de La Guerre de un modo asombrosamente natural pese a su complejidad.
El violinista Louis Creac’h posee esa virtud de que cada nota por él interpretada se encuentra en su justo lugar, logrando crear una atmósfera de sinceridad absoluta a través de una sonoridad especialmente bella del instrumento, mostrando una afinación impecable.
Debemos destacar la inspiradora interpretación en la viola da gamba de Robin Pharo, de luminosidad constante, que resaltaba la belleza expresiva de la viola en un ejercicio constante de intensidad musical apasionado, que tan placentero resultó en cada intervención suya para la audiencia congregada en el auditorio madrileño.
Por su parte, Jean Rondeau en el clave sigue deslumbrando y dejándonos atónitos con su forma de interpretar. Su dominio técnico y su pulsación precisa son tales que pareciera que no es una interpretación en directo lo que presennciamos por su perfección. Además, su imaginación en la elaboración de cada arpegio según la intensidad o cariz de la música es extraordinaria.
Por si todas estas características individuales de los componentes de Nevermind fueran pocas, lo mejor de todo es que estos cuatro talentos únicos para con la música se aúnan en uno solo conformando un todo de una calidad extraordinaria y que hace de la música de cámara su salón de estar, exprimiendo todos los detalles de las bellísimas composiciones que pudimos presenciar. Tanto las dinámicas como la articulación de todos los fragmentos interpretados fueron de una originalidad y de una personalidad extremas, y la expresión de estos artistas sobre el escenario les aseguro que es verdadera y totalmente comprometida con esta música de belleza sin par.
La hora y veinte minutos que duró el concierto fue una absoluta delicia para las personas que asistieron al recital, que, con una cálida y prolongada ovación, del mismo modo sincera y apasionada, despidió a Nevermind esperando que pronto vuelvan a prodigarse por nuestros escenarios.
Simón Andueza
Nevermind. Anna Besson, traverso, Louis Creac’h, violín, Robin Pharo, viola da gamba, Jean Rondeau, clave.
Obras de Élisabeth Jacquet de la Guerre, Jacques-Martin Hotteterre, Michel Pignolet de Monteclair y François Couperin.
Ciclo ‘Universo Barroco’ del CNDM.
Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Música, Madrid. 29 de abril de 2025, 19:30 h.
Foto © Elvira Megías