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Crítica / Perianes, España y olé - por Darío Fernández Ruiz

Santander - 30/08/2023

Cuatro años exactos son los transcurridos desde la presentación de Javier Perianes en el Festival Internacional de Santander para abordar la integral de los conciertos para piano de Beethoven con la London Philharmonic y Juanjo Mena hasta su regreso anoche con un programa made in Spain -Falla, el Debussy más gitano, Albéniz y Granados- que atrajo un numeroso y entregado público.

La capital cántabra, es sabido, venera el piano y a los pianistas, tal es el legado del Concurso Internacional Ciudad de Santander Paloma O’Shea que, durante cincuenta años ha llenado el verano santanderino de la mejor música para teclado. Por eso y, claro está, por la acreditada trayectoria del onubense, había ambiente de fiesta en una Sala Argenta a la que sólo le faltó aplaudir por sevillanas.

En las cerca de dos horas que duró el recital, pudimos constatar varias cosas. Para empezar, que con Falla, Perianes no yerra y da con la tecla, con ese concepto tan vagaroso como trillado llamado estilo y que, en el compositor gaditano, requiere atención a la forma, concisión en la expresión y una miaja de espiritualidad. Ritmos flamencos, notas punteadas, arpegios rasgueados, como si el piano fuera una guitarra, resonaron en una Fantasía Bética (11’46’’) que lo fue tanto como para hacer del escenario de la Sala Argenta un tablao.

Antes, La puerta del vino, “desenlace y cima de todo el Debussy español” no sólo dejó ver al músico audaz que recrea una estampa andaluza de impresionante poder evocador sin haber puesto un pie en nuestro país, sino que advertimos en Perianes al pianista rebosante de fantasía y sensibilidad, al pintor que pinta un cuadro formal y tonal de una desnudez prodigiosamente eficaz, al intérprete que deslumbra con colores cálidos y sonoridades agrestes.

La segunda parte transcurrió por idénticos derroteros. La afinidad y el entendimiento que el maestro francés mostró por Falla -quien le dedicó el cariñoso homenaje-tombeau que abrió el programa- son los mismos que Perianes exhibió por Granados y sus Goyescas, memoria de la España “galante y frívola” que aparece en la obra de Goya, atmósfera de refinada poesía y que es a la vez mezcla de amargura y de gracia, de amor y tragedia. El onubense sabe que el folklore de Granados no es literal ni recreado, sino las dos cosas al mismo tiempo. Por eso, Perianes canta lo que podría ser una tonadilla o lleva la base rítmica de una jota, pero también se regodea en los tresillos para dibujar unas castañuelas y se aplica en el uso del rubato y del pedal para cincelar cada frase como un poeta, aunque no se sirva de versos y metáforas, sino de grupetos y mordentes.

Requerido por el público, Perianes no se hizo de rogar y brindó dos generosas propinas, la Serenata andaluza y una Danza ritual del fuego fatuo de Falla de magistral contraste dinámico. Con ellas el de Huelva selló un incontestable triunfo personal y cerró la hermosa conmemoración que el Festival Internacional de Santander quiso dedicar al centenario del nacimiento de Alicia de Larrocha.

Darío Fernández Ruiz

 

72º Festival Internacional de Santander

Javier Perianes, piano.

Sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria

 

Foto © Pedro Puente

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