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Críticas seleccionadas de conciertos y otras actividades musicales

 

Crítica - Para abrir boca

Valladolid - 05/11/2018

En el concordante marco de la Capilla del Colegio que mandó erigir Cisneros, La Grande Chapelle que dirige Albert Recasens, en formación sexteto vocal: soprano, contratenor, alto, alto-tenor, barítono y bajo, ofreció un monográfico de motetes de Cuaresma (8), antecedidos por 2 y 1 de Septua y Sexagésima, y culminados por 2 de Pasión y 1 de Preparación para la Resurrección, del genial y popular hispalense Cristóbal de Morales. Citaba en su título el Lamentabatur Jacob, a 5, Responsorio IX de Maitines del III Domingo de Cuaresma, uno de los más hermosos de todo el Renacimiento, que permaneció como Ofertorio en las Misas para el Papa de ese día; como el Introito del Domingo de Septuagésima, Circumdederunt me, a 5, también para Misas de Difuntos (se cantó en la Seo toledana en el funeral de Felipe II), muestras de la difusión que tuvo el autor. Las versiones resultaron excelentes, variando la distribución de voces según el criterio musicológico atento al original de Recasens, que confiere pureza de líneas y sólida afinación, aún con riesgo de un empaste total, que no busca, sino señalar efectos como las imitaciones que abren In illo tempore: Cum turba plurima, a 4, vigor en Emendus in melius, a 5, o emotividad en Peccantem me quotidie, a 4,. Una delicia de repertorio no muy cultivado, rematado con Per tuam crucem/Miserere nostri, a 4, en la Adoración de la Cruz. Bajo y altos notables por su calidad. Éxito agradecido bisando Pater peccavi, a 6, de hermoso tejido polifónico.

La OSCyL, con la soprano inglesa Katherine Broderick y el titular Andrew Gourlay, abrieron la 26ª temporada de abono con Auditorio lleno y un programa Mozart-R. Strauss. Del 1º, la Obertura de El rapto en el Serrallo, K. 384, con su Banda turca tras la cuerda y plantilla reducida, buscando un limpio y ágil sonido que no siempre se obtuvo. Vino después el Aria de la Condesa, Acto II de Las Bodas de Fígaro: Porgi amor qualche riostro, poco apta para una voz como la de Broderick, grande y timbre algo acre, con demasiado squillo más propio para Wagner, que pasó casi desapercibida al hacerse sin interrupción la 4ª de las Cuatro últimas canciones: Im Abendrot, de Richard Strauss, ya con los 97 profesores en escena, seguidas de las otras 3: Frühling, September y Beim Schlafengehen, despistando al público y de alguna manera, al fluir de la música, tal como fue concebida; si la idea de Gourlay fue unir la idea de la muerte citada en Aria y Crepúsculo, creemos que erró pues nada tienen que ver la metafórica por amor de Mozart con la natural por declive vital de Straus. Todo resultó plano y sin brillo. Una vida de héroe, op. 40 del alemán, culminó el concierto. Arrancó el tema con acierto de violas y cellos, pero el discurso del Poema sinfónico se fue perdiendo a medida que avanzaba, sin una visión clara de los objetivos y no por culpa de los músicos, que tocaron bien todo lo escrito, destacando Cizmarovic en el concertino y el resto de cabeceras, pero sonó todo envuelto y sin vida, contra espíritu y título de la obra. En fin, éxito de público, buen programa y no tanto su ejecución. Irá a mejor, seguro.

José Mª Morate Moyano

La Grande Chapelle / A. Recasens. Morales. OSCyL, K. Broderick / A. Gourlay. Mozart y R. Strauss.
Sala sinfónica “J. López Cobos” del CCMD de Valladolid.

Foto: La Grande Chapelle.

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