A tan sólo un número para que RITMO alcance ese hito musical, que para nuestra Cultura supone publicar su número 1000 como decana de la Prensa Musical Española, la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, OSCyL, inicia su trigésimo cuarto año de vida y avatares, que ustedes han podido seguir concierto a concierto, gracias a la colaboración que RITMO y ésta, como el resto de Agrupaciones del Estado, han mantenido con eficacia y fidelidad.
Su actual Titular, Thierry Fischer, dispuso para la ocasión un Programa abierto y cerrado con homenajes a la Danza, de una u otra manera, a través de la orquestación de Enrique Fernández Arbós (1863-1939) de dos de las piezas de Iberia (1905-08) de Isaac Albéniz, y la Sinfonía nº 7 en La M., op. 92 de Beethoven, dentro del Ciclo de sus nueve que viene programando. Entre ambas, relacionada por la conexión letra- música, la colección de chansons que, con texto de T. Gautier (1811-1872), escribió en su op. 7 Héctor Berlioz, Las noches de verano, en la voz de Magdalena Kozená (Brno, 1973), que regresó a los 10 años de su presentación en la ciudad.
De los cuatro Cuadernos de su monumental Iberia que Albéniz encargó orquestar a su fraternal Arbós, éste terminó 5 de las piezas, de las que Fischer eligió las número tres de los Cuadernos I y II: El Corpus Christi en Sevilla y Triana. La Fiesta que el Corpus, en doble faceta de calle y procesión, arrancó marcial con la soriana “La Tarara” a son de Banda popular estilizada muy rítmica y marcada, siguió la “saeta” andaluza arraigada en el sentimiento del pueblo; Los solistas de la OSCyL, particularmente trompa, fagot y corno, siguieron la pauta de un Fischer que ha asumido nuestros ritmos como suyos y logró tanto en ésta, como en Triana, con su fino contrapunto, su rico colorido orquestal y su aire de seguiriya, transmitir la gracia y “duende culto”, que Albéniz dio a su genial piano y Arbós a su variada orquestación donde se lució la flauta. Lógicamente, la Sala, con pocas localidades libres, mostró su primera entusiasta ovación.
Magdalena Kozená, mezzosoprano, dio una lección de Canto en la obra que Berlioz “juntó” y nominó como Ciclo, seducido por poemas que Gautier escribió sobre el proceso triste del desamor, que padeció en propia carne al fracasar su primer matrimonio. La música que le inspiraron es una muestra de la “canción” romántica francesa que, autores como Ravel, Debussy o Poulenc cultivaron con idéntico acierto. Generalmente estróficas, pensadas para la tesitura de mezzo (aunque se cante también con otras), siguen el texto de Gautier salvo la 4ª, donde se desordenan los versos. Kozená, de exitosa y amplia trayectoria, mantiene su voz con volumen y esmalte, grato color y timbre claro, hizo la Villanella con elegancia y grandes ligados (el fagot igualmente expresivo). El espectro dela rosa, con dolorido sentimiento, fácil zona de paso, colocación exacta y agudos limpios.
OSCyL presentó, Sobre las lagunas, con bello pianísimo y siguió la voz con lamento y precisión de ataque, y el estribo ¡Ah!, sin amor irse a la mar! de escalofrío, con natural técnica respiratoria y bello remate del cello, similar a lo hecho por las trompas antes. Añorante y sensible Ausencia, con un crescendo inicial de Kozená reclamando la vuelta. El clarinete jugó bien el canto de la paloma sobre el tejo En el cementerio, tan poético como el de la checa, más cómoda aquí en los graves. Y feliz competencia entre OSCyL y mezzosoprano en la fértil en metáforas La isla desconocida, con su estribillo repetido que apunta a la leve esperanza que confiere el nuevo amor sentido por Berlioz, que puso fin a estas Noches de verano a la francesa que conquistaron al Auditorio, pues Kozená estuvo espléndida, la OSCyL atenta y fina, y su Director fijando el rumbo con exactitud para una llegada a puerto aclamada repetidamente.
La segunda parte trajo una 7ª beethoveniana que, a pesar de sonar por 10ª vez en los atriles OSCyL, sonó a nueva por culpa de la versión de Thierry Fischer quien, como ya hemos comentado otras veces, entiende a Beethoven con los últimos criterios musicológicos, dándole una vida, energía y carácter, parejos a los que rebela esa información aportada. Así, la adjetivada “Apoteosis de la Danza”, lo fue realmente. Profunda y tensa introducción condujo a viva danza con marcados puntillos, contraste dinámico, esforzandos conjuntos siempre presentes y modulaciones insólitas, que enlazaron con el pianísimo inicio del Allegretto expresivo y cantábile, con precisas entradas de cada familia, que fue creciendo lentamente, oboe y flauta notables. Rápido el Scherzo a 5 voces, con dos Tríos más lentos tomados de los Himnos religiosos pastoriles, hechos con amplitud, tornando al Presto con el mismo pulso. El final tuvo todo el controlado brío exigido, marcado con exactitud relojera exigente en claridad para Fischer y con entrega y calidad para la OSCyL, que contó con la vuelta del solista de oboe y, como invitados, a David Busnell, trompa, Clara Andrada, flauta y Gonzalo Esteban, clarinete, amén del entregado concertino y resto de solistas y profesores, que dieron una sesión de alto nivel, generando grandes y repetidas ovaciones para todos.
José Mª Morate Moyano
Magdalena Kozená, mezzosoprano
Orquesta Sinfónica de Castilla y León / Thierry Fischer
Obras de I. Albéniz/E. Fernández Arbós, H. Berlioz y L. v Beethoven
Sala sinfónica “J. L. López Cobos” en el CCMD de Valladolid