El concierto de clausura de la Temporada en Curso, siempre suele tener un matiz especial, no tanto por su novedad sino por el nivel del repertorio que lo constituye, que los Titulares procuran sea alto y muestre cuánto y bien se ha trabajado en la misma. Así lo propuso Thierry Fischer, Titular de la OSCyL, con Richard Strauss y Gustav Mahler en los atriles y la soprano lírica sueca Miah Persson (Örnsköldsvik, 1969), primera vez en Valladolid, solista de Cuatro últimas canciones, TrV 296 (1948) del primero, que sonaron nuevas en su cuarta vez para la OSCyL; y la Sinfonía nº 5 en Do # m. (1901-02, aunque continuó revisándola hasta 1910) del segundo, por séptima vez en el historial desde 1991. De nuevo "el cartel" produjo un lleno total en la sede orquestal vallisoletana, siempre la lógica presidiendo la elección pues, como despedida, las Canciones y su pregunta final "¿ist dies etwa der Tod?", estuvo respondida por la alegre coda final de la Sinfonía, que abre a la esperanza el luto vital que la crea y desarrolla.
Miah Persson, recibida con la ovación que su carrera internacional merece, la justificó plenamente en su versión de lírica con agudo fácil, poderoso y homogéneo, que le permitió competir con el amplio orgánico orquestal preciso (hubo 42 cuerdas) sin problemas, salvo en los breves momentos en que la tesitura grave no le favorecía; afortunadamente, "D. Ricardo" sabía bien lo qué y cómo se hacía, y planteó la escritura en la zona aguda básicamente, lo que permitió junto con el logrado equilibrio por parte del Maestro, disfrutar de una preciosa, precisa y sentida versión de las Canciones, con una Miah que las dotó de rica y serena expresión, mostrando el dominio que tiene sobre este repertorio y el autor en general. Los tres poemas de H. Hesse que el músico eligió, Primavera (Allegretto), Septiembre, La hora del sueño y el de J. von Eichendorf que las cierra, En el ocaso, aunque fue la primera en escribirse, Andante las tres. Tuvieron ese carácter apropiado para conducirnos hacia la tranquila aceptación del destino final: la Primavera sugirió el despertar feliz de la vida conjunta, ganando oscuridad en el tinte otoñal de la segunda, bien introducida por la orquesta, con clarinetes y oboes serpenteantes como lluvia sobre el suelo. La tercera nos dio a la soprano expresivísima, ayudada por la concertino invitada Madeline Adkins en su solo (encomiable también en todo el programa), con igualdad en línea e intención que élla, y un fraseo del texto "quiero volar, liberadas sus alas, en el círculo mágico de la noche" , exquisito, descriptivo y delicado, que metales graves concluyeron comedidos y acertados, sin olvidar la estupenda trompa inicial sobre piano orquestal, con que el autor homenajeó a su padre, también intérprete del instrumento.
La cuarta se inició con limpio ataque y brillante sonido en la OSCyL, al que se unió la soprano (como su esposa) "con penas y alegrías" en serena y satisfecha nostalgia de una vida en común, aún ya declinando; cita en metales de su "Muerte y transfiguración", nuevo acierto en la concertino y una cantante que supo reflejar la posible llegada de la muerte, unida a unas estupendas flautas como "dos alondras" que simulan ambas almas de la pareja subiendo a lo alto, logrando la paz tras la feliz fatiga vital y hacerse la mencionada pregunta "¿será ésta emtonces la muerte?" y oir el fin con los dos piccolos y emotiva orquesta despidiéndose muy poco a poco. La emoción estalló en la Sala y la ovación general fue inmensa para todos, reiterándose para la gran Miah Persson en particular, Maestro, solistas y todos en conjunto de nuevo, pues fuimos cautivos de una versión memorable.
La Sinfonía tuvo su espectacularidad pertinente por plantilla (60 cuerdas), intención, desarrollo e interpretación, con Thierry Fischer mostrando de nuevo su profesionalidad, claridad de conceptos, exigencia y comunicación con sus músicos; tal vez pueda ponérsele un mínimo detalle en contra; por momentos, genera tanta energía que da, pide y obtiene de éllos, que el volumen total pueda resultar un punto excesivo; pero verdad es también, que encaja en el desarrollo dinámico planteado con lógica, lo que le posibilita exhibir cuantos matices técnicos, expresivos y agógica que la partitura contiene. Esto dicho, no es de extrañar que la recepción de esta 5ª de Mahler, fuese entusiástica y prolongada, quizá como nunca se había dado en este Auditorio, hasta esta feliz y prometedora despedida. Cierto también que los solistas orquestales estuvieron sembrados, con destacada mención para los Profs. Asensi y Bodí, trompa y trompeta, éste en la fanfarria funeraria inicial completa y aquél, en pie, en el Scherzo y en toda la obra donde es protagonista, y de cerca, todos los demás: concertino, flauta fagot, arpa, timbal, clarinete, oboe, tuba, trombón y cuerdas todas que, junto con cada sección y como tutti, dieron lo mejor de sí en todo momento, durante los 75 minutos que Mahler empleó en contar sus vivencias, desde su dramática enfermedad intestinal superada, su felicidad al encontrar a Alma, su visión del folk rural austríaco y su irónico concepto del vals vienés, esa dedicatoria sentida para Alma que es el Adagietto hoy inmortal, el coral que reaparece y, hasta ese rondó-sonata de magno fugado que acaba con deseado triunfo del optimismo por el futuro. Fue una despedida de Curso digna de todo elogio y agradecimiento.
José M. Morate Moyano
Miah Persson, soprano
Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) / Thierry Fischer
Obras de R. Strauss y G. Mahler
Sala sinfónica "Jesús López Cobos" del CCMD de Valladolid