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Crítica / Mozart sinfónico y Trevor Pinnock con la OFGC - Juan Francisco Román Rodríguez

Las Palmas de Gran Canaria - 14/05/2024

En la segunda de sus dos visitas esta temporada a la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, el prestigioso director británico Trevor Pinnock programó las 3 últimas sinfonías mozartianas.

Un acierto considerando no solo su indiscutida maestría musical, sino el hecho de haber sido compuestas de un tirón, en apenas 6 semanas del verano de 1788, un periodo especialmente fértil del genio salzburgués.

Lo que no es impedimento para que sean absolutamente diversas, pues manteniendo el esquema formal de la sinfonía propio del clasicismo vienes: división en 4 movimientos, allegro, andante, minueto con trio y allegro final -aunque la sinfonía 39 incluye una introducción lenta al primer movimiento- cada una posee su propio mundo expresivo.

La 39, por la tonalidad elegida, mi bemol mayor, y el importante uso de los clarinetes, se relaciona con el mundo de la masonería, de la que Mozart formó parte y fue básico en su visión del mundo, reflejada en varias de sus mejores obras.

La 40 por el uso de la tonalidad de Sol menor, que Mozart utilizó escasamente, reservándola para la exposición de lo trágico y patético, aportando junto a la instrumentación, con importantes cometidos de clarinetes, fagotes y trompas, un tono sombrío.

Por último, la Sinfonía 41, con su empleo de la tonalidad fundamental de do mayor, es un estallido de luz que culmina con el incombustible movimiento final en forma fugada. Afrontadas desde una óptica historicista, Pinnock nos dejó una visión de las sinfonías mozartianas que no suele ser frecuente en las interpretaciones de la Filarmónica de Gran Canaria, que tampoco se prodiga excesivamente en la obra del salzburgués. El director británico tuvo el mérito de otorgar a cada sinfonía un perfil individual, con un sonido propio, partiendo de la base común de tempi ágiles y un fraseo bien trabajado. En su visión de las 3 sinfonías, los minuetos quedaron claramente dibujados con un aire de danza muy marcado, que contrastó acertadamente con el trío central.

La sinfonía nº 39 sonó liviana, con una cuerda de escaso cuerpo y colores tenues, buscando una claridad que no siempre se logró. Los temas principales en figuraciones rápidas del primer y último movimiento, encomendados a los primeros violines, no se escucharon con la suficiente claridad, oscurecidos por el resto de la orquesta. El resultado general fue gris y falto de gracia.

La sinfonía nº 40 tuvo una lectura más exitosa. Las cuerdas se escucharon con mayor cuerpo y color, lo que le otorgó esa tono sombrío propio de la pieza, con excelentes prestaciones de las maderas, siempre a unos tempi ligeros, que aportaron una bienvenida sensación de desasosiego sin obstaculizar un fraseo expresivo. La Sinfonía 41 en manos de Pinnock sonó seca y descarnada, con sforzandi muy marcados y trompetas y timbal especialmente destacados, todo lo cual redundó en un fraseo frecuentemente entrecortado, falto del suficiente legato y cantabilidad.

La Orquesta Filarmónica de Gran Canaria respondió con entrega a los requerimientos de la batuta, desarrollando su visión personal, ajena a la rutina y muy meditada, pero en mi opinión, no siempre acertada. 

Juan Francisco Román Rodríguez

 

Orquesta Filarmónica de Gran Canaria / Trevor Pinnock.

Obras de Mozart. 

Auditorio Alfredo Kraus. Las Palmas de Gran Canaria.

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